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Juan Grabois, excandidato presidencial del peronismo: “Esas fotos de unidad forzada son como unir un jarrón roto”

Muy cercano al Papa Francisco y defensor de Cristina Kirchner, el dirigente social argentino critica la lista electoral que representará al peronismo en las elecciones legislativas y pretende postularse por fuera

Juan Grabois en las oficinas de su partido Patria Grande, en Buenos Aires, en junio del 2025.

— ¿Qué es está sentada?, pregunta Juan Grabois (Buenos Aires, 42 años) en un pasillo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la que dicta Teoría del Estado desde hace quince años. Los estudiantes se levantan para apurar los últimos repasos en la noche más fría del año. En un aula de tubos fluorescentes el profesor recibe a tres de ellos. Les pregunta si están nerviosos por el examen final, cómo le resultó el curso, les pide que hablen de Hobbes, de Hegel, de Marx, de Lutero, del lawfare y recuerda una cita de Mike Tyson sobre Maquiavelo. Vestido todo de negro —campera, pantalón, buzo y zapatillas—, escucha con la palma de la mano apoyada en la sien.

— El fin justifica los medios— dice un aspirante a abogado de 20 años. [Nayib] Bukele bajó el delito en El Salvador. Suspendió garantías constitucionales para conseguir un fin mayor. En ese caso se justifica.

Grabois nota la discrepancia entre ambos, pero celebra la capacidad argumentativa. El estudiante consigue un 8 sobre 10 como nota final.

En pasillos con esculturas de próceres del Derecho y carteles urgentes de agrupaciones estudiantiles, el profesor recibe pedidos de selfie y la pregunta de cuándo será presidente.

— Quizá en dos años— contesta.

Se sube a su tres puertas con material escolar y carpetas y atiende un llamado del secretario privado de Cristina Kirchner.

— Acá estoy, compañero, haciendo cosas. No en el pelotudeo de las listas.

El secretario le da una cita en San José 1111, el departamento donde la ex presidenta cumple prisión domiciliaria por una condena a seis años de cárcel por corrupción.

El fin de semana pasado, el peronismo —que se presenta ahora con el nombre Fuerza Patria— casi se fractura por los desacuerdos en la confección de listas de candidatos provinciales por Buenos Aires (representa más de un tercio del padrón nacional) para las elecciones de septiembre. Consiguió un pacto agónico entre los grupos en pugna —el de la expresidenta, el del gobernador Axel Kicillof y el del excandidato presidencial Sergio Massa— y la organización de Grabois quedó relegada en ese paraguas provincial.

Para las elecciones nacionales de medio término de octubre ha resuelto competir por fuera de Fuerza Patria con su líder como primer candidato a diputado nacional. “Las fotos de unidad forzada son como los intentos de unir un jarrón roto en pedazos y nosotros queremos ir hacia otro lugar”, dice a EL PAÍS en una de las cinco conversaciones que tuvo durante el último mes.

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Grabois compitió en la interna del peronismo para elegir a su candidato presidencial en las elecciones primarias de 2023. Hasta entonces, encontraba dos parecidos con Javier Milei: su carácter de outsider y el discurso anti casta. Compartieron programas de televisión, el esgrima de redes sociales y algún debate más formal.

— Cuando era un un predicador anarcocapitalista, me resultaba un interlocutor interesante para debatir. Traía ideas que son parte de los debates mundiales, como el fin de los estados. Aun con una formación muy superficial en política y filosofía, era un apasionado de las cinco convicciones que tenía y era absolutamente disruptivo en la decadente democracia de un país periférico como Argentina. Lo vi brotado cuando antes de asumir dijo que escuchaba voces y temí que podría terminar en un psiquiátrico. Todavía era otro Milei. Después se convirtió en esto.

Pregunta. ¿En que sentido?

Respuesta. El ejercicio del poder lo fue desangelando. Le empezó a gustar la plata, la adulación, los premios. Toma un avión para recibir el premio más insignificante del mundo. Son las conductas de un politiquero advenedizo. Supo y sabe representar un sector social al que le dicen “Estado presente”, y pregunta: ¿El hospital de mierda que tengo? ¿Esta escuela que no sirve para tres carajos? ¿Derechos laborales?

Tres grandes retratos ocupan el hall de entrada de la sede porteña de Patria Grande: los de José de San Martín, Eva Perón y Diego Maradona. En un tour por esa antigua clínica concluye que a ese lugar le falta alma. Entra a una reunión con su equipo político. Una dirigente come una manzana roja y un dirigente le regala el libro La Libertad de Angela Merkel. Grabois abre su cuaderno en la página con la orden del día. La responsable de comunicación da un parte sobre las métricas de sus redes y su canal de Youtube. Cuando más comparte sus propias entrevistas, crece; cuando más comparte el material de otros, decrece.

