Gabriel Boric comienza a despedirse de La Moneda
El presidente de Chile entregará el mando en marzo de 2026 a Jeannette Jara o a José Antonio Kast, el favorito para ganar la segunda vuelta de este domingo


Cuando por la noche de este domingo 14 de diciembre el Servicio Electoral chileno defina con la rapidez y eficiencia que lo caracteriza cuál de los dos candidatos a la Presidencia de Chile ganó —si Jeannette Jara, militante comunista, representante de las izquierdas, y José Antonio Kast, líder del extremista Partido Republicano, candidato de las derechas—, el presidente Gabriel Boric, militante del Frente Amplio, tomará el teléfono para saludar el triunfador en un mensaje que todos los chilenos podrán observar en sus televisores y teléfonos móviles. Es una tradición en la política chilena y reafirma, una vez más, un camino institucional que ha tenido el país sudamericano desde el retorno a la democracia en 1990, independiente de la ferocidad de cada campaña. Será, de paso, el primer hito de la despedida de Boric de La Moneda, que dejará el Palacio presidencial el 11 de marzo de 2026 y, con 40 años recién cumplidos, se instalará en un curioso papel de expresidente siendo todavía tan joven.
El expresidente Ricardo Lagos (2000-2006) solía repetir una frase que le atribuía a su amigo español, Felipe González: “Los expresidentes son como jarrones chinos en departamentos pequeños. Todos les suponen un gran valor, pero nadie sabe dónde ponerlos y, secretamente, se espera que un niño les dé un codazo y los rompa”. El papel que asuma Boric será complejo: gozará de las dietas y asignaciones para gastos de oficina y personal, como sus antecesores, al igual que las medidas de seguridad que pone a su disposición el Estado de Chile, pero difícilmente formará una fundación para recluirse en ella -este fin de semana ha trascendido que su equipo trabaja en la creación una plataforma- o fichará para algún organismo internacional.
Tampoco le apasionan especialmente los viajes (en las giras presidenciales apenas ha conocido los edificios oficiales) ni la idea de seguir estudiando formalmente (es egresado de Derecho en la Universidad de Chile), aunque sí de leer, algo que hace mucho en sus tiempos libres. Boric desafiará la tradición de los expresidentes chilenos, que se instalan en un espacio social importante, pero discreto: seguirá haciendo política, como lo hace desde que era un estudiante de secundaria en su ciudad, Punta Arenas.

Si las encuestas tienen razón, si es Kast quien gana este domingo, Boric tendrá mucho trabajo. La izquierda y centroizquierda chilena se verá ante el inaplazable momento de tener que analizar su papel en el Chile del siglo XXI, donde su discurso no llega a las clases populares. Como sucede en otras partes del mundo, en los sectores menos acomodados de la sociedad la gente respalda opciones de la derecha radical —como Kast, que ha centrado su discurso en el control de la delincuencia, la migración irregular y en el crecimiento económico— y en alternativas populistas, como las de Franco Parisi, que en la primera vuelta de noviembre obtuvo un 20%. El asunto de fondo no se resuelve solamente con la política de alianzas del actual oficialismo que poco y nada entiende la ciudadanía (el centroizquierda agrupado en el llamado Socialismo Democrático, que junto al Frente Amplio de Boric y al Partido Comunista conforman el Gobierno), sino mediante un debate profundo sobre el proyecto que responda a las nuevas preocupaciones de la ciudadanía. En este cuadro, Boric jugará un papel, pero no resulta evidente desde cuándo —probablemente deba guardar silencio durante un período— ni cómo. No será al menos, por lo menos al comienzo, desde una primera línea, y quizá sea desde abajo, desde el territorio, en un concepto que utiliza la nueva generación política de izquierda que él lidera.
Boric llamará a Kast y se reunirá con él la próxima semana, de ganar el ultraconservador las elecciones de este domingo, como todo indica, y será un momento duro para la izquierda chilena, casi inimaginable hace algunos años. A fines de 2021, cuando Boric ganó la presidencial ante el propio Kast, el presidente en ejercicio, Sebastián Piñera, lo llamó en un mensaje muy cordial de parte de ambos. En aquella oportunidad también la escena era surrealista, porque Boric y los suyos se opusieron fuertemente a su gestión, sobre todo tras el estallido social de octubre de 2019, y hasta buscaron derrocarlo en el Parlamento.
Pero Piñera era lo más moderado que haya tenido la derecha chilena —y que probablemente tendrá, como dice el analista Pablo Ortúzar— y Kast representa a un mundo diferente que no ha llegado al Gobierno chileno en los últimos 35 años: un ultraconservador en materia de libertades individuales, poco amigo del Estado y de los funcionarios (quiere recortar 6.500 millones de dólares en los 18 primeros meses de la Administración, aunque ha prometido no tocar los derechos sociales ya adquiridos), representante de una fuerza nueva, como el Partido Republicano, que ha adquirido un peso importante en el Parlamento, pero que no alcanza la mayoría junto a sus socios. Deberán gobernar, dada su falta de cuadros, con los otros sectores de la derecha, sobre todo la moderada de Chile Vamos, la del fallecido Piñera, y esta nueva nomenclatura es todavía un cuadro incierto. La izquierda, dada la conformación, tendrá principalmente un espacio para ejercer la oposición: el Senado.

Parte de la derrota de Jara, de producirse, tendrá relación con el rechazo que tiene el Gobierno de Boric. De acuerdo a la encuesta Cadem del domingo pasado, un 37% aprueba la gestión del presidente y 57% la desaprueba. Es un porcentaje que hubieran querido sus antecesores, porque el respaldo ha sido constante en estos cuatro años, donde promedia en torno a un 30%, pero resulta insuficiente para alcanzar una mayoría. Kast ha catalogado a Jara como la candidata de la continuidad —fue ministra del Trabajo y resulta muy complejo desapegarse de la actual gestión—, mientras ella intenta convencer con dificultades que su propuesta es distinta. Boric y la izquierda, de ganar Kast, iniciarán una larga noche de reflexiones sobre el papel que han jugado desde el Gobierno y desde espacios como la convención constitucional, cuya propuesta extrema de nueva Constitución perdieron por un 62% ante un 38% en septiembre de 2022.
Se le cargará al Ejecutivo un fracaso de Jara, aunque desde 2006 ningún presidente chileno ha pasado la banda presidencial a otro de su mismo signo (siempre ganan las oposiciones). Como dijo en una entrevista con EL PAIS la dirigente socialdemócrata Carolina Tohá, ministra del Interior de Boric hasta marzo pasado, era difícil conquistar La Moneda por el período 2026-2030. Pero no era imposible. “Es verdad que hay que mirar qué se pudo haber hecho mejor”, añadió Tohá, que compitió en las primarias, pero perdió abrumadoramente ante Jara.
Hay quienes aseguran que a Boric le conviene personalmente un triunfo de Kast, por las opciones de conquistar el poder nuevamente, de repetirse este ciclo de cuatro años pendulares entre la derecha y la izquierda. Pero, aunque hay en Boric un ego político evidente, que le hace contestar a los adversarios políticos como Kast y defender su obra —lo hizo especialmente en la campaña de primera vuelta, porque en la segunda etapa se ha controlado—, no resulta claro que el triunfo de la ultra haya formado parte de un plan para regresar en 2030. No es descartable que lo intente nuevamente —en Chile, todos los expresidentes han querido volver— sobre todo considerando su corta edad. La nueva derecha, sin embargo, se propone un ciclo largo, de 8 o 12 años, y esa historia todavía no ha comenzado a escribirse.
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