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En colaboración conCAF

Una escuela de surfistas para conservar el mar y cuidar a las niñas de Perú

Otras actividades a cargo de diversas organizaciones locales son la limpieza de playas, pintar murales o paseos por el pueblo

Niñas del pueblo costero Lobitos, al norte del Perú.
Francesca Raffo

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“Mi hija ha desarrollado bastante su autoestima, ha aprendido a valorarse y a salir de la zona de confort”, cuenta Sandra Huamantico, de 38 años, sobre su niña Admary, de 13. “Era muy introvertida, no salía mucho de casa… Hasta que recibió la invitación del profesor Henry”. Esa llamada, que la madre define como un antes y un después en su vida, era para que participara junto a otras niñas en clases de surf en Lobitos, un pueblo costero al norte del Perú, en la región Piura. Pero más allá de unas lecciones tradicionales, era una especie de “surf terapia”, que mezcla la técnica con herramientas para mejorar el bienestar emocional y la relación con el mar.

El Perú tiene cerca de 3.080 kilómetros de costa, el Pacífico abraza todo el oeste del país, que se alimenta de norte a sur de su mar. Lobitos (1.763 habitantes) es uno de esos pueblos, donde gran parte de las familias vive de la pesca, de la industria petrolera y, en los últimos años, del turismo por el surf. “Es un pueblo mágico. La luz, los colores, el sol desde la mañana. Son colores cálidos y hace que sea acogedor. La comunidad local es gente que tiene una relación hermosa con el océano”, dice el profesor Henry Yayir Espinoza Panta, de 31 años y fundador de la ONG y escuela de surf Waves Lobitos.

Pero Lobitos también tiene algunas carencias. No siempre se encuentra empleo, las familias muchas veces trabajan de más para pagar la canasta básica familiar y las crisis ambientales también golpean, como el último derrame de petróleo en diciembre del año pasado. En este escenario, desde hace algunos años, los jóvenes han creado organizaciones con el objetivo de promover espacios seguros para los niños y niñas de la zona: empoderarlos, fortalecer su vínculo con el mar e involucrarlos en la conservación ambiental.

La escuela nació en 2010 y han logrado sumar proyectos en pro al crecimiento de la comunidad.

El último programa que han desarrollado ha sido la escuela Mujeres y Agua, organizada por Coast 2 Coast Movement y Waves Lobitos como aliado ―dos de las organizaciones locales que actúan en la localidad―, la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y la municipalidad distrital. Un proyecto enfocado en las niñas de la zona, que busca fortalecer su bienestar físico y emocional, a la vez que crean una comunidad enfocada en la conservación de los ecosistemas marinos y el liderazgo de las mujeres.

“Nosotros damos estos espacios para que vengan, crezcan, tengan amigas, tengan una tribu. Las niñas tienen un cambio y hay una inspiración a ser mejor y crecer”, cuenta Espinoza, que con Waves Lobitos ha logrado acercar a una nueva generación al mar como espacio recreativo y no solo de trabajo.

“Me siento bien y es perfecto porque como hay mujeres, sientes más confianza y es chévere”, asegura Krisley, una niña de 10 años, con restos blancos de protector solar en el rostro, un wetsuit rojo y negro y una sonrisa pícara, cuando se le pregunta cómo se siente luego de una clase de surf en un video de Coast 2 Coast. “¿Qué aprendiste hoy día?”, vuelve a preguntar la profesora que graba. “Aprendí que tengo que tener confianza en mí misma y creer en mí”, termina por decir la pequeña.

De mayo a junio, el tiempo que ha durado la escuela, las más de 30 niñas que han participado han pintado murales con temáticas marinas, han limpiado las playas, han aprendido acerca de la conservación marina con clases teóricas, han paseado por cada rincón del pueblo y corrido tabla en las clases de surf terapia. Estas últimas constan de llegar a la playa y hacer un círculo donde cada una comparte cómo se siente y qué quiere aprender; luego, se meten al mar con las tablas, algunas se quedan en la orilla si tienen miedo; al finalizar, salen y hacen nuevamente un círculo para contar qué se llevan de la sesión y agradecer.

Círculo para agradecer y compartir al final de la clase.

