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Alberto Sarcina: arqueología comunitaria para darle voz a Santa María de la Antigua del Darién

El arqueólogo italiano lleva más de una década trabajando en una región en la que ha logrado importantes hallazgos de la época colonial y prehispánica, además de crear una comunidad que trabaja por la conservación y restauración del lugar

Cuando Alberto Sarcina llegó por primera vez a Santa María de la Antigua del Darién, en el municipio de Unguía, departamento del Chocó, llevaba apenas lo justo: algo con qué apuntar, unas cuantas prendas y documentos que avalaban que era ciudadano italiano y arqueólogo. Era 2006. Tenía ilusiones, curiosidad y el objetivo de explorar el territorio, pero no tenía ninguna pretensión. Desde 2012, por más de una década, yendo generalmente una o dos veces por año, en ocasiones por tres meses o menos, ha llegado de la misma forma a la que es considerada la primera ciudad fundada por los españoles en tierra firme en esta parte del mundo: con la intención de sentarse a hablar con la comunidad y lograr de su mano proyectos que, hasta hoy, han permitido no solo unir a la población, sino declarar este territorio como Bien de Interés Cultural.

Más que los lugares en los que la historia parece totalmente descubierta, lo que ha llamado siempre al milanés son los territorios que aún tienen mucho por explorar. Por eso eligió a Mompox como la ciudad para desarrollar su tesis de pregrado en la Universidad de la Sapienza (Roma), enfocándose en el olvido en el que cayó la ciudad caribeña tras la llegada de los buques de vapor en el siglo XIX. Después dos amigos, el italiano Paolo Vignolo y el colombiano Ernesto Montenegro, le hablaron de una ciudad secreta, con potencial para la investigación. Así viajó a Santa María de la Antigua del Darién. “En la arqueología de América todavía hay mucho que hacer, mucho que trabajar, y en la colombiana mucho más. Hay cantidad de áreas que son casi desconocidas. Eso siempre desató mi interés”, afirma Sarcina, de 57 años.

En Santa María de la Antigua, por ejemplo, solo habían tenido lugar algunas investigaciones, principalmente del arqueólogo Graciliano Arcila Vélez, reunidas en un libro de 1986. Se trata de un referente de la antropología en Colombia y director ad honorem del Museo Histórico de la Universidad de Antioquia. También una expedición, en 1956, del rey Leopoldo de Bélgica, que más que sumergirse en la historia, fue un viaje de disfrute de las playas que existían en ese entonces. “Se sabía que la ciudad estaba ahí, pero no la amplitud, ni el tipo de yacimiento que se encontraba”, afirma Sarcina, quien desde los nueve años, cuando visitó el Foro y el Coliseo romanos con su papá, supo que conocer el pasado de la humanidad sería su destino.

Dos pasiones en Santa María

En 2006, Sarcina llegó a Santa María de la Antigua, estableció su localización en la vereda Santuario de Unguía, y determinó su potencial. Escribió el proyecto arqueológico que solo se empezó a implementar desde 2012, con una primera fase de contacto comunitario. Un año después iniciaron las investigaciones arqueológicas gracias a una alianza que logró articular entre el Ministerio de Cultura, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y comunidades indígenas y afrodescendientes, así como colonos de la región.

“La misión de 2013-2014 logra cerciorarse científicamente de la ubicación y, especialmente, entender la amplitud exacta de la ciudad, que era el doble de lo que pensaba Arcila Vélez, así como comprender su estratigrafía [sus distintos estratos arqueológicos], repartida en una larga fase prehispánica, unas fases coloniales y una interesante fase de postabandono”, cuenta Sarcina. Hoy no duda en decirlo: en Santa María de la Antigua se encuentran sus dos pasiones. “Fue fundada en 1510 y destruida en 1524. Representa el punto exacto en el que se cruzan dos mundos: el prehispánico y el europeo”.