P. Una de las hipótesis de las organizaciones sociales era que Milei no duraría nada en la presidencia por el ajuste que se propuso hacer.

R. Los que preveían eso tenían una mala previsión para el corto plazo. Este gobierno todavía no terminó la mitad del primer periodo. Y a diferencia del estallido del 2001, hay Asignación Universal por Hijo (AUH), moratoria jubilatoria, que son estabilizadores sociales. Con lo bueno y lo malo porque genera conformismo. De todas maneras, creo que este gobierno va a tener una crisis y una explosión político-social escandalosa. No existen las condiciones en el pueblo argentino para seguir aceptando, durante mucho tiempo más, la agresión permanente contra toda oposición cultural, política, social, sindical y con una situación económica que se deteriora. Milei es un negacionista de la dignidad humana y eso tampoco es tolerable.

Juan Grabois, escritor, dirigente social y político argentino.

P. El gobierno ganó la elección en al ciudad de Buenos Aires y tiene grandes chances de ganar en la Provincia de Buenos Aires.

R. Al Gobierno le está yendo mal electoralmente y a la oposición aún peor. Si hay niveles de ausentismo del 50% como en Santa Fe, ya tenés un un pre “que se vayan todos”. Hay una crisis del sistema político argentino que puede ser terminal. No quiero que este sistema político resucite. Quiero que se acomode bajo nuevas formas. Me preocupa más lo que llamamos el campo nacional y popular, que la derecha. Me preocupa más nosotros que ellos.

P. ¿Lo dice por el cierre de listas del fin de semana pasado?

R. Con el cierre de listas vimos una nueva degradación. Como tres cocineros que se disponen a cocinar algo que huele a podrido. Cambiaron el nombre del sello —pasamos de Frente de Todos a Unión por la Patria para terminar en Fuerza Patria— como si la gente fuese tonta y no se diese cuenta de que es lo mismo. Nosotros apoyamos el Gobierno de Kicillof y lo vamos a defender, por eso estamos en esas listas. Pero no podemos integrarnos a una alianza moldeada por Sergio Massa, que busca reposicionar su grupo político-empresarial, colocar con gran eficacia a su gente y desmovilizar. Hay que ser más duros con el Gobierno de Milei. En esta elección nacional, tanto en la provincia de Buenos Aires como en otros lugares del país, vamos a avanzar con una lista propia. Confluiremos en el Congreso. Nos dijeron que sacaremos menos votos o que nos responsabilizarán por romper esa supuesta unidad. No vengo del palo de los que hacen esos cálculos.

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La madre, pediatra, militante de la Democracia Cristiana y católica, propuso que se llamara Juan Pablo en homenaje a Karol Józef Wojtyła, nombre secular de Juan Pablo II. El padre, sociólogo, dirigente peronista y judío, propuso Juan Domingo en homenaje a Perón. Acordaron quitar el segundo nombre. Juan Grabois conoció la fe a los 6 años: “Pensé en ser cura hasta que en segundo año del secundario me empezaron a gustar las chicas”. Le llevó más tiempo hacerse peronista.

Después de alternar escuelas públicas con privadas se estacionó en el ILSE, un secundario de la Universidad de Buenos Aires. En cuarto año un compañero provocó a su novia de entonces —esposa actual y madre de sus tres hijos—, reaccionó y terminó en una pelea de muchos contra muchos en plena Plaza Lavalle, a metros del Palacio de Justicia. “Siempre tuve problemas con la autoridad; no tengo una explicación para eso”.

Hasta los 18 años miró la ciudad desde un lugar de privilegio: un piso catorce frente al Botánico, cerca de la llamada milla dorada de la ciudad. Lo que evoca como una distopía —personas sin empleo formal rescataban los descartes de su edificio— hizo que se acercara a los cartoneros que llegaban desde distintos puntos del sur del conurbano bonaerense. Grabois trabajaba en un call centeer como destacado vendedor y estudiaba Derecho.

—Usaba camisa y pantalón y a veces traje. La Policía Federal les robaba a los cartoneros el 20% de lo que ganaban y por eso las primeras manifestaciones eran en las comisarías. Mi primera negociación fue en la novena con el subcomisario Carnero. No era aún abogado, pero era blanco y el subcomisario supo que podía tener problemas. Por eso yo nunca me proletaricé, sí hice un empobrecimiento lícito y voluntario. No me gusta la plata. La dirigencia peronista es de clase media alta. No la miro con superioridad moral. Mi opción, simplemente, es otra. No acepto ser rentado y me gano la vida con las clases y los libros y columnas que publico.

