El fisioterapeuta caleño que lidera la rehabilitación de heridos en Ucrania
Jeison Pérez capacita a médicos de las ciudades de Odesa y Cherkasy en una atención especializada en pacientes críticos por la guerra, para la que estaba preparado por la realidad colombiana


El mismo día en que Cali volvió a estremecerse con un salvaje atentado, el fisioterapeuta caleño Jeison Pérez (34 años) hablaba en su casa, en el sur de la ciudad, sobre la guerra en Ucrania. Había regresado semanas antes de Odesa, el puerto del Mar Negro convertido en objetivo militar ruso, tras pasar allí seis meses con Médicos Sin Fronteras. Mientras una bomba sacudía la base aérea de la tercera capital de Colombia, contaba cómo en los hospitales de Odesa y Cherkasy la jornada se interrumpe cada vez que las sirenas anticipan la llegada de un misil. Desde allí, en uno de los focos de guerra más cruentos del mundo, se dedica a la rehabilitación temprana de los pacientes más críticos.
Su contacto con la guerra no comenzó en Ucrania. Por una década trabajó en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Fundación Valle del Lili, en Cali, una de las clínicas de mayor complejidad del suroccidente de un país que suma décadas de conflicto armado y violencia. Allí atendía a los heridos que llegaban del Cauca, un cercano departamento marcado por la presencia de los que hoy son al menos cinco grupos armados. Bajo su cuidado tuvo a campesinos heridos por minas antipersona, soldados con fracturas por combates y civiles alcanzados por balas perdidas. Son escenas que lo prepararon, sin saberlo, para lo que encontraría después en Europa del Este. “Médicamente hablando, es muy difícil que algo te sorprenda después de trabajar tan cerca al conflicto colombiano”, explica.
En Ucrania, su experiencia fue útil en las salas de fisioterapia que funcionan en carpas médicas construidas bajo la presión de las balas en Odesa, una de las ciudades más golpeadas por los ataques, y en Cherkasy, convertida en punto de evacuación de heridos. Allí atiende a pacientes que han salido de procedimientos quirúrgicos dos o tres días atrás. “Lo más complejo es que a veces los heridos se demoran días en salir de la zona donde los atacaron, entonces no podemos actuar en el primer control de daños”, señala, y dice que el conocimiento de los profesionales colombianos de su rama es de los más altos niveles. “Te puedes parar a discutir de tú a tú con algún médico de trauma de cualquier parte del mundo, y vas a estar al nivel, porque tenemos un conocimiento que hemos adquirido por nuestra historia violenta”.

En Ucrania, la guerra continúa con un saldo devastador. Entre febrero de 2022, cuando Rusia lanzó la invasión, hasta el mismo mes de 2025, se ha confirmado la muerte de más de 12.600 civiles y más de 29.000 heridos, según la ONU. El jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerásimov, ha señalado que la conquista de Odesa es un objetivo clave en la guerra. Allí, la población vive bajo la constante amenaza de bombardeos y Médicos sin Fronteras ha ofrecido intervenciones quirúrgicas de emergencia, atención primaria de salud y programas de salud mental para los afectados, aunque su labor ha sido interrumpida. Este jueves, la organización sin ánimo de lucro ha denunciado que, por la frecuencia en ataques rusos, el hospital regional de Kostiantynivka, en Donetsk, se vio obligado a cerrar.
A pesar de la cotidianidad a la que se enfrenta, el fisioterapeuta caleño habla con la calma de quien ha estado expuesto a lo peor del dolor humano. Jeison evoca a la clásica película de terror Silent Hill para describir la vida como extranjero en Ucrania. “Después de tres días viajando, me bajo de la estación del tren de Odesa y escucho una alarma en el cielo como la de esa película. Es tan fuerte, que uno no logra determinar nunca de dónde proviene”. Tentado a activar un protocolo de seguridad y correr hacia una zona segura, se dio cuenta de que los locales mantienen la tranquilidad aún en las emergencias. “Todo mundo va a sus trabajos, la gente sigue caminando normal. Todos toman precauciones, pero hay que seguir la vida”, cuenta mientras explica que, aunque vive una guerra ajena, le es imposible no tomar partido. “Como colombiano, es imposible no sentir empatía”.
Lo dice porque, en sus años de experiencia laboral, se ha atendido a todo tipo de actores en un conflicto bélico. “Acá en Colombia uno sabe que a una clínica le llega cualquier persona, buena o mala, y hay que atenderla con humanidad. Allá funciona exactamente igual”, explica, y menciona que en Ucrania contempla un abordaje integral del paciente, de las heridas físicas a la salud mental, pasando por la rehabilitación para mejorar sus condiciones de vida a largo plazo. No solamente atiende heridos, sino que también entrena a personal local para que los ucranianos puedan intervenir en medio del conflicto. “Buscamos garantizar la independencia funcional de los pacientes al más alto nivel posible, porque esa persona va a ser parte del grupo que garantice el futuro económico y social de Ucrania, cuando la guerra eventualmente acabe”.

Desde el inicio de la invasión, Médicos Sin Fronteras ha atendido a más de 375.000 personas en Ucrania. Actualmente, evalúa abrir nuevas bases de atención en Nipro o en Zaporizhia, más cerca del frente, para ser capaces de recibir pacientes inmediatamente tras sufrir heridas. “Hacen análisis de seguridad; dónde vas a vivir, cómo vas a vivir, cuál será tu equipo de respaldo, cuál tu ruta de salida… todo para minimizar el riesgo inherente de estar allá”, explica. En la práctica, vivir más cerca del conflicto es un requisito para llevar la cobertura médica a las zonas más críticas.
A Jeison le quedan pocas semanas antes de regresar a Ucrania, donde cada paciente rehabilitado es un eslabón para la reconstrucción futura. “La resiliencia del pueblo ucraniano es increíble”, dice, recordando que el trabajo que ha liderado en el último semestre. Al regresar al país, buscará volver a la docencia en Cali y retornar los conocimientos de la guerra a las bases médicas de un país que tampoco ha podido silenciar los fusiles con su conflicto interno. “Estando allá, uno entiende cuál es el llamado a ayudar que tiene, y entiende que el conocimiento que ha adquirido acá es valioso. Si no lo pone uno, ¿quién más lo va a poner?”.
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