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Gobierno de Gustavo Petro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El camino de cultivar desconfianza solo lleva a destinos inciertos

Los sectores de la oposición y la independencia no pueden permitir que esta narrativa que busca disminuir la confianza ciudadana sea aceptada como parte del repertorio estratégico del Gobierno y sus partidos afines

Gustavo Petro emite su voto en el centro de Bogotá, en 2022.

La polémica desatada por la caótica alocución presidencial del pasado martes ha alcanzado uno de los puntos más críticos para la narrativa del Gobierno nacional ante la opinión pública. Pero como ocurre tantas veces con los pronunciamientos del presidente Petro, sus palabras de hoy llevan a olvidar lo que dijo ayer. Y en este caso, apenas siete días antes de la controvertida alocución, el país enfrentó (y aparentemente olvidó también) un pronunciamiento con implicaciones mucho más riesgosas de parte de su dirigente.

Por más discusiones que ocupen el espacio del debate público, de esto no debemos dejar de hablar los colombianos: “Desconfío de la transparencia de las elecciones de 2026”, escribió en su cuenta de X (Twitter) el jefe de Estado colombiano. Un año antes de las elecciones, el líder que debe promover la confianza en las instituciones democráticas y fomentar la participación de toda la ciudadanía ha decidido mostrar una carta con implicaciones verdaderamente negativas para la democracia colombiana.

Si el presidente de nuestro país, con el deber y la facultad de ofrecer garantías para todos los sectores, y también de fortalecer la credibilidad y la seguridad durante todo un proceso electoral, promueve desde un principio la desconfianza, las consecuencias en materia de desconocimiento y sabotaje de los resultados desde todos los sectores políticos son realmente riesgosas. Un pronunciamiento cargado de tanta irresponsabilidad frente a la legitimidad de las elecciones de parte de quien debería buscar ofrecer todas las garantías no puede convertirse en parte de un paisaje cotidiano, ni olvidarse como una más de las historias cotidianas de la política.

Es de inmensa gravedad que el presidente de Colombia se sume a la tendencia de tantos gobernantes con ínfulas autoritarias que en el mundo entero han decidido desconocer y poner en duda los sistemas electorales, usualmente ante escenarios de posibles derrotas. Desde hace tiempo el presidente Petro ha demostrado que solo confía en las elecciones cuando él es el ganador. Luego de las votaciones de 2018, apoyado por la difusión de fotografías de formularios electorales E14 supuestamente adulterados difundió las teorías más conspirativas que hablaban de un fraude. Meses después de la votación, tras conocer el escándalo de la Ñeñepolítica, Petro declaró ante el país que Iván Duque no era el presidente legítimo de Colombia y desconoció abiertamente su elección.

Lo más preocupante del asunto es que este claro mensaje está lejos de ser la única forma en que Petro ha puesto sobre la mesa posibles rupturas con el funcionamiento institucional. Desde hace más de un año, el presidente ha propuesto llevar al país a una asamblea constituyente ante el hundimiento de algunas de sus reformas en el Congreso y más recientemente buscó convocar una consulta popular en desconocimiento del rol del Senado en ese proceso. Mientras tanto, el modelo de salud cada vez sufre más por cuenta de la desfinanciación y Petro argumenta que la única manera de salvar el servicio sería desde la aprobación de su reforma.

En medio de constantes ataques a las decisiones de las cortes y el Congreso, el presidente deja claro que es compatible con su proyecto político la permanente intimidación de desatar rupturas con todas las instituciones que representan contrapesos ante su discurso. De esta manera, su narrativa que fomenta la desconfianza en el sistema electoral es un paso más en lo que se ha convertido en su mecanismo predilecto para presionar a las otras ramas del poder público, a los partidos políticos y a la ciudadanía. Eso sí, aunque esa estrategia ha demostrado ser ruidosa y riesgosa, también ha sido poco efectiva en sus resultados.

Los sectores de la oposición y la independencia no pueden permitir que esta narrativa que busca disminuir la confianza ciudadana sea aceptada como parte del repertorio estratégico del Gobierno y sus partidos afines. Tampoco pueden los críticos del Gobierno caer en ese juego y sumarse a la apuesta por poner en duda la credibilidad del sistema de votaciones, pues esto solo puede llevar a la erosión de las instituciones electorales.

El camino de cultivar desconfianza solo lleva a destinos inciertos. La pregunta que debe ser planteada desde la ciudadanía ahora que Petro abiertamente ha dicho que desconfía del sistema electoral es a dónde buscará llevar al país excusado por sus supuestas dudas hacia el actual modelo. Y como tantas veces a lo largo de este Gobierno y de otros que vinieron antes, los contrapesos institucionales serán esenciales para proteger el funcionamiento institucional de la nación.

@fernandoposada_

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