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BARRIO MEIGGS
Tribuna
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Gobernar la calle o perder la ciudad

No hay ciudad posible si el suelo público es controlado por estructuras informales que cobran, organizan y gobiernan al margen de la ley

Mario Desbordes

Hay imágenes que incomodan. La de un alcalde con chaleco antibalas, encabezando el desalojo de los toldos azules en pleno barrio Meiggs, no es solo el registro de una intervención policial, sino una fotografía del abandono que por años sufrió el espacio urbano. Cuando la ciudad se transforma en un mercado sin reglas, se genera un descontrol urbano.

Por eso, la acción del municipio actual no solo fue necesaria, sino también valiente. No hay ciudad posible si el suelo público es controlado por estructuras informales que cobran, organizan y gobiernan al margen de la ley. Recuperar el espacio urbano no es autoritarismo: es restablecer gobernabilidad. Y aunque ningún alcalde puede vivir desalojando, este gesto demuestra una voluntad clara de terminar con la “tierra de nadie” y hacerse cargo, con urgencia.

Lo de Meiggs no es una anécdota, sino una señal de alerta. Lo que allí ocurrió puede repetirse en otros sectores de Santiago y en capitales regionales donde el control territorial y la planificación urbana se han debilitado. El problema no es solo el comercio irregular, sino la consolidación de una economía que se instala en el vacío institucional y se apropia del espacio público. Una lógica que no solo erosiona la convivencia urbana, sino que impone condiciones de inseguridad que excluyen a quienes ya no pueden circular ni trabajar libremente en esos lugares.

Desde el urbanismo, el impacto de los toldos azules es aún más severo porque ocurre en el corazón de Santiago, donde los mecanismos tradicionales de planificación y regulación han dejado de ser efectivos. Meiggs expone una desconexión entre normativas que no dialogan con la realidad, instrumentos incapaces de seguir el ritmo de los cambios, y un sistema económico formal que ha sido desplazado por estructuras informales que controlan y expanden su presencia en el espacio urbano.

Por eso, aunque el uso de la fuerza sea legal y proporcional, también es insuficiente si no se acompaña de un camino claro hacia adelante. El uso de la fuerza en la expulsión del comercio informal se va a sostener si el municipio es capaz de generar un plan rápido y estratégico de integración de las nuevas economías en los entornos urbanos actuales y regulados.

El punto no es erradicar toldos, sino superar las condiciones que los hacen proliferar. Una ciudad funcional requiere mucho más que fiscalización: necesita reglas claras, vías accesibles hacia la formalidad, inversión sostenida y planificación con visión. Es clave que exista un trabajo público-privado, en el que instituciones públicas como la Policía de Investigaciones, Aduanas, el Servicio de Impuestos Internos, la Fiscalía, Carabineros de Chile, los municipios y los gobiernos regionales, puedan actuar coordinadamente sobre las distintas capas de este fenómeno: desde la trazabilidad de las mercancías y los flujos financieros, hasta la recuperación del espacio público y la promoción de alternativas formales de desarrollo económico.

Si queremos ciudades vivibles, seguras y equitativas, el espacio público debe volver a ser seguro y de encuentro.

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