Cuando los hijos le preguntan si es político, les dicen que no. “En política hay que establecer relaciones condicionales, de no crear la mística del asado. Las incondicionales están en otro lado”. A uno de sus hijos, de 13 años, no le interesa la política. Consagrado al fútbol, es un derecho que juega de extremo izquierdo. Un lunes de noche de julio el padre lo deja al borde de la cancha de su club en la residencial Vicente López y sigue viaje a un canal de televisión al que fue invitado para defender la inocencia de Kirchner.

— No me gustaba el kirchnerismo una mierda —dice ya al volante y su voz se superpone con las indicaciones del GPS. En su primer discurso de presidente Néstor dijo: “Yo voy a reconstruir la burguesía nacional”. Bueno, que te vaya bien, flaco. Nosotros queremos hacer otra cosa. Éramos el Movimiento de Trabajadores Excluidos: 10 personas de clase media y 80 cartoneros organizados. La etapa más picante y la de ampliación de derechos sociales fue la de Cristina: Asignación Universal por Hijo, conflicto con las entidades patronales del campo, la expropiación de YPF. Nosotros, que veíamos una sociedad totalmente injusta, quedamos de ese lado. Pero estuve lejos del kirchnerismo hasta el 2017, cuando acompañé Cristina a las indagatorias de sus causas judiciales, dos meses después de conocerla, y por el lawfare latinoamericano contra (Luis Inacio) Lula (Da Silva), contra (Rafael) Correa. No es la defensa de la Cristina prometeica, sino la Cristina víctima. Víctima por las cosas que hizo bien y no por las cosas que hizo mal. Víctima por enfrentarse al poder.

Juan Grabois, fundador del partido Patria Grande, en las oficinas del partido.

Dos personas de su organización lo esperan en la puerta del canal de televisión, como a cada evento que se anuncia con antelación.

—A veces cuidan de que yo no me caliente y responda cuando me insultan— cuenta.

En los aeropuertos suelen enrostrarle el gasto del viaje y el supuesto financiamiento estatal. Una vez por mes va con Ofelia Fernández, una de las jóvenes destacadas de su organización, a un polígono de tiro en el barrio porteño de Flores.

Ya sentado en el estudio, Grabois repasa sus apuntes. En tres minutos dice que Kirchner es inocente porque a la gente inteligente no le interesa la plata, que los integrantes de la Corte Suprema son ladrones y que cuando él sea presidente Milei y su hermana Karina irán presos y luego los indultará.

De regreso, sobre una autopista vacía, habla de la Biblia y recupera cierta calma.

P. ¿Por qué llamó “madrecita” a Cristina?

R. Porque activa el arquetipo de la Gran Madre de Carl Jung. Cristina es la líder y al mismo tiempo es necesario el trasvasamiento generacional, que la líder vaya a otra posición: de filósofa, de inspiradora. ¿Por qué Cristina apoyó que los últimos candidatos presidenciales sean [Daniel] Scioli, Alberto [Fernández] y [Sergio] Massa, que son lo más distante ideológicamente de ella? Porque no quiere o no puede soltar el lugar de la representación del sector más dinámico del peronismo. Me calenté mucho cuando bajaron a Wado de Pedro (de la candidatura presidencial en 2023). Ese día le dije: “¿Por qué te estás poniendo conservadora y vieja?”. Se enojó y me contestó: “El sistema es muy poderoso”. Le creo. Tuve el 6%, un millón y medio de votos [en la interna peronista con Massa]. No tuve el apoyo de Cristina ni su oposición.

P. ¿Qué hay de su madre en Cristina?

R. Tiene conductas de señora de clase media acomodada. Mi mamá es la primera profesional de su familia. Creo que Cristina también: papá colectivero y mamá ama de casa. Clase media ascendente, que le fue bien, que llegó a Recoleta y Barrio Norte, que quiere tener la prepaga [seguro médico privado], comer en (la casa de chocolates) Rapanui y vestir linda ropa.

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El estudio de abogados de Grabois y asociados funciona a metros de una avenida en Florida, provincia de Buenos Aires. Los pasillos del edificio son oscuros; las terminaciones, económicas. En la sala central del estudio cuelgan fotos de Grabois con el Papa Fransicco, con Lula, libros de Derecho, pizarrones, banderines de clubes de fútbol barriales. Mientras fuma, mira videos de Steve Bannon, el estratega de la derecha nacionalista más radical. Es un viernes feriado.

—Las discusiones más interesantes están en la derecha de Estados Unidos.

En mayo, después de dar una charla en Princeton, Grabois se reunió durante cinco horas con Bannon en Washington. Quería hablar de enemigos comunes —algunas empresas tecnológicas— y de la posibilidad de una intersección en el humanismo y la defensa de las clases trabajadoras. “Su humanismo tiene una desviación muy grave: el no respeto a la dignidad de los migrantes ilegales”. La charla empezó en el estudio donde Bannon graba su podcast político War Room y terminó en un bar MAGA cercano a la Corte Suprema de Justicia.

