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ELECCIONES PRIMARIAS
Columna
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La gran anomalía

Chile debe ser el único país en el mundo en donde una candidata comunista triunfa en una elección tan relevante

Jeannette Jara, festeja su triunfo este domingo, en Santiago, Chile.

Este domingo, 29 de junio, tuvieron lugar en Chile las elecciones primarias de las izquierdas: el resultado fue simplemente extraordinario y sin parangón alguno en el mundo. En esta primaria se enfrentaron cuatro candidatos: Carolina Tohá, apoyada por los partidos del socialismo democrático; Gonzalo Winter, del Frente Amplio; Jaime Mulet, del Frente Regionalista Verde Social; y Jeannette Jara, del Partido Comunista. Fue la candidata comunista quien triunfó holgadamente, doblando en votos a Carolina Tohá, en una primaria poco concurrida, en la que sufragaron 1,4 millón de personas de un padrón de 15,5 millones de electores: 350.000 votantes menos que en la primaria entre dos candidatos de 2021 (el frenteamplista Gabriel Boric y el comunista Daniel Jadue), en la que no participaron los partidos del socialismo democrático.

En términos de participación, la primaria no fue un carnaval. El abstencionismo fue brutal. En términos políticos y electorales, el resultado de la primaria presidencial de izquierdas fue la victoria más importante de la historia del comunismo chileno. Es en este sentido que el resultado de esta primaria es una gran anomalía: sin riesgo de equivocarme, Chile debe ser el único país en el mundo en donde una candidata comunista triunfa en una elección tan relevante. Ciertamente, esto no prefigura un resultado para la primera vuelta de la elección presidencial de noviembre. Pero el resultado está allí, espectacular, de profundo significado político y simbólico: ni en el mejor de los tiempos del comunismo, cuando aún existía la Unión Soviética, se había visto un escenario en el que un candidato comunista derrotaba a uno socialista, laborista o socialdemócrata. Lo esencial del desafío de Jeannette Jara consistirá, a partir de ahora, en transformarse en una candidata competitiva ante tres candidatos de derechas (dos de derecha ultra) que suman más del 50% de las preferencias. Para lograrlo, la candidata Jara deberá transitar por el difícil camino de la descomunización: no mediante renuncias a su militantismo, sino a través de estrategias y discursos que hagan olvidar que es una candidata comunista, que debiliten la connotación negativa de ese militantismo, para lo cual deberá apelar a sus atributos de simpatía y encanto personal que hacen pensar en los atributos de la expresidenta Michelle Bachelet.

La candidatura de Jeannette Jara es una candidatura fuerte: aunque probablemente sin la suficiente potencia (debido al origen de su militantismo que tanta antipatía despierta en el Chile político) para triunfar. Y bien digo en el Chile político: los chilenos politizados y a quienes aún hace sentido el eje derecha-izquierda no forman una mayoría, pero son muchos. Esto quiere decir que Jeannette Jara deberá explotar sus atributos personales (eso que el marketing llama habilidades blandas) para llegar a personas y grupos que no se inscriben en el eje derecha-izquierda, sin caer en las caricaturas de la simpatía a secas, despolitizadora, pero tampoco olvidando sus orígenes políticos. Ese es el difícil, tal vez imposible, equilibrio que deberá encontrar.

No es fácil: por razones de época y debido al carácter inédito de este enorme éxito comunista, tiene pocas chances de vencer en una elección presidencial en la que votarán (voto obligatorio) alrededor de 13 millones de personas, lo que plantea la pregunta del lugar en el que se ubica la candidata de todas las izquierdas en eso que la literatura de ciencia política llama el votante medio. No tengo dudas: Jara está muy lejos de ese votante teórico.

Pero lo que ocurrió este domingo no solo es un triunfo comunista. Es también una derrota del socialismo democrático que agrupa a cuatro partidos: el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, el Partido Liberal y el Partido Radical. La derrota de Carolina Tohá no solo se explica por los atributos de la candidata: cerebral, políticamente brillante, pero electoralmente muy débil. No hay nada más parecido a Tohá que el expresidente Ricardo Lagos, quien también enfrentó severos problemas de viabilidad electoral cuando ganó las elecciones en enero de 2000. El principal problema de la candidatura de Tohá fue esa falsa coalición de cuatro partidos que convencionalmente llamamos socialismo democrático que la apoyó, como si hubiese en ellos un hilo político conductor, un cemento programático claro, un proyecto político en forma.

Nada de eso existe, aunque pudo existir: en 2024 hubo un serio intento de construir una forma común de ver e intervenir en el mundo, el así llamado Manifiesto del socialismo democrático, pero los partidos (especialmente el PS) se resistieron a adherir a sus ideas a partir de un reflejo identitario que es extraordinariamente poderoso. Persistir en la identidad socialista, de una gran belleza, es morir. ¿Se tiene conciencia de eso? Pues bien, los socialistas hoy enfrentan un desafío de supervivencia: ¿cuánto y cómo resistirán diputados y senadores las próximas elecciones parlamentarias?

El problema de las izquierdas no es la candidata comunista, tampoco el Partido Comunista: tanto Jeannette Jara como su partido hicieron exactamente lo que debían hacer, y lo hicieron de modo brillante. Es cierto: no da para carnaval. Pero obtuvieron un triunfo de magnitudes históricas. El problema lo tienen los partidos del socialismo democrático: carecen de proyecto propio (salvo el que ensayó Tohá, sin resonancia en la militancia socialista), no tienen estrategia (salvo la de sobrevivir a la próxima elección, y eso no es una estrategia, es una táctica al estado bruto en la que brillan los negociadores, y no los productores culturales) y no han sido capaces de elaborar una estrategia de recambio generacional (como sí la logró el Frente Amplio, cuyo naufragio en las primarias es atenuado por un recambio generacional bien logrado, aun cuando sufrirá derrotas importantes en la próxima elección de diputados).

Si el Frente Amplio acaba de sufrir una grave derrota, el socialismo democrático está agonizando. Es un episodio más de la larga agonía de la socialdemocracia en todas partes: en algún momento habrá que hacerse la pregunta si esa agonía de la socialdemocracia desemboca inevitablemente en la muerte, o si es posible una resurrección antes de pasar a otro mundo. Tengo mis dudas: es posible que la socialdemocracia tampoco tenga destino. La evidencia comparada en todas partes (salvo excepciones, una de ellas es Uruguay) muestra que se va camino a la muerte: lo peor es que ni las nuevas izquierdas, aún menos el comunismo, son alternativas.

El desafío de las izquierdas chilenas es torcer lo que la comparación enseña, y revertir lo que mucho se parece al fin de las izquierdas tal como las hemos conocido hasta ahora.

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