‘Pornocracia’, de Jorge Dioni: un ensayo que describe “una sociedad que se mata a pajas”
El nuevo libro del autor de ‘La España de las piscinas’ aborda cómo la promesa emancipadora de la pornografía ha sido colonizada por lógicas tecnológicas y productivistas: también el porno se está gentrificando

Últimamente se ha insistido tanto en explorar el deseo que tiene gracia que los anuncios de las páginas porno vayan de correrse rápido, “en dos minutos” según Xvideos. Parece que hay algo aún más seductor que el placer y es saber que no tendrás que implicarte ni esperar demasiado para conseguirlo, que con un mecanismo ágil de estímulo y respuesta te puedes quitar de encima ese momento incómodo de bajar al barrizal e indagar qué es lo que te gusta. Jorge Dioni López ve en esta tendencia una derrota tan significativa como para insistir en ella hasta tres veces en su último ensayo, Pornocracia, que explica entre muchas otras cosas la transformación de una industria narrativa en contenido de consumo rápido.
Uno podría preguntarse por qué alguien que lleva más de cinco años dedicándose a escribir con mucho éxito sobre urbanismo (La España de las piscinas, El malestar de las ciudades) se pasa al porno. Leído el libro, la conclusión es que el sexo, el deseo y la pornografía, como nuestras ciudades, se están gentrificando.

Es muy difícil hablar sobre porno sin sonar como un tertuliano teatralmente escandalizado con la edad a la que se empieza a consumir (doce años de media, ocho un 20%). Dioni es consciente de ello y por eso rebaja el moralismo con un tono entre cómico y conciliador. No deja ni una sola injusticia social por aclarar, pero a la vez muestra una curiosidad honesta por algo tan misterioso como lo que nos excita y su relación ambigua con quiénes somos. Y, según el autor, durante los últimos años hemos visto un doble movimiento. Uno tiene que ver con la pornificación del mundo: todo lo que consumimos, sea una felación o una deportación, quiere excitarnos de formas cada vez más literales, si es rápido, mejor, y cuanto más violento, más rápido: “Tendremos fascismo, pero sin su sentido estético y sin futuristas porque ya no hay futuro. Nuestra estructura de consumo de mundo se parece al bucle pornográfico. En realidad, no nos movemos. Somos una sociedad que se mata a pajas”.
El segundo es la plataformización del porno. Como en las ciudades globales, en la pornografía la promesa emancipadora en seguida fue colonizada por lógicas tecnológicas y productivistas: si en los ochenta el porno producía películas con tramas, personajes y actrices estrella, ahora cualquiera con una cámara puede crear una cuenta en OnlyFans y ponerse precio. Ya no hay industria ni presupuesto, sino una clase creativa en una competición feroz por la atención.
El subtítulo de Pornocracia es “Por qué el mundo actual nos agota (y qué podemos hacer con el deseo)” y se responde mejor a la primera pregunta que a la segunda. Con el paso de la película a la escena y de la escena al contenido, las historias desaparecieron y con ellas el pacto de no identificación. Ahora todo es material para paja previsible y disponible a dos clics, por excéntrico que sea. Consecuencia: los incels se frustran porque las fantasías de dominación prometidas en internet no son un derecho en la realidad y más de mitad de las mujeres heterosexuales europeas se sienten sexualmente insatisfechas.
Al igual que en las ciudades, sabemos que, con ciertas leyes para regular el espacio público y el acceso a la propiedad, muchos problemas podrían mejorar si cambiáramos el diseño de nuestro espacio digital. Pero sobre la cuestión del contenido que podría circular por las calles de una red más pacificada, ahí cualquier intento de planificación está condenado al fracaso: solo cabe mejorar nuestra conversación sobre la diferencia entre la libertad del deseo y el resto de libertades, limitadas por el respeto al otro y la gestión de la frustración. Sobre esto último, todavía se tienen que escribir más libros.

Pornocracia
Arpa, 2025
344 páginas
19,90 euros
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