El remedio peor que la enfermedad
José Jerí ha enfrentado acusaciones por corrupción, abuso de poder, desobediencia a la autoridad y una denuncia por violación sexual, archivada entre cuestionamientos

En el Perú ya no gobierna la razón, sino la improvisación. Anoche el Congreso destituyó a Dina Boluarte por “incapacidad moral permanente” —esa fórmula mágica que sirve para disfrazar intereses— y hoy, como si el destino se burlara del país, el sillón presidencial lo ocupa José Jerí Oré, un abogado de 38 años cuya hoja de vida genera más alarma que esperanza. Lo más grave es que el mismo Congreso que lo protegió de rendir cuentas ahora lo ha convertido en jefe de Estado.
Su historial no inspira confianza. A lo largo de su paso por el Parlamento, Jerí ha enfrentado acusaciones por corrupción, abuso de poder, desobediencia a la autoridad y una denuncia por violación sexual, archivada entre cuestionamientos. Además, fue señalado por presuntas maniobras irregulares cuando presidía la Comisión de Presupuesto, donde habría beneficiado proyectos con fines políticos. Todo ello mientras cultivaba una imagen pública de eficiencia y transparencia que nunca se reflejó en resultados.
Jerí no llegó al Congreso por mérito propio. Obtuvo apenas 11.000 votos y accedió al cargo como suplente del inhabilitado Martín Vizcarra, de la misma cantera y considerado el peor presidente de la historia reciente. Sin mayor trayectoria, terminó al frente del Legislativo y, por obra de la vacancia, en la Presidencia de la República. Su breve paso por la dirección del Congreso fue errático: acumuló críticas por su falta de liderazgo, por decisiones administrativas polémicas y por una clara inclinación a pactar con las bancadas que hoy lo respaldan.
En su primer mensaje como mandatario prometió “humildad, empatía y reconciliación nacional”. Pero esas palabras, ya gastadas por la costumbre, poco significan frente a la realidad: el país vuelve a caer en manos de un improvisado, sostenido por alianzas circunstanciales y por un entorno más preocupado en aprovechar la coyuntura que en servir al país.
El peligro no radica solo en su inexperiencia, sino en la necesidad de quienes lo rodean. Diez meses de poder bastan para colocar funcionarios, cerrar acuerdos y asegurar impunidades. El Perú ha visto este guion demasiadas veces: comienza con promesas de unión y termina con escándalos, blindajes y nuevas fracturas.
La trayectoria, las denuncias y los cuestionamientos que hoy pesan sobre José Jerí no son rumores ni exageraciones. Están ampliamente documentados en medios nacionales e internacionales, en redes sociales y en los propios canales oficiales del Congreso de la República. Todo está ahí, al alcance de cualquiera que quiera ver.
Y aun así, volvemos a empezar. Porque en este país, cada vez que creemos haber tocado fondo, alguien se encarga de excavar un poco más.
A veces, como ahora, el remedio resulta peor que la enfermedad.
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