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Martín Vizcarra, el quinto inquilino en la cárcel para expresidentes peruanos

El exmandatario tendrá como compañeros de encierro a Pedro Castillo, Alejandro Toledo y Ollanta Humala

Martín Vizcarra en una audiencia el 13 de agosto del 2025.
Renzo Gómez Vega

Al este de Lima, en el distrito de Ate, dentro de una sede policial que alguna vez fue una hacienda, existe un penal insólito en América Latina: castiga con el encierro únicamente a quienes han gobernado Perú. Desde hace 18 años, la mayoría de hombres que obtuvieron el respaldo popular y se cruzaron la banda presidencial acabaron el último tramo de sus vidas presos en un mismo espacio, la cárcel de Barbadillo.

El primero de ellos fue Alberto Fujimori (1990-2000), el ingeniero nikkei acusado de múltiples delitos que, tras ser extraditado de Chile, ocupó en 2007 una celda de cincuenta metros cuadrados con comodidades ajenas a los presos comunes del país: baño propio, una sala comedor y un jardín.

Ese lugar está habitado desde abril por Ollanta Humala (2011-2016), el líder nacionalista condenado a quince años de prisión por lavado de activos. En las celdas contiguas, un poco más pequeñas, pero con el mismo confort, están recluidos Alejandro Toledo (2001-2006), condenado en el 2024 a 20 años de prisión por colusión y lavado de activos; y Pedro Castillo (2021-2022), quien se encuentra en prisión preventiva desde fines de 2022 por su fallido autogolpe.

Desde la semana pasada, Barbadillo está en su capacidad máxima: por primera vez hay cuatro exmandatarios encarcelados al mismo tiempo. Martín Vizcarra (2018-2020) es el último inquilino. El Poder Judicial le impuso una prisión preventiva de cinco meses porque todo indica que habría recibido 2,3 millones de soles (unos 650.000 dólares) en sobornos de constructoras que ganaron las licitaciones de megaobras durante su gestión como gobernador de Moquegua, una región de la costa sur. La Fiscalía pide quince años de prisión en su contra por cohecho pasivo. El ingeniero civil que sucedió a Pedro Pablo Kuczynski, además, enfrenta una segunda acusación por colusión simple que está todavía en una fase intermedia del proceso penal.

Cuando el juez dictó la sentencia, Vizcarra tenía una puesta en escena preparada: un video en sus redes sociales donde se victimiza y alega que su estancia tras las rejas es producto de un pacto mafioso que pretende borrarlo del mapa político. Sus adversarios han celebrado su reclusión a medias: si bien Vizcarra carga con tres inhabilitaciones para desempeñar cargos públicos, los analistas avizoran que, tras una eventual jugada maestra, pueda usar su encierro a su favor para tentar la presidencia en las elecciones generales del 2026.

Si algo le reconocen los analistas políticos a Martín Vizcarra es su capacidad para capitalizar todo lo que le sucede, más allá de que sea positivo o negativo. Su escándalo de infidelidad con Zully Pinchi, una candidata al Congreso que integraba el mismo partido que él, inspiró una canción viral llamada Mi bebito fiu fiu. Su apodo del lagarto, revelado por el periodista Carlos Paredes en un libro, lejos de dejarlo mal parado como el típico lobo con piel de cordero, se ha convertido en su sello marketero: ha producido gorras, peluches y hasta panetones. Lo ha acercado a la gente, sobre todo a quienes pasan largas horas en TikTok.

Vizcarra es el político peruano que mejor ha explotado sus redes sociales en los últimos años. Y lo ha conseguido sin necesidad de que sus clips sean muy elaborados. No se percibe un gran equipo de edición detrás sino la aplicación de la vieja fórmula de documentar cada paso de la vida con constancia: preparar el desayuno en pijama, practicar algún deporte, acariciar a las mascotas, desempolvar un libro de vez en cuando, arreglar un desperfecto en casa. A eso hay que añadirle que Vizcarra no es carismático ni tiene una voz persuasiva.

El periodista Fernando Vivas sostiene que ser desangelado es una de sus virtudes. “Narra bien porque no es expresivo. Su neutralidad gestual —no pierde los papeles, no se emociona, no se despeina— le permite sostener el cinismo, la mentira y otras formas de negación de la realidad. Otros políticos se delatan con facilidad. Él no”. Sus trincheras de TikTok, Instagram y Facebook —esta última aún muy usada por los peruanos— lograron eclipsar durante mucho tiempo sus fallos y sus líos con la justicia, entre ellos el haberse vacunado junto a su familia en secreto contra el covid-19.

“Ahora que haga sus TikToks desde Canadá”, han ironizado en X mientras las columnas de opinión especulan con un encuentro entre Vizcarra, Castillo, Toledo y Humala. “Cuatro exjefes de Estado apretujados en la misma prisión forman ya una cuadrilla, un escuadrón, una pandilla. O quizás, en términos más juveniles, una patrulla”, señala con sorna el periodista Mario Ghibellini. Funcionarios de la penitencia no han descartado que por lo menos coincidan de a dos en el tópico de enfermería.

Este fin de semana, una pequeña portátil de su partido Perú Primero realizó un plantón en los exteriores del penal de Barbadillo, exigiendo su liberación. Habrá que ver cómo reacciona Vizcarra al encierro. Alejandro Toledo se “descompensó” oportunamente en su audiencia más reciente; Pedro Castillo envió un mensaje presidencial alternativo por fiestas patrias; en tanto, Humala, como buen militar, ha asumido su destino en silencio. Sus esposas se encuentran refugiadas en Israel, México y Brasil, respectivamente. Solo Vizcarra podrá ser visitado por su cónyuge, la educadora Maribel Díaz Cabello.

Este martes, Martín Vizcarra asistirá a su primera audiencia desde su internamiento. Desde hace un año, Barbadillo cuenta con una sala, dotada de tecnología de punta, para que sus ilustres reos afronten sus procesos judiciales de manera presencial o virtual. Por ahora no se dan abasto para albergar a nadie más.

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Sobre la firma

Renzo Gómez Vega
Periodista y escritor. Ha escrito en los medios peruanos 'El Comercio', 'La República', el semanario 'Hildebrandt en sus Trece' y 'Salud con Lupa'. Fundador de la revista digital 'Sudor'.
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