Contaminación informativa en elecciones: un desafío democrático que urge enfrentar
Con una contienda presidencial y parlamentaria tan competitiva como la de este año, existe el riesgo de que estos niveles de comunicación tóxica y violencia sean aún mayores conforme avance el proceso electoral

La contaminación informativa en elecciones, que se manifiesta en narrativas falsas sobre el proceso electoral, información errónea sobre candidaturas, y/o ataques mayoritariamente contra mujeres, es uno de los principales desafíos que enfrentan actualmente las democracias a nivel global. Este fenómeno, que puede suceder tanto dentro como fuera de la esfera digital, afecta el ejercicio del derecho a la participación en igualdad de condiciones y el de ejercer un voto informado.
Chile, un país caracterizado por un órgano electoral con altos niveles de robustez institucional y confianza ciudadana, no está exento de esta amenaza. Datos obtenidos por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Chile, que analizan la conversación digital sobre procesos electorales en el país desde 2024, son contundentes: La comunicación informativa existe y permea el debate electoral chileno.
Para las elecciones regionales y municipales de 2024, observamos que la contaminación informativa se dirigió en un primer momento al Servicio Electoral (Servel), a través de ataques que ponían en duda su conducta o integridad, y una vez avanzado el proceso electoral, los ataques se centraron en candidatas mujeres, con un aumento de insultos sexistas. Además, la toxicidad pasó de contener desinformación (38%) a ser mayoritariamente agresiva y emocional (75% en la etapa postelectoral), con un 25% de publicaciones que incluían discurso de odio, de las cuales el 38% fue motivado por el género de la persona atacada.
En lo que va del proceso electoral 2025, durante el periodo del 17 de septiembre al 1 de octubre, se identificaron tendencias preocupantes. Primero, la conversación digital se tornó más violenta, con el 74% de la comunicación tóxica caracterizada por lenguaje inflamatorio, destacando el uso mayoritario de insultos y mensajes discriminatorios. Segundo, la afiliación política de las personas atacadas fue el principal motor de la agresividad: el 69% de las publicaciones violentas se originaron por este motivo. Tercero, las diferencias por género en la violencia digital siguen existiendo, ya que al desagregar los datos por el sexo de las personas atacadas, observamos que el principal objetivo fueron las mujeres (59%). Cuarto, el desconocimiento de la identidad de los emisores representa una amenaza adicional: el 58% de las publicaciones tóxicas provino de cuentas no identificadas, lo que dificulta la trazabilidad y respuesta institucional.
Con una contienda presidencial y parlamentaria tan competitiva como la de este año, existe el riesgo de que estos niveles de comunicación tóxica y violencia sean aún mayores conforme avance el proceso electoral. Frenar esta toxicidad en la comunicación sobre el proceso eleccionario en curso es un desafío impostergable para la democracia chilena y una responsabilidad tanto colectiva como individual. Se trata de defender la calidad del debate público y el derecho de la ciudadanía a informarse y expresarse en un espacio plural, cuidando la democracia, tanto dentro como fuera del espacio digital. Para eso, invitamos a todas y todos a informarse con responsabilidad y participar con integridad, chequeando, verificando y contrastando a través de fuentes oficiales y confiables.
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