Santa María era una ciudad muy grande. “Mantuvo hasta 5.000 personas, que para ese momento eran muchas, pero nunca se desarrolló más allá de casas de madera”, explica el arqueólogo, quien reconoce que la clave para sus hallazgos estuvo en el trabajo que desarrolló de la mano de la comunidad.

Esa manera de trabajar es, a su juicio, incluso más importante que el método arqueológico porque ha permitido darle un sentido y un relato a Santa María. Juntos, pudieron determinar la amplitud de la ciudad, y la ubicación de lugares clave como el desembarcadero, la plaza de mercado, el hospital o la red viaria. Juntos, encontraron material cerámico de la época previa a la colonización y de la fundación española. Juntos, pudieron determinar otros elementos de esa época, como el control de las aguas, la construcción de los bohíos o las formas del entierro. “Todo esto sin contar la enorme cantidad de piezas, cerámicas, vítreas y metálicas, de la cultura material”, anota.

Los hallazgos permitieron fueron fundamentales para que el Ministerio declarara a Santa María de la Antigua del Darién como Bien de Interés Cultural, en 2015. Un año después de la alianza entre el Ministerio y el ICANH se constituyó el Parque Arqueológico Nacional, y Sarcina entró formalmente al instituto como investigador.

No duda en decir que ese territorio podría ser un Bien de Interés Cultural para la Humanidad porque fue el primer asentamiento europeo fijo en el continente americano. “Lo fundamental es que es un punto de quiebre histórico. Antes de Santa María, Europa no tenía un asentamiento claro en América. Es importante porque define la conquista de todo el continente”.

Liderazgo de trato sencillo que da frutos

En el Parque Arqueológico e Histórico de Santa María de la Antigua del Darién, que tiene unas 50 hectáreas, Sarcina ha logrado afianzar a las comunidades con su liderazgo de trato sencillo. Ni siquiera los grupos al margen de la ley le han impedido desarrollar su trabajo de la mano de una comunidad afectada por el conflicto armado, que ha podido aprender, tener ingresos y trazarse un porvenir. “En el Parque Arqueológico contamos una historia de 360 grados y tenemos un tejido que sirve de antídoto a la violencia de la que no logramos deshacernos”, afirma con orgullo.

Logró, por ejemplo, la constitución del Comité Cultural del Darién, conformado por 20 comunidades locales de Unguía y el vecino Acandí. “En los últimos años se ha creado una comunidad arqueológica que ya conoce cómo restaurar las piezas y cómo clasificarlas. Es una muy heterogénea: comprende afrodescendientes, indígenas embera y gunadules, así como colonos o campesinos de varias procedencias. Hemos logrado hacer un trabajo integral para que todos participen en la investigación, restauración y conservación de piezas, así como en los trabajos de exposición y museología”.

En el último tiempo, Sarcina afirma que han podido avanzar en la comprensión del trazado urbanístico de la ciudad, “muy lejos de la clásica cuadrícula colonial, de la conformación de algunas de sus estructuras, y de algunas importantes características de su fase prehispánica”.

Desde 2022, paralelo a su trabajo del Parque, Sarcina lidera un proyecto de arqueología indígena con el pueblo guna, de Panamá. Ese año también lanzó el catálogo Cerarco, que reúne y sistematiza la cerámica arqueológica de Colombia y permite acceder a más de 1.400 piezas de colecciones de museos y universidades. Entre 2023 y 2025 publicó tres libros, con el aporte de las comunidades, que cuentan la historia del Darién.

Así resume Sarcina su liderazgo: “La virtud principal es la de ser igual entre iguales, no llegar con ningún doctorado, con ninguna pretensión de ser alguien, sino sentarse y escuchar de manera horizontal las palabras de la gente, que son las que te guían en el justo camino para hacer un proyecto bien hecho. Si te sientas de ser humano a ser humano, la misma comunidad te toma de la mano y te indica el camino. Yo pude hacer todo esto y llegar hasta aquí por la capacidad de escuchar”.

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