La diarquía de los Milei
Los hermanos Javier y Karina están al frente del Gobierno argentino y obligan a los demás a subordinarse a sus designios


Dos acepciones tiene la palabra “diarquía” en el diccionario de la Real Academia Española. ¿La primera? Gobierno simultáneo de dos reyes. ¿La segunda? Autoridad dividida y ejercida simultáneamente entre dos personas, dos instituciones o dos poderes. Y en eso estamos en la Argentina, de la mano de los Milei. Dos hermanos que están al frente de un país y el resto, ya lo dejaron muy en claro, debe subordinarse a sus designios.
Ellos, hay que reconocerlo, jamás lo ocultaron. Funcionan como tándem desde chicos, mal que les pese a varios de sus colaboradores que imaginaron o creyeron algo distinto, engañándose a sí mismos, ilusionados con que una tajada de poder era suya.
Se equivocó Carlos Kikuchi, el estratega electoral al que convocaron los Milei, allá atrás en el tiempo, cuando hacían sus primeros palotes en la ciénaga política, y al que desplazaron en 2023, en plena campaña presidencial.
Se equivocó Nicolás Posse, el primer jefe de Gabinete de Javier Milei. Con el correr de los meses pasó de definirlo como imprescindible a negarle el saludo en público. “Era mi amigo hace 18 años, no cumplió objetivos y pista, afuera”, fue la explicación presidencial.
Se equivocó incluso la vicepresidenta Victoria Villarruel, que creyó que Milei cumpliría su promesa de cederle los ministerios de Seguridad y Defensa, sólo para ver cómo le birlaban ambas áreas. Ahora, Milei la tilda de “bruta traidora”, entre otros brulotes.
El último que, al parecer, tropezó con el mismo espejismo es Santiago Caputo, aun cuando lo suyo tiene atenuantes: el presidente lo definió como “el arquitecto de la victoria” la noche del triunfo en el balotaje de 2023, y lo incluyó en un “triángulo de hierro”, con él y su hermanísima Karina. Pero fue insuficiente para blindarlo al asesor. Porque el poder en la Argentina de estos tiempos siempre tuvo dos vértices, no tres, y forman una recta, no un triángulo.
Durante los últimos días, Karina se encargó de trazar la línea roja. Y la comunicó, acorde a los tiempos que corren, con un posteo en la red social X. “Acá no se viene a especular. Se viene a defender con uñas y dientes las ideas del presidente. Y en esa batalla, la lealtad no es una opción: es una condición”, alertó.
Todos, dentro y fuera del Gobierno, apuntaron a Caputo como destinatario del mensaje. ¿Por qué? Porque el asesor que se percibe como la versión criolla del “Mago del Kremlin” dejó trascender sus profundas discrepancias con la estrategia electoral que delineó Karina con laderos como Sebastián Pareja y Martín y Eduardo Lule Menem. Y, también, con los candidatos que inscribieron en las listas libertarias, en desmedro de sus más cercanos.
Como para que no quedara dudas del verticalismo que demanda la diarquía vigente, Karina lo explicitó en ese mismo posteo. “Quien cuestione a quienes llevan esa bandera”, es decir, a ella misma, “no está criticando un armado; está cuestionando al presidente mismo y a la causa que nos trajo hasta acá”, zanjó.
Estamos, pues, ante un gobierno de hermanos, en el que nada hay por fuera de los Milei: ni ideológico, ni de estrategia política y electoral, ni de nombres, ni de comunicación. Y en esa línea, queda cada vez más claro, también, que ella es la verdadera jefa de Gabinete, de Gobierno o de gestión o como cada quien quiera definirlo, mientras que el Presidente fija y comunica las directrices generales.
Ya lo dijo el propio Javier. Él la llama “Kari” o “el Jefe” —no “la jefa”, para diferenciarla de Cristina Fernández de Kirchner—, y también como “la gran arquitecta” y como “Moisés”, como posteó en febrero de 2024, desde Israel, con un fragmento del Éxodo del Antiguo Testamento. ¿Cuál? Aquel en que Moisés castiga a quienes lo desafiaron a él y a Dios con un becerro de oro.
No fue esa la primera vez que Milei comparó a su hermana con el profeta y líder del pueblo de Israel. También lo dijo en la Feria del Libro de 2022 y antes lo había planteado en un programa televisivo, en el que adjudicó a Karina el rol de Moisés y a él mismo el de Aarón, su hermano mayor, que sirvió como su vocero y sumo sacerdote.
Menuda carga, pues, afronta Karina Milei, a la que el expresidente Mauricio Macri la había calificado entre los suyos como una mera “pastelera”, ya que ella vendía pasteles por Instagram hasta que se zambulló con su hermano en la política. ¿Cómo es el cuadro hoy? Macri perdió incluso su bastión fundacional, la ciudad de Buenos Aires, a manos de Karina, que le impuso al PRO una rendición incondicional.
Propios y extraños le reconocen mano de hierro a la hermanísima. Pero queda por ver si mostrará mejores resultados que otros “tapados” de la política argentina que parecieron brillantes cuando surgieron, acapararon cuotas enormes de poder y terminaron desgastados, como Marcos Peña o Santiago Cafiero, o vituperados, como “Antonito” de la Rúa. O mucho peor, que sembraron temor y cosecharon exilio.
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