El café colombiano toma impulso en EE UU tras el arancel del 50% a Brasil
Colombia encara una oportunidad para potenciar su línea arábica premium, en tanto Brasil afronta el reto de negociar con Trump y mantener su predominio en el mercado

Casi nada es seguro en la guerra arancelaria impulsada por Donald Trump. Las próximas 96 horas serán críticas en el futuro de las exportaciones de café brasileño. El presidente Lula, en un pico diplomático muy bajo con Washington, deberá ceder terreno si quiere esquivar el incremento anunciado en los impuestos de aduana del 50% a los productos del país sudamericano. Un mazazo incalculable al mayor productor mundial del grano en su variedad arábica. Entre tanto, Colombia ha pilotado una estrategia de repliegue y prudencia. Suficiente para salvar, de momento, otro lío en sus relaciones y mantener el 10% del arancel base. Es una realidad que, en teoría, le otorga ventajas competitivas si todo continúa igual sobre el tablero.
Fruto de esta realidad desigual de las exportaciones de los dos países vecinos, los agentes comerciales del café colombiano se preparan para trazar una nueva hoja de ruta en Estados Unidos. En este contexto, la Federación Nacional de Cafeteros informó esta semana que la producción local llegó en julio a 1,37 millones de sacos, la cifra más alta para dicho mes en una década. Llegados a este punto no sobra recordar que casi la totalidad de la cosecha del país andino se concentra en la variedad arábica, de carácter suave y ligero. Pero en ella Brasil es el actor hegemónico, con volúmenes de hasta 40 millones de sacos anuales –en Colombia la máxima no ha pasado de 15–.
Uno de los vicepresidentes de la inversora en agronegocios StoneX, Albert Scalla, recuerda que los exportadores aún están sosteniendo rondas de negociación con Estados Unidos, y la Casa Blanca sigue enviando propuestas a ciertos países. “La Secretaria de Agricultura estadounidense también dejó entrever que los productos agrícolas que no se pueden elaborar en suelo americano quedarían exentos de aranceles. Brasil tiene hasta el 7 de agosto para negociar. Y el sentido común dice que a Washington le será imposible reemplazar los 8 millones de sacos de café que Brasil exporta”, detalla el experto. De la misma forma adjetiva la estrategia como “Trump control chaos” (Control del caos de Trump).
Lo que ya está claro en esta historia es que los costos de los nuevos aranceles los pagarán los consumidores estadounidenses, ya de por sí agobiados por los galopantes precios de una materia prima sujeta a los altibajos climáticos. En especial de las sequías en las cosechas. “Lo pagarán los compradores, los importadores y los tostadores. Ellos deberán determinar el incremento en el precio y tratar de no perder mercado. Ahora bien, el pasado 3 de abril, cuando Trump anunció su política, el índice de materias primas se desplomó un 10%, en una suerte de respuesta de choque bursátil”, añade Scalla.
Juan Pablo Campos es socio fundador de Lohas Beans, una selecta empresa de exportación cuya materia prima se cultiva en el departamento del Huila: “La principal medida que están tomando en este momento los importadores de café verde de Estados Unidos es llevar la producción a bodegas en zonas portuarias, sin nacionalizar, a la espera de qué aranceles se aplican finalmente”. Cuenta, así mismo, que en los primeros días de agosto aún no ha habido registro del cobro de nuevos impuestos a los cafés que siguen su tránsito. A su juicio, la situación abre una ventana ideal para que el país empuje su capacidad de llenar el renglón del café de alta calidad.
Cuenta que ha recibido la visita e interés de grandes fondos de Estados Unidos como FairWave, que tiene nueve marcas de café tostado, o Paris Brothers, responsable de proveer a un gigante comercial como Costco. Los dos inversores han manifestado su intención de incrementar sus compras de microlotes y cafés de especialidad colombianos: “Nos referimos a volúmenes en toneladas, a contenedores consolidados de café. Es muy importante afianzar ese segmento”, explica Campos. También subraya el desafío de materializar el factor calidad, un viejo reclamo y una realidad palpable a juzgar por el denominado “diferencial” que se paga por el grano colombiano en los mercados.
Esta figura no es otra cosa que una prima que se paga por la excelencia del producto. Hoy, en la Bolsa de Nueva York se abonan 20 centavos de dólar extra por cada libra de arábico colombiano frente al brasileño. “Sobre un nivel de 3 dólares en la cotización promedio actual, estamos hablando de un 8% de diferencia”, calcula Campos. Un sobrecosto, añade, que habría que descontar a la hora de hacer sumas y restas cuando se sepa con certeza cómo quedará el nivel de los aranceles.
Los estudios iniciales de la Cámara Colombo Americana apuntan que Colombia mantendría una ventaja promedio de 11,7% en los aranceles frente a sus principales competidores en el universo de la caficultura. A la brecha parcial del 40% con Brasil, se suma el 10,1% frente a Vietnam, el segundo productor por volumen. Los riesgos que detecta la asociación están centrados en la competencia del café mexicano, exento de los impuestos de aduana. Por su parte, entre las acciones que propone el documento se halla “consolidar y expandir el portafolio de cafés diferenciados como el tostado, soluble premium o en cápsulas”, o “promover certificaciones de sostenibilidad de origen”.
A la espera de que el presidente Lula mueva sus fichas en la Casa Blanca, el gerente y dueño de café Pergamino, Pedro Echavarría, asegura que si el impuesto a los brasileños del 50% se mantiene, podría empujar a algunos productores colombianos a explorar otros perfiles de café para copar el hipotético espacio que dejarían. No obstante, destaca que el ambiente hoy es de total incertidumbre: “Últimamente se han estado contratando más despachos inmediatos, cuando lo normal es que los contratos sean a cuatro o cinco meses a futuro. Nadie quiere comprar más de lo necesario. Nadie se quiere quedar con inventarios que tengan que pagar aranceles”.
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