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Crítica literaria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Hombre caído’, de Fernando Aramburu: las entretelas del absurdo existencial

Los relatos de este nuevo libro muestran la profunda disparidad entre la conducta de las personas y lo que esconde el corazón cansado

El escritor Fernando Aramburu en la FIL de Guadalajara en 2024.
Jordi Gracia

Diría que los cuentos que reúne en Hombre caído no se parecen a nada o casi nada de lo que ha escrito hasta ahora Fernando Aramburu. Este conjunto de relatos nace de una intención o de un estado creativo que está años luz de la fanfarria humorística y salvaje de Fuegos con limón, más lejos todavía de la contención emocional y la crispación latente de Los peces de la amargura (que fue un excepcional conjunto de relatos), y desde luego nada tiene que ver ni con la mirada ensimismada de Años lentos, tan sentida y secreta, ni con la vista larga y minuciosa que recrea el bombazo comercial que fue Patria para narrar el envilecimiento de una sociedad que vivió largas décadas bajo la extorsión de la amenaza y el asesinato puro y duro.

Aquí es otro Aramburu, o al menos yo lo siento así: raramente circunspecto, vagamente ceremonial en el uso de la prosa y las voces narrativas, como si estuviera ensayando una fórmula de distanciamiento narrativo que haga un poco más descarnado el absurdo de la existencia humana. Hasta he llegado a conjeturar que ensaya una suerte de realismo del absurdo, donde las cosas suceden con una aparente naturalidad común y hasta costumbrista que en realidad oculta un gigantesco disparate, el disparate del absurdo y la irracionalidad, la insensatez de nuestra vidas cuando se someten a la mirada escrupulosa y a la vez sarcástica de un adulto escéptico dotado para la ironía, pero que apura la herramienta del estilo para que ese sarcasmo no aflore ni manche desproporcionadamente la página.

Son historias menores y banales que van cobrando consistencia literaria cuando el lector detecta ese mecanismo de fondo y manda la verosimilitud narrativa y la coherencia a paseo: todo cuadra, todo encaja, todo es razonable en apariencia pero todo oculta la perturbación interna de personas —o núcleos familiares— muy atrofiados, muy vapuleados pero sin el menor patetismo cuando han de convivir con los padecimientos del cáncer de un vecino (y decidir la gestión íntima de los recelos y las aprensiones, la fingida civilidad de todos, la doble vara que usamos para ellos y para nosotros), cuando la ciudadanía obedece y acata la obligación de dejar a su suerte a un anciano en la calle (es el remate del libro y el relato que le da título), cuando el azar de la existencia reúne de nuevo a un agresor y a un agredido sin que ninguno de los dos haya olvidado nada de lo que sucedió décadas atrás pero han sabido disimular magníficamente, la profunda disparidad entre la conducta aparente de las personas y lo que oculta de veras el corazón cansado o incluso un alarde virguero de técnica donde un dilema automovilístico condenado a la fatalidad se prolonga durante varias páginas.

Como coda final añadiría que el título escogido lo es menos por la voluntad de destacar la relevancia del último relato que por poner en la portada del libro un diagnóstico sutil e indirecto, Hombre caído, que delata el curtido escepticismo y hasta la punta de desengaño con la pandilla de cafres que somos.

Hombre caído

Fernando Aramburu
Tusquets, 2025
288 páginas
20,90 euros

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.
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