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La izquierda de Evo Morales se asoma al abismo 20 años después del primer triunfo

El expresidente de Bolivia, desprestigiado y en guerra interna con el actual mandatario, hace campaña por el voto nulo en unas elecciones en las que la derecha es favorita

Evo Morales durante una manifestación en Entre Ríos, Cochabamba, Bolivia, el 14 de agosto de 2025.
Caio Ruvenal

Mineros, indígenas, dirigentes sindicales e intelectuales de izquierda se vieron seducidos hace 20 años por el proyecto político del Movimiento Al Socialismo (MAS). El partido era una fuerza social que rompía con la lógica elitista y excluyente de los partidos a finales de los noventa, con raíces en las organizaciones campesinas, federaciones obreras y centrales agrícolas. El triunfo llegó en 2006, cuando Evo Morales, de ascendencia aimara y origen humilde, se convirtió en el primer presidente indígena de Bolivia. Los años han pasado y el centralismo de Morales bloqueó nuevos liderazgos. Cuando su imagen se deterioró, el proyecto cayó con él.

Bolivia girará a la derecha, casi con toda seguridad, en los comicios de este domingo, según todos los sondeos. El nuevo rumbo lo propicia una de las peores crisis económicas del país en este siglo, pero también el conflicto interno que dejó quebrado en varios pedazos al MAS. El partido que gobernó dos décadas gracias a su capacidad de concentrar al bloque popular, la ideología marxista y la indigenista, no ha superado sus disputas personales y llega a la papeleta dividido.

El origen se remonta a hace tres años, cuando Morales empezó a cuestionar algunas decisiones del actual presidente, Luis Arce—a quien él mismo había escogido como sucesor— en el armado del Gabinete de ministros. “Evo reunía a sus organizaciones e intentaba dar línea al Gobierno. Incluso a nivel internacional, cuando había invitaciones, iba en representación del país, haciendo una suerte de presencia paralela a Arce. Dejó el precedente de que él era el hombre del MAS y Arce un sustituto funcional”, explica la politóloga María Teresa Zegada, estudiosa del masismo. El presiente respondió a la presión con un cerco judicial: se reabrió un caso contra Morales por estupro y trata de menores, mientras que el Tribunal Constitucional dictaminó que Morales no podía ser reelegido.

Así, la Asamblea, donde el MAS siempre fue mayoría, se fracturó entre evistas y arcistas. “Esta división penetra en la estructura del partido, que es una aglomeración de movimientos sociales. Entonces, ahora tienes hasta tres facciones paralelas de una misma confederación de campesinos o de la federación de mujeres bartolinas”, sostiene Zegada.

Una nueva arista surgió cuando Andrónica Rodrígez, presidente del Senado y considerado el sucesor natural de Morales, lanzó su postulación a la presidencia. Su mentor lo tomó mal y lo tachó de traidor. El MAS, que durante tanto tiempo alardeó de unificar a las izquierdas, llega así dividido en tres frentes al día de la votación. Está la candidatura oficialista, la arcista, a través del exministro de Gobierno Eduardo del Castillo; la de Rodríguez, que parece ser la de mayor apoyo y con únicas posibilidades de al menos llegar a una segunda vuelta, y la de Morales, quien, a pesar de estar inhabilitado, hace campaña por el voto nulo para deslegitimar el proceso.

“Esto ha implosionado y es imprevisible saber por quién van a votar las diferentes organizaciones y movimientos sociales. Están migrando constantemente de un lado a otro”, analiza Zegada. Arce intentó reunificar al bloque convocando a encuentros, pero ninguno de sus antiguos compañeros asistió. “Unidad no es tapar traiciones”, le respondió Morales en un posteo en X.

Rodríguez, por su parte, intenta alejarse de la degradada imagen del actual Gobierno, al que la población culpa por la escasez de dólares y la inflación, que en mayo alcanzó el 19% interanual. El partido Morena, una minoritaria facción del masismo que terminó retirándose de las elecciones, aseguró, a través de sus representantes, que hubo negociaciones para incluir a evistas en sus listas, pero no prosperaron. “Evo todavía piensa que algún partido lo puede inscribir como candidato presidencial”, dijo Iván Lima, jefe de campaña de esa agrupación. Morales incluso aseguró que Rodríguez le había ofrecido la vicepresidencia, pero que él lo tomó como un “insulto”. La supuesta propuesta fue desmentida horas después por su antiguo pupilo.

“El Gobierno es el causante de evitar que un partido de izquierda participe en las elecciones”, dice Iván Canelas, periodista y uno de los hombres más cercanos a Morales, a quien lo acompañó como funcionario en todos sus gobiernos, desde 2006 hasta su derrocamiento en 2019. “Los que están participando no son de izquierda, solo hay de la extrema derecha, con candidatos millonarios y apoyo externo (…) y los demás, los denominados ‘centro’, que al final no son ni chicha ni limonada. O eres de derecha o de izquierda, no hay medios en política”, agrega.

Canelas, quien fungió como viceministro, vocero y gobernador de Cochabamba por el MAS, ha desaparecido de la vida pública y no hace campaña por el voto nulo; sin embargo, representa el testimonio de lo hondo que ha calado la figura de Morales en sus allegados. “La historia de Evo es fascinante porque es casi imposible pensar que un niño que nació en la más absoluta pobreza, que dormía encima del cuero de las llamas y ovejas (…) sin servicios básicos, pastor de llamas, podía llegar a ser el primer presidente indígena de Bolivia”, dice.

La tercera reelección

El expresidente perdió apoyo de los sectores urbanos populares y de clase media cuando tomó la polémica decisión de lanzarse a una tercera reelección —con maniobras jurídicas— en los comicios de 2019, que terminaron con acusaciones de fraude y su posterior derrocamiento. No obstante, su considerado “círculo duro”, principalmente cocalero, parece seguir respondiendo con fidelidad cualquier mandato. “Representa simbólicamente algo muy fuerte en Bolivia, que es la reivindicación de 200 años de exclusión étnica. Hay un racismo latente que no se ha superado, y Morales se ha apropiado del proceso. No ha surgido un perfil que le dé tranquilidad a su gente de que no van a ser excluidos de nuevo”, refiere Zegada.

El capital de movilización de Morales ya no es el mismo y se prepara desde su trinchera en el Chapare para desgastar gradualmente al próximo Gobierno, como en sus orígenes de sindicalista cocalero. El impacto social y económico que se prevé significará la austeridad fiscal y el vuelco liberal generará un malestar que Morales intentará capitalizar.

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