Una jornada electoral que parecía más un feriado
El ambiente en Caracas contrastaba con el fervor del 28 de julio y la tristeza predominaba en las calles y entre los ciudadanos, que se debatían entre votar o la abstención
Venezuela ha vuelto a celebrar elecciones para elegir 24 gobernadores, sus legisladores regionales y 285 parlamentarios de una nueva Asamblea Nacional. Pero en este domingo que podría ser otro cualquiera, lento como un feriado, solo la presencia de militares en las puertas de las escuelas de Caracas da cuenta de que es un día de votaciones. El llamado a la abstención que ha hecho la dirigente opositora María Corina Machado tras las acusaciones de fraude en las elecciones presidenciales del pasado julio desembocó en que gran parte de los centros electorales estaban desiertos. Al igual que durante el pasado 28 de julio, la jornada en sí transcurrió tranquila, con un enorme despliegue policial, que ha seguido a días de persecución y detenciones de opositores y activistas, entre ellos Juan Pablo Guanipa, el más cercano colaborador de Machado.

En una fila para tomar el autobús, en una parada del este de Caracas, se podían ver esta mañana los distintos espectros del venezolano. Joselyn Yépez, de 21 años, se desconectó de los auriculares para decir que no iba a votar y sus razones. “Voté por primera vez el 28 de julio y quedé traumada. Aquí nunca va a haber un cambio”, dijo la estudiante de periodismo. A su lado, Mario Blanco, de 72 años, iba a tomar el transporte para ir a votar como llevado por una inercia electoral. “A pesar de la desconfianza que hay, voto porque es mi deber”. Del otro lado, estaba María Rojas, de 54 años, que había salido de casa a hacer ejercicio en uno de los parques más grandes de la ciudad. “Estoy cansada de perder el tiempo votando, porque al candidato que vote no lo van a dejar ganar”. Iba con Flavio Chávez, un abogado de 65 años, que sin saber cuáles eran los candidatos iba a sufragar de todas maneras. “Lo hago para estar tranquilo con mi consciencia”, dijo. “Para morir con las botas puestas”, agregó con sarcasmo. Más allá, Juan Carlos López, de 62 años, ya había votado por el PSUV. En su opinión el ciclo del chavismo no ha terminado y hará falta que “nazca una nueva oposición” para que eso cambie. “Yo me anoto a ganador”, dijo.
El ánimo más que electoral, es de tristeza. Eso dice Nicolás Zorrilla, un mototaxista que debatía con un chofer en la misma parada. “Creo en las instituciones, no en la gente, por eso voto, pero todo el mundo está triste”, decía Zorrilla. “En julio les dimos hasta en la cédula y siguen mandando”, respondía decepcionado el conductor. “En Venezuela ya no hay nada que hacer, nada sirve”, agregó mientras le mostraba los billetes de bolívares que había acumulado en la jornada para mostrar que no valían nada.

Aunque en la calle la abstención va acompañada de un desánimo y escepticismo sobre una posibilidad de un cambio de Gobierno, el deseo que todavía recogen las encuestas, en las redes sociales las fotos de los centros electorales vacíos en todos los rincones del país se multiplicaron como triunfo y prueba de que la gente había acatado el llamado expreso a no participar en estas elecciones hecho desde la clandestinidad por Machado, quién evidentemente hará lo necesario por capitalizar políticamente lo que pueda ocurrir, frente al sector que decidió participar.
En donde se presentaron electores fueron sobre todo los del chavismo y las personas de la tercera edad, los que siempre votan, como Iraides Ramírez, de 77 años, votante en Chacao, un municipio tradicionalmente opositor. Con una trayectoria de votos al chavismo, la mujer está convencida de que el 28 de julio ganó Nicolás Maduro. “Aquí todos podemos pensar como queramos”, dijo, aunque aseguró que alguna vez se sintió discriminada por ser chavista en un barrio tradicionalmente opositor.

En el centro de la ciudad, la maquinaria roja intentaba acarrear a sus electores. Al mediodía la cuenta de una jefa de las Unidades de Batalla Chávez, la estructura política del PSUV, indicaba que habían logrado movilizar a 500 de sus votantes de la Escuela Experimental Venezuela, donde votan 4.000. Su nieta, explicaba, le ayudaba con el envío de reportes al partido. Para atraer a la gente a votar en este domingo lento les hablaba de los beneficios sociales de la comida que da el Gobierno. “Ahora con las sanciones será más difícil, por eso hay que preservarlos”. También con promesas que son un viaje en el tiempo: la anhelada titularidad de apartamentos en edificios que fueron invadidos y expropiados durante el Gobierno de Hugo Chávez. A la pregunta de cómo habían quedado los resultados en ese centro el pasado 28 de julio, respondió: “No sé”, dijo y luego añadió. “Bueno, en tres actas que yo vi había ganado el nuestro”.
Como en citas electorales del pasado, el oficialismo ejecuta una especie de remate organizando a sus seguidores desde la tarde hacia la noche para concurrir a votar en envión. Las principales cabezas del chavismo, sin embargo, votaron en la mañana.

Los opositores que llamaron a votar tampoco lograron convencer a muchos. “Todos sabemos que en Venezuela la política ha quedado en terapia intensiva”, dijo Henrique Capriles, un político que se juega mucho de su futuro como líder con los resultados de esta convocatoria, con una interpretación opuesta a la de Machado, como acostumbra. “Soy de los que cree que, si tenemos algo en el corazón, tenemos que expresarlo. A nuestro país le ha costado mucho el derecho del voto. O nos ausentamos, o salimos a la calle, a estar con la gente, a luchar y construir otra alternativa”, declaró después de votar en un centro de votación en el este de Caracas. Allí votó también Manuel De Sousa, un administrador de 57 año, alineado con esos argumentos y que tiene la esperanza de que el mapa después de este domingo no será del todo rojo. “Voté para hacer contrapeso, para no dejárselas tan fácil y porque no veo otra salida si me quiero quedar en el país”. Ambos votaron en el mismo centro en el que hace diez meses se congregó una multitud de personas para acompañar el voto de Edmundo González Urrutia, que llegó al lugar conduciendo su Volkswagen escarabajo amarillo. El furor de entonces ha desaparecido; el colegio permaneció desolado casi todo el día, como un domingo feriado, nada electoral.
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