Los 150 ‘hijos’ de Obradovic: “Su legado va a perdurar siempre, Zeljko será entrenador aunque no entrene”
El técnico campeón de nueve Copas de Europa ha contagiado a muchos de sus jugadores para que sean técnicos. Pablo Laso y Jaka Lakovic ensalzan su legado


¿Cómo se mide el legado de una leyenda? Zeljko Obradovic dimitió hace un par de semanas como entrenador del Partizán de Belgrado y su marcha ha dejado un vacío imposible de llenar en el baloncesto europeo. Hay un antes y un después de Obradovic tanto por lo ganado como por lo enseñado. Si el mito se cuenta al peso, nadie luce un palmarés semejante, coronado por nueve Copas de Europa: Partizán 1992, Joventut 94, Real Madrid 95, Panathinaikos 2000, 2002, 2007, 2009 y 2011, y Fenerbahçe 2017. En perspectiva, el siguiente escalón lo ocupan cuatro entrenadores (Gomelsky, Ferrándiz, Maljkovic y Messina) con cuatro coronas cada uno. Y si la eternidad se juzga por su influencia en el juego y en las siguientes generaciones, ahí tampoco admite comparación el viejo sabio. A los 65 años, después de 34 en la pizarra, Obradovic ha creado escuela como entrenador de entrenadores. Él mismo calcula que 150 jugadores que han pasado por sus manos se han convertido en técnicos “a todos los niveles”.
La lista incluye a ilustres como Pablo Laso, Sarunas Jasikevicius, Aleksander Djordjevic, Vassilis Spanoulis, Jaka Lakovic, Sasa Obradovic, Mike Batiste… En todos ellos se adivina una parte del sello Obradovic: su pasión por el juego, el conocimiento obsesivo que le impedía dormir imaginando las preguntas que le harían sus jugadores y cuyas respuestas él necesitaba conocer para ganarse la autoridad, ese carácter volcánico, la fidelidad a su palabra, el trato cercano en la intimidad… Un genio con muchas caras.
Hvala ti, Željko!#KKPartizan pic.twitter.com/GnhDbqLW4A
— KK Partizan Mozzart Bet (@PartizanBC) November 26, 2025
Curiosamente, un hilo conductor une a muchos de esos alumnos que ha dejado como descendencia. Casi todos eran bases, la posición que Obradovic desempeñaba en la pista en su época de jugador y que después en la banda consideraba la piedra angular de su esquema. Laso, Jasikevicius, Spanoluis, Djordjevic, Lakovic… De base a base, de entrenador a entrenador, una complicidad especial para transmitir la sabiduría. Una de las excepciones es Batiste, el ala-pívot estadounidense que moldeó nueve años en el Panathinaikos y que ahora es asistente en los Toronto Raptors tras ejercer ese cargo en Brooklyn, Charlotte, Orlando, Washington y Houston. La cátedra de Obradovic también ha llegado a la NBA.
“Fue el primero que dijo: ‘Pablito será entrenador”, recuerda hoy Pablo Laso, jugador a las órdenes del profesor en el Real Madrid entre 1995 y 1997. Obradovic era entonces ya un referente que había conquistado la Copa de Europa con tres equipos diferentes (Partizán, Joventut y Madrid) en sus cuatro primeras temporadas como entrenador. Con ese palmarés bajo el brazo, sus métodos no se discutían.
“El jugador cuando sabe que va a ser entrenado por Zeljko está más abierto de mente porque es un técnico reputado. La influencia que tiene en un jugador interesado en saber y aprender es muy grande porque transmite pasión, deseo y ganas en todo, desde preparar un entrenamiento a una final, por qué se hace esto u otro.... Fue el primero que me dijo a solas: ‘Pablo, cuando tú entrenes, porque serás un gran entrenador, harás lo que tú quieras, pero ahora soy yo el que mando’. Siempre ha tenido una visión adelantada a su tiempo”, analiza Laso, uno de sus discípulos más aventajados, campeón de la Euroliga en 2015 y 2018 con el equipo blanco y muchas veces frente al maestro en la banda en la competición europea.
“Yo como técnico lo que más he intentado repetir de él es saber valorar a cada jugador por lo que puede hacer bien y lo que puede dar el equipo. Él podía valorar tanto que hicieras una buena defensa como que metieras 45 puntos. Lo importante era el trabajo bien hecho de cada uno y él sabía transmitir esa importancia”, añade Laso, y admite esa “conexión especial con los bases”: “Él fue muy bueno en esa posición y valoraba cómo esos jugadores eran capaces de ser buenos ellos y de hacer mejores a los demás y al equipo. Su legado va a perdurar siempre. Si hace 20 años Zeljko era un referente, lo seguirá siendo en otros 20. Obradovic será entrenador aunque no entrene”.

El esloveno Jaka Lakovic también forma parte de los herederos. Entre 2002 y 2006 vistió la camiseta verde del Panathinaikos y en su último curso en Atenas coincidió además con Spanoulis. Su carrera como entrenador le ha conducido al banquillo del Bilbao Basket, el Ratiopharm Ulm y desde 2022 el Gran Canaria, además de ser asistente en el Joventut y en la selección de Eslovenia. Lakovic no olvida aquellas lecciones. “Cuando conocí a Obradovic era mi primera experiencia fuera de mi país. Yo llegué como el máximo anotador del Novo Mesto y con él me di cuenta de que no tenía ni idea de baloncesto. Zeljko me reseteó, me empezó a formar en el juego de verdad, me hizo preguntarme el porqué de cada jugada o movimiento. Esa demanda la tenía sobre todo con los bases porque es el jugador que debe preocuparse por cómo funciona el equipo y era una pieza básica en su sistema. Gracias a él aprendí a ser un verdadero profesional y todo lo que se necesita para tener éxito al nivel más alto. Su ambición día a día, su amor por el baloncesto, me contagió, me comió. Empecé a ver el juego de otra manera, acabé viéndolo como él y ya estaba vendido. No solo era su idea de baloncesto, sino de la vida. Aunque por la tele parezca que no, él siempre está al lado de sus jugadores, los protege como si fueran sus hijos. Su relación es maravillosa”, afirma Lakovic. ¿Su aprendizaje? “Como técnico yo he intentado heredar su nivel de exigencia y la importancia del detalle. Y cómo comportarme fuera de la pista. Por mucho que ha ganado, Zeljko nunca ha dejado de ser una persona normal. Su legado es enorme. Nadie puede alcanzar su grandeza”.
Obradovic se ha ido, o eso parece. En el Partizán comenzó su histórica carrera y en casa ha cerrado el círculo. Nadie sabe si volverá a entrenar, pero nadie discute el legado del gran padre.
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