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Bolivia se encamina a una elección fracturada por la pelea entre Evo Morales y el presidente, Luis Arce

A un mes de votar, el expresidente, inhabilitado como candidato, construye una imagen de proscrito que el Gobierno refuerza desde la justicia

Luis Arce y Evo Morales.
Caio Ruvenal

“Sin Evo no hay elecciones”, fue una de las advertencias que la semana pasada lanzaron las organizaciones sociales que apoyan al expresidente Evo Morales. Lo hicieron tras uno de los encuentros que protagonizó el líder cocalero a lo largo de la semana en diferentes provincias de su feudo político del Chapare, en Cochabamba. Morales proyectó una imagen de perseguido político, luego de denunciar que su inhabilitación como candidato —por haber sido ya reelecto dos veces— responde a un supuesto soborno del Gobierno al órgano electoral. Exige que su nombre aparezca en la papeleta presidencial el próximo 17 de agosto, en unos comicios donde gran parte de los bolivianos deposita sus esperanzas para salir de una profunda crisis económica que ha dejado al país con la tercera tasa más alta de inflación de Sudamérica, solo por detrás de Venezuela y Argentina.

El Tribunal Supremo Electoral llamó a la calma y anunció un resguardo coordinado entre la Policía y el Ejército para el día de las votaciones. Sin embargo, el precedente del bloqueo de carreteras hace un mes, que enarbolaba la misma demanda, esparce el temor a una escalada de violencia social. En aquellas protestas, el enfrentamiento entre gendarmes y grupos evistas dejó un saldo de cinco muertos: cuatro uniformados y un manifestante, según datos oficiales. Un nuevo capítulo de la cruzada que mantienen desde 2022 los aliados de Morales y el presidente, Luis Arce, alguna vez su principal aliado.

La ofensiva de Arce se ha basado en acusaciones penales por terrorismo, instigación a delinquir y otras denuncias que suman un total de 16. Pesa además sobre el exmandatario una orden de detención por no presentarse a declarar en un supuesto caso de abuso sexual a una menor, proceso archivado en 2020 pero reabierto en 2024. “Arce utiliza toda la maquinaria institucional que le permite su posición, y Morales, su poder de movilización. Ambos están generando caos. Polarizar es un gran mecanismo de adhesión de votos, de simpatía y de reducción de la popularidad de otras personas”, dice la analista política Quya Reina.

El líder indígena está fuera de la carrera electoral por ya haber ejercido tres mandatos (2006-2019), pero asegura que existe un importante porcentaje de la población que lo quiere de nuevo como presidente. En sus presentaciones en el Chapare se ha atribuido como suyo los más del 30% que suman en las encuestas los votos nulos, blancos e indecisos. Los siete sondeos de opinión autorizados hasta el momento coinciden en este número y en perfilar un empate técnico entre los candidatos que se presentan como de derecha: Samuel Doria Medina y Jorge Tuto Quiroga.

El cúmulo de este voto sin preferencia no necesariamente responde a la base electoral evista, sino también a una “decepción generacional”, de acuerdo con el magíster en filosofía política y director de la Universidad Privada Boliviana Óscar Gracia. Parte del electorado desea un cambio de rumbo político, pero ve en los candidatos de derecha a una vieja clase política que intenta llegar al poder desde principios de siglo. Y a una izquierda que culpa a su modelo económico de la falta de dólares y la escasez de combustible causada por la reducción en la venta de gas.

En ese grupo también hay personas que no tienen a su aspirante entre las opciones: “En las encuestas está ausente un porcentaje de la sociedad que todavía apoya la figura de Evo. Y eso no es saludable, porque lo que no se sintetiza de manera política, rebalsa de manera social”, argumenta Gracia. “Es importante que uno de los actores políticos logre canalizar, por lo menos parcialmente, ese pálpito social que todavía está ligado a Morales para que mida fuerzas dentro del marco de la institucionalidad democrática”, dice.

La opción de que las bases de Morales estén presentes en las próximas elecciones sin que su nombre figure como candidato surgió en los últimos días. El partido Morena, uno de los pedazos que dejó la fractura interna del Movimiento al Socialismo (MAS) y que ocupa los últimos puestos en las encuestas, afirmó que entablaba conversaciones para que dirigentes cercanos a Evo ocupen algunos lugares en su lista de diputados y senadores.

El jefe de campaña de Morena, Iván Lima, aseguró en televisión que esperan una respuesta del dirigente cocalero. “Evo Morales todavía piensa que algún partido lo puede inscribir como candidato”, dijo quien fue ministro de Justicia de Arce. De ser ciertas sus afirmaciones, este sería el único partido habilitado con el que el Morales aceptó negociar. Mientras tanto, el expresidente sigue calificando de “traidor” y “peón del imperio” a quien era considerado su sucesor político por compartir la misma formación sindical cocalera: Andrónico Rodríguez. Este, candidato de Alianza Popular, parece representar la única esperanza progresista de, al menos, forzar una segunda vuelta con los poderes de derecha, si se confía en los datos de los sondeos de opinión.

El MAS, cuyas siglas, por resolución del Tribunal Constitucional, quedaron del lado de Arce, apenas alcanza el 2% en las encuestas. Su candidato es el exministro de Gobierno Eduardo del Castillo, quien tuvo que reemplazar a Arce después de que este renunciara a la reelección, obligado por la deteriorada imagen de su gobierno entre la población.

El panorama ha llevado a una unión entre la oposición que no se había logrado en 20 años de dominio masista. “El fundamento de unidad mayor es la convergencia en torno a las soluciones a la crisis económica. Esto va a ir de ajuste fiscal: recorte del gasto público, captación de inversión extranjera, préstamos del FMI”, analiza Gracia. Incluso Rodríguez habló de evitar un “Estado paternalista” y de la integración a una economía global.

Desde el lado liberal, Doria Medina promete una recirculación de dólares restableciendo la confianza cambiaria en 100 días; Tuto Quiroga habla de obtener un crédito de 10.000 millones de dólares por parte del FMI. Hay que tener cuidado con crear altas expectativas frente a una sociedad urgida de cambios, acota la analista Reyna. Condiciona la durabilidad del próximo gobierno a su capacidad de cumplir con los índices económicos proyectados: “La gente está esperando mínimamente gobernabilidad y que se pueda amortiguar esta crisis. Me preocupa que si no se cumplen las expectativas se sume una nueva frustración que termine en violencia”.

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