—Le dije —cuenta Grabois— que Francisco no era woke, que no había entendido nada.

Le dio un rosario del Papa, Bannon lo rechazó emocionado hasta que finalmente lo aceptó.

A mediados de 2005, el arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio se interesó por un amparo de la agrupación de Grabois en el que pedían guarderías para los hijos de cartoneros. Mientras presionaban sobre el poco receptivo gobierno del progresista Aníbal Ibarra, Bergoglio dio una misa en la catedral de Buenos Aires. Dijo que el gobierno prohibía la tracción a sangre de los caballos, pero no la tracción a sangre de los niños, en referencia a los menores que debían acompañar a sus padres durante la búsqueda de cartón. Un año y medio después Grabois lo conoció en persona y le pidió que diera una misa “por una sociedad sin esclavos ni excluidos”. La repitió hasta que lo ungieron Papa.

P. El cristinismo lo atrajo por su radicalidad, pero se acercó a Bergoglio, que parecía más cercano a la moderación.

R. ¿Qué moderación? Bergoglio siempre tuvo un discurso radicalizado contra la injusticia estructural. Kirchner lo puso como jefe de la oposición. Buen lugar porque él siempre se opuso a todos, incluido a los Kirchner. Nadie lo escuchaba ni nadie lo leía aún cuando era Papa.

El último jueves de junio, Grabois visita una zona áspera de la avenida Lafuente de Villa Soldati. Con una misa, el arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, José Ignacio García Cuerva, inaugura un pequeño predio deportivo que homenajea a Francisco y pretende ayudar a los adictos a las drogas. Apenas antes del anochecer, García Cuerva habla de la posibilidad de recobrar una libertad fuera de las adicciones. Pide que suban al escenario dos personas encadenadas. Las cadenas —hace notar— son las drogas. Una banda de curas ofrece una versión de Yesterday de los Beatles y luego queda fijada una lista de música tropical. Unos pocos bailan en el pasto sintético y por un altavoz se ofrece merienda para niños y una pelea de box para grandes.

—¿No que es cierto que ustedes ven a los políticos de nuestra organización como boludos?— le pregunta Grabois a un dirigente social que ceba mate.

—Sí— responde.

—Quedé del lado de los boludos— concluye sobre una gigantografía del Papa.

P. ¿Cómo influyó en usted Francisco?

R. Era un tipo de escucha, de percepción, y después enseñaba. La importancia de los procesos por sobre los espacios, el desarrollo de las contradicciones, la diferencia entre lo global y lo universal, la centralidad de los pobres y su lucha en el evangelio. Ningún cura lo decía. Combinaba la radicalidad socioeconómica, el conservadurismo moral -de la buena moral, no la de la cintura para abajo, la moral sexual- y la cercanía con la vida material de la gente. No miraba tanto el rosquería político del medio.

P. Lo confirmó y usted se confesó con él. ¿Le dio alguna orientación política general de 2023 en adelante?

R. En Santa Marta le dije: “Che, yo no hice la confirmación, ¿me confirmás?”. Agarró las velitas, hizo el ritual. Una vez sola me confesé con él y fue hace unos cuatro años. Algo intermedio entre Papa y amigo. No sé si fue con absolución, no me acuerdo bien. Jamás el Papa me dio una indicación sobre política partidaria. Siempre fue un apoyo contundente a los movimientos sociales y yo como un organizador de eso. Fui muy cuidadoso de no utilizar ese vínculo como elemento de prestigio político. Yo le preguntaba mucho y él siempre tuvo la misma respuesta: “Seguí adelante, discerní y seguí adelante”. Con una excepción. Cuando me postularon a Defensor del Pueblo le dije “voy a hacer un quilombo bárbaro”” y me puso una carita como de que no. Desistí inmediatamente.

P. En muy poco tiempo murió su papá y el Papa.

R. Empecé a ir a la psicóloga, que nunca había ido, porque hay una cosa del duelo que existe, que está ahí. Son duelos que conviven, son dos padres. Voy desde bastante joven al psiquiatra. Soy depresivo. No tengo vergüenza en decirlo. Me genera una sensación de asedia, de desgano, algo paradójico en alguien que es muy activo. ¿Qué es lo que me jala a mí? El sentido del deber. Mi tío era esquizofrénico, mi abuelo estuvo en un neuropsiquiátrico y otros miembros de mi familia y algunos de mis mejores amigos tienen problemas de salud mental. Hablé mucho de eso con Francisco. En una entrevista le preguntaron: “¿Cómo quiere que lo recuerden?”. Y contestó: “Como alguien que hizo lo que pudo”. Soy alguien que hace lo que puede.

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