Ir al contenido
_
_
_
_

Kast se viste de presidente en la campaña de segunda vuelta

El líder del partido ultra Republicanos, candidato de las derechas, en esta etapa ha mostrado cautela, aunque lleva amplia ventaja

Antonia Laborde

A pesar de que el republicano José Antonio Kast salió segundo (23,9%) en la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas, por detrás de la izquierdista Jeannette Jara (26,8%), esa noche electoral de diciembre se vivió como un triunfo en el comando del ultraderechista. Las diferencias con los comicios de 2021 eran evidentes. Cuatro años atrás, Kast también pasó al balotaje, pero el apoyo de la candidatura de la derecha tradicional tardó unas semanas en llegar y con una suerte de condiciones vinculadas a su compromiso democrático. Esta vez, el respaldo de los competidores de su sector fue inmediato y sin requisitos. La carta de Chile Vamos, Evelyn Matthei, acudió a saludarlo, al igual que el libertario Johannes Kaiser. Los tres sumaron la mitad de los votos en una elección con ocho alternativas e hicieron un llamamiento a la unidad. El camino hacia La Moneda estaba allanado para el líder de la extrema derecha en un país preocupado principalmente por la seguridad, la economía y el control migratorio.

Dos semanas antes de la primera vuelta, Martín Arrau, el coordinador de la campaña para el segundo tiempo -que daban por descontado en el comando-, ya estaba afinando el despliegue del candidato con días, horas y lugares de actividades públicas para lo que vendría. La cuidada estrategia de la primera vuelta había funcionado y no querían improvisaciones: centrar su discurso en criticar al Gobierno de Gabriel Boric y presentar a Jara como la continuidad de una Administración “fracasada”; evitar pronunciarse sobre su admiración a Augusto Pinochet y sus posturas contrarias a las libertades individuales, como el aborto en tres supuestos o el matrimonio homosexual; no participar en espacios de tono personal; poner el acento en un programa para un “Gobierno de emergencia”, entre otras.

A la campaña para la segunda vuelta se le añadió una intensificación del despliegue territorial, una coordinación constante con los representantes de los partidos de las derechas y un especial énfasis en su amenaza de expulsión a los 330.000 migrantes en situación irregular que residen en el país sudamericano. Además, se cambió el eslogan: “Uno para todos, todos por el cambio”, en reemplazo del “La fuerza del cambio”.

El buen ánimo con que arrancó el segundo tiempo recibió una inyección extra con los llamados telefónicos entre Kast y el presidente de Argentina, Javier Milei, el de Paraguay, Santiago Peña, el de Ecuador, Daniel Noboa, y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. La mayoría de ellos fueron informados por redes sociales acompañados de una imagen del candidato en distintos rincones de Chile. Las conversaciones con las primeras autoridades de derechas de distintos países le otorgaban una talla presidencial mientras hacía puerta a puerta.

Los apoyos significativos en casa también llegaban a cuentagotas. Primero fue el de Cecilia Morel, viuda del expresidente de centroizquierda, Sebastián Piñera. El republicano se declaró opositor a su segundo Gobierno (2018-2021) cuando éste abrió el espacio para cambiar la Constitución. Luego vino un encuentro entre Kast y el expresidente democristiano Eduardo Frei (1994-2000), quien no hizo explícito su apoyo al ultraderechista, pero supuso un duro golpe a la candidatura de la izquierda. Líderes de los partidos autodenominados de centro, como Demócratas y Amarillos también le han entregado su respaldo, logrando que la candidatura del republicano se presente como una opción que va desde el centro hasta la derecha más radical.

Si antes las elecciones se medían entre quienes habían apoyado la continuación de la dictadura de Pinochet y quienes habían votado que no en el plebiscito de 1988, los analistas ven que estos comicios pueden encarnan un nuevo clivaje: quienes aprobaron el proyecto constitucional liderado por las izquierdas (un 38% de los chilenos) y quienes lo rechazaron (un 62%). De todas formas, si Kast gana la elección, como indican los sondeos conocidos antes de la veda, se convertiría en el primer presidente de Chile que votó en el plebiscito de 1988. Hace unos años, incluso, dijo que si Pinochet estuviera vivo, votaría por él.

Plan Desafío 90

Desde hace meses que el equipo de Kast trabaja no para la campaña, sino para su eventual aterrizaje en La Moneda en marzo de 2026. El trabajo se engloba en un plan bautizado Desafío 90, una batería de medidas para aplicar durante los tres primeros meses de Gobierno para “marcar la diferencia y llevar a la práctica cambios reales y profundos”. El economista Bernardo Fontaine es el responsable de coordinar a los responsables de cada área y sus objetivos, que incluyen la presentación inmediata de proyectos de ley y acciones de gestión del Estado: “La idea es que cada ministro llegue con un calendario y tareas de acciones definidas”.

También hay un comité social, de vivienda y de finanzas públicas. Este último lo lidera Jorge Quiroz, asesor económico del republicano, que trabaja en cómo realizar el ajuste fiscal prometido de 6.000 millones de dólares los primeros 18 meses. Hasta ahora, Kast no ha explicado dónde se harán los recortes que, según él, no afectarán los beneficios sociales que reciben los más vulnerables. Además, se están revisando medidas que no necesitan pasar por el Congreso y, las que sí, al menos al inicio, estarán enfocadas en seguridad y migración.

Una de las interrogantes es con quién va a gobernar el republicano, si gana las elecciones. Consultado sobre una posible coalición con Chile Vamos, el presidente de la formación ultra, Agustín Squella, dijo a La Tercera que “es inevitable y es necesario y es bueno que exista una coordinación fluida”. La apuesta, señaló, es que la coordinación con los partidos opositores al Gobierno de Boric sea tal que “nadie se sienta como invitado al Gobierno, sino que lo sientan como propio”.

En cualquier caso, Kast y los suyos -ante un posible triunfo- ya envían señales para frenar las altas expectativas. Este fin de semana, Arrau dijo al Diario Financiero: “Si alguien espera que todo cambie el primer día, no va a ser así”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_