Esta actividad “las hace creer más en sí mismas. El surf por sí solo las enfrenta a la naturaleza del océano. Estar parado frente al océano es el primer reto. Cuando las niñas vencen tal reto, hundirse, meter la cabeza, se llenan de adrenalina y una energía que las hace capaz de enfrentarse a otros miedos”, cuenta Espinoza.

Pero el surf es también un camino para que se involucren en la conservación del ambiente y sus animales: “Te acerca a los espacios naturales y te hace aprovecharlos, amarlos y respetarlos, que luego te hace protegerlos. Trabajamos en temas de conservación ambiental desde el inicio, enfocamos el cuidado del medio ambiente, limpiezas de playas, cuidado de especies nativas”, añade Espinoza.

La escuela también funciona para abrir un mundo de posibilidades a las niñas, en una zona con escasa visibilización de líderes femeninas y brechas de género en las actividades vinculadas al mar.

En una clase, llegó una bióloga marina a conversar con ellas. Las pequeñas no tenían idea que esa profesión existía. “Se empezaron a preguntar si podían estudiar a los animales del mar y decían: ‘Buenazo, yo quiero estudiar eso”, cuenta la estadounidense Emi Koch, de 35 años. Ella llegó a Lobitos hace más de una década y, al ver que no existía un espacio seguro para que las niñas se desarrollen y disfruten, creó la organización Coast 2 Coast junto a Nicolás Landa Tami, peruano de 42 años.

En las clases teóricas también aprenden acerca de la conservación marina.

“Sus aspiraciones conectan con el bienestar de su comunidad. Ya no es que piensan que se van a Lima y ya, miran su interior social y ecologista. Ven que son poderosas”, explica Koch. Junto ella trabaja Ánggeli García Vivas, de 33 años, una gestora local comunitaria, que se encarga del trabajo con los padres: “En un futuro, ellas van a ser parte de la mejora de nuestro distrito”, dice. “Queremos crecer, queremos un cambio, pero no un crecimiento desordenado que al final dañe nuestro ecosistema”.

Sobreponerse al miedo

Que las niñas lleguen a disfrutar el mar, sin miedo, ha sido un trabajo largo de las organizaciones. Los fundadores de Coast 2 Coast explican que, aunque haya una estrecha relación con este, al ser un pueblo pesquero, muchas personas lo ven como un espacio de trabajo “muy duro, muy fuerte, con los oleajes, no tan amigable”.

La situación es aún más difícil para las niñas, quienes en ocasiones no tienen la oportunidad de acercarse. Koch lo atribuye a que ellas tienen más responsabilidades que los niños y, otras veces, por seguridad, porque sus padres no quieren que estén solas por la calle. “En nuestra clase hay niñas que vienen con sus hermanitas porque las están cuidando”, pone como ejemplo.

Pero eso está cambiado. De hecho, ahora, cuando los chicos locales ven un grupo de 30 niñas en el agua dicen: “Wow, nunca habíamos visto tantas mujeres o chicas locales juntas”, cuenta la cofundadora de Coast 2 Coast. Este año, la SPDA se unió a Mujeres y Agua con el objetivo de apoyar el trabajo de las organizaciones locales. Carolina Butrich, gerente de Conservamos por Naturaleza de la SPDA, explica que así es como trabajan en diferentes zonas del país que tienen olas protegidas por ley, como Lobitos. Perú es pionero en la protección legal de rompientes (zonas generalmente con alta biodiversidad), con casi 50 olas protegidas.

Con sus actividades, han impulsado el desarrollo de la comunidad.

Huamantico observa en su hija la diferencia que programas como este hace en la relación de las mujeres con el mar. Su hija, dice, se pasaría todo el día en el agua, mientras que a ella el océano le impone mucho. “Si a mí me dijeran que hay un taller para mamás, yo voy de cabeza para vencer ese miedo”, confiesa. “Tendría que priorizar las cosas entre trabajo, la casa, los hijos, pero me daría un tiempito de asistir”.

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Sobre la firma

Francesca Raffo
Peruana. Periodista. Escribe en la sección de Sociedad. Antes lo hizo en El Comercio (Lima), donde desarrolló parte de su trabajo en temas sociales, salud y educación. Actualmente cursa el máster de periodismo UAM - El País.
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