Juan Pablo Raba: “Me siento orgulloso de ser el ‘man del pódcast”

“Los hombres se me acercan en la calle, me ponen la mano en el hombro y me dicen con los ojos aguados: ‘Gracias por haber creado este espacio. Estaba pensando en acabar con todo y escuché el episodio de Lino (Restrepo) y no lo hice”, cuenta Juan Pablo Raba para ejemplificar la relevancia de su pódcast Los hombres sí lloran, que suma una audiencia de millones, mientras da golpecitos de martillo para fragmentar el paradigma patriarcal que reza “los hombres no lloran”.

Desde junio de 2024 y hasta octubre de este año, su pódcast ha alcanzado 17,4 millones de reproducciones en Spotify, 14 millones en Youtube y 275 millones de visualizaciones de contenido en Tik Tok en los últimos 12 meses.

Acostumbrado al reconocimiento público desde hace 20 años, gracias a su carrera como actor de telenovelas, teatro, series y cine (Narcos, Distrito Salvaje y Delirio; Los 33, con Antonio Banderas y Juliette Binoche; Marksman, con Liam Neeson; próximamente en la serie Yellowstone), este bogotano de ascendencia argentina revela que el éxito de su programa –prefiere llamarlo “relevancia”– lo abrumó.

En 2024 grabó los primeros capítulos en Bogotá y luego se embarcó en una serie de producciones entre Cali, República Dominicana, España y Chile, que lo desconectaron parcialmente de la realidad que se vive fuera de un set de grabación: “Cuando regresé a Bogotá, me encontré con que el pódcast se había vuelto muy relevante y tenía mi inbox repleto de mensajes”.

Ese asombro surgió debido a que su pretensión solo era sentarse a charlar con amigos sobre la crisis de la mediana edad que lo golpeó a los 42 años, cuando parecía tenerlo todo. Sin pretensiones, grabó los primeros cuatro episodios con un celular y algunos problemas de audio. Rápidamente reorganizó la producción: “Vengo del mundo audiovisual y no podía seguir así”, afirma. Llamó a un grupo de profesionales con equipos técnicos para realizar los diez episodios que tenía en mente. No imaginó que llegaría a 70 y contando. Quería bautizar al programa La oportunidad de la mediana edad, pero la canción de Diamante Eléctrico Los chicos sí lloran fue una revelación. “Te tengo noticias, amigo”, le dijo su esposa, “ya no eres un chico”.

Con la premisa de poner la emocionalidad masculina bajo el foco, Raba, de 48 años, ha sentado en la sala de su casa a Ramiro Meneses, quien le contó cómo superó su adicción a las drogas; Marlon Moreno, que le habló sobre un intento de suicidio; Andrés Cepeda, que le relató la falta de fe de su mamá en su carrera; o Carlos Calero, que le confesó que lloró mientras acompañaba a su esposa a hacerse un examen para saber si había superado el cáncer. Una serie de celebridades locales y de personas anónimas se han atrevido a hablar desde la vulnerabilidad, los fracasos, el dolor y el miedo para aceptar que, sean chicos u hombres, ellos también lloran, y públicamente.

Una conversación a la vez

Raba no prepara los encuentros, porque son conversaciones, no entrevistas. “No soy periodista. Solo puedo sentarme a escuchar, porque las conversaciones no se investigan ni se planean. Si preparo las preguntas no dejo fluir la conversación y no estaría siendo honesto con el espacio”, dice.

En un día graba hasta cuatro episodios, para aprovechar los momentos en los que aterriza en Bogotá entre una producción y otra. Los invitados hablan de lo que quieran, sin límite de tiempo. “Un invitado nos reveló una información, que me siento muy honrado de que nos la haya compartido, pero durante el proceso de edición le pregunté si estaba seguro de querer contarla por el impacto que podría generar cuando se hiciera pública, y terminamos quitándola. Si mi invitado me da el honor de contar su historia, voy a cuidarlo”.

Para los primeros episodios buscó a sus amigos. Hoy tiene una lista de espera de casi 150 hombres que quieren sentarse en el diván de esa terapia pública en la que se ha convertido el programa. La audiencia comenzó siendo 70% femenina y 30% masculina. Ahora, ellos ya llegan al 45% del total del público.

Las cifras de audiencia, los comentarios en las redes y en la calle le señalan que el deseo de trabajar su crisis personal a través del pódcast trascendió para contribuir con la transformación de la masculinidad.

El impacto no ha sido solo para ellos. “Llevo cuatro años diciéndole a mi esposo que vaya a terapia. Después de escuchar tres episodios de tu pódcast, pidió cita”, le contó una seguidora. Otras le han revelado que cambiaron su visión sobre los hombres y sus emociones. “El paradigma se empieza a desarmar, el patriarcado también ha sido enemigo para los hombres y el concepto de lo masculino”, reflexiona. “Pensamos que para hacer transformaciones tenemos que hacer algo muy grande: empecemos con una conversación a la vez. Todos podemos hacerlo, pero estamos tan ocupados que no estamos presentes. El pódcast es un espacio muy poderoso que nos lleva a un principio sumamente básico y primitivo: contar historias. Le estamos dando a la gente la posibilidad de escuchar algo con atención durante una hora de conversación, en la era de la IA. Sigamos siendo rebeldes si eso significa que la gente se puede sentar a tener una charla enriquecedora”.

A pesar de trabajar en el plató de cintas hollywoodenses, hoy el reconocimiento principal de Juan Pablo Raba se debe a ser “el man del pódcast”, como lo llaman en la calle, rótulo que hoy recibe con honra y gratitud.