Los caminos divergentes de las disidencias: Mordisco redobla los ataques y Calarcá pide volver a negociar con Petro
Las dos antiguas cabezas del llamado Estado Mayor Conjunto, que comandan grupos rivales, marcan rutas diferentes frente al Gobierno

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, aterrizó este sábado en Guaviare para presentar un documental sobre el Parque Chiribiquete, en el corazón de la Amazonía colombiana. En su discurso público, en un coliseo, aprovechó el micrófono para lanzar un mensaje a dos grupos de disidencias de las extintas FARC, las que lideran Mordisco y Calarcá, que están enfrentadas a muerte a unos kilómetros de allí. El mandatario reiteró que su Gobierno no cierra las puertas a negociar con ellos. “La gente de Mordisco puede volver a hablar” dijo, en un llamado para que el denominado Estado Mayor Central (EMC), que ha sido golpeado en los últimos meses por la Fuerza Pública, vuelva a una mesa de la que se paró en 2024.
“Calarcá dice que está dispuesto a que las comunidades sean libres. Listo, el primer punto de un acuerdo de paz posible en las regiones, no solo en Guaviare, sino también Caquetá, Putumayo, es revitalizar la selva y ayudar a que el campesinado libremente lo haga”, dijo. Se refería al Estado Mayor de Bloques y Frente, el grupo que se escindió del EMC en abril de 2024 y con el que la mesa quedó a la deriva cuando Petro priorizó la negociación con su Frente 33, en la distante región del Catatumbo. Desde entonces, Calarcá ha abierto las puertas a mantener los diálogos.
Mientras las cámaras enfocaban al presidente en su discurso, la parte del EMC conocido como Bloque Amazonas anunciaba vía WhatsApp un nuevo paro armado en el Guaviare. Comenzaría al día siguiente, el domingo 15, y va hasta el sábado 21. No solo ignora el llamado a la paz, sino que dobla su apuesta militar contra el Gobierno, al que había desafiado con un toque de queda, una semana atrás, y con una ofensiva de su Bloque Occidental, en el suroccidente del país, que dejó seis civiles y dos policías muertos y más de 83 heridos.

El paro armado
Para el paro, el Bloque Amazonas ha amenazado con usar la fuerza contra quien se movilice entre las seis de la tarde y las seis de la mañana en el Guaviare, a los motociclistas que usen cascos, a quien utilice un vehículo cerrado, a quien esté en una lancha cubierta. Ha hecho “responsable por sus actos” a “todo el que entre y recomiende personal forastero” y ha “recomendado” a los civiles abandonar su casa si está a menos de 200 metros de campamentos militares o de hombres de Calarcá, y alejarse de las guarniciones militares, las estaciones policiales o del grupo armado rival. En su anuncio, señala al “grupo paramilitar” de Calarcá de aliarse con los militares, robar motos, desaparecer a un campesino y aumentar las extorsiones, pese a que ese Bloque cobra un “impuesto revolucionario” forzoso.
Aunque su fuerza no le da para paralizar todo el Guaviare, un departamento a la entrada de la Amazonía con una extensión similar a la de Costa Rica o Croacia, sí es una amenaza importante, especialmente en la zona nororiental. Más hacia el occidente, en los límites con el departamento del Meta, quien mantiene el control es el Bloque Jorge Suárez Briceño de Calarcá, mientras el Estado consolida su presencia en el norte del departamento, la zona más poblada, sobre todo en el casco urbano de la capital, San José.
El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, dice vía WhatsApp que el anuncio es “terrorismo mediático”, y brinda un parte de tranquilidad: “Ya estamos desplegados en la zona”. Es la misma línea de Petro, que desde el coliseo en San José dijo: “Violencia obviamente que pulula por ahí y aquí deben estarme escuchando algunos de ellos [refiriéndose a las disidencias], pero no es como se pinta en la prensa”.
“La disputa en terreno es real”, dice un campesino que vive sobre la Trocha Ganadera, una arteria estratégica de 140 kilómetros que va desde San José hasta Charras, al oriente, en paralelo al río Guaviare. Es una zona que Calarcá ha venido penetrando desde marzo. “No hay confrontación con el Ejército, pero sí entre los grupos. Ayer [el domingo] hubo combates por la vereda La Paz y por Barranco Colorado. Un vecino del sector me llamó en horas de la mañana a decirme que escuchaba los disparos entre la mata de selva”, añade. El líder estuvo todo el lunes encerrado en su casa y no ha podido vender los productos de los que vive porque “no hay a quién. Esta vez no mandaron a cerrar el comercio, pero igual nadie sube, nadie baja, nadie pasa”.
En la noche del lunes, buena parte del comercio de San José del Guaviare cerró sus puertas. Además, la alcaldía de El Retorno decretó la “situación de confinamiento” en zonas rurales: la vereda de Tierra Alta y el corredor vial de La Paz, al que se refería el líder. Con esa declaratoria, la alcaldía pide a las comunidades permanecer encerradas mientras activa una ruta humanitaria que incluye corredores seguros por los que puedan entrar comida y ayudas. Entre tanto, el general Freddy Fernando Gómez Gamba, comandante de la Cuarta División del Ejército y responsable militar del oriente del país, ha contado que ha reforzado con más tropas a la Brigada de Selva 22, que cubre el Guaviare.
La ventana
Si el Ejército se ha fortalecido, el Bloque Amazonas también, con hombres y armas del poderoso Bloque Occidental. En su caso, busca vencer a Calarcá, quien ha buscado mantener las negociaciones con el Gobierno.
Un día antes de la visita de Petro, esa disidencia emitió un comunicado. En él, dijo a varios organismos internacionales humanitarios que nunca han cuestionado su misión y que “serán de más ayuda dado el recrudecimiento de las hostilidades que empezaron con las fuerzas oficiales del régimen”, en referencia a los ataques del Ejército que comenzaron en el vecino Caquetá el 6 de junio. Y a “la población del Guaviare” enviaron un inusual mensaje de concordia: “La crítica comunal hacia nuestras unidades será bienvenida y cualquier acto nuestro, ajeno a las buenas costumbres contra la población civil, será sancionado drásticamente”. Esa disidencia ha venido amenazando a miembros de diversas juntas de acción comunal en Guaviare, Caquetá y Meta. Incluso, como reveló EL PAÍS, varios líderes sociales han denunciado que los obligó a suspender un proyecto para reforestar 12.000 hectáreas de selva para apropiárselo y presentarlo como propio en la mesa de negociación.
Petro se refirió al documento en su discurso, y les exigió colaborar en la recuperación de la selva amazónica: “que los recursos que lleguen para eso no los use el grupo armado, sino la comunidad libremente”. Se trata de un pulso ambiental de la negociación, pues esa disidencia se ha convertido en la autoridad ambiental de facto en las zonas que controla, donde permite la deforestación si la gente paga al grupo por ello, y ha montado un negocio alrededor de la tierra y el ganado. Ese poder, que se refleja en que tiene su propio catastro en la región del Guayabero, ha llevado a Calarcá a responder con una posición propia de la negociación. “La deforestación no empezó con las FARC-EP [de las que se reclama continuación]. Denles tierra fértil y productiva a los campesinos y cesa la amenaza contra el medio ambiente en la Amazonía”.
“Venga y hablamos, regrese a la mesa que el pueblo la necesita, sin ultimátum”, ha escrito, en unas palabras en las que resuena un eco de las cartas de Timochenko, el último líder de las FARC, a Juan Manuel Santos, el presidente con el que firmó la paz. Si ahora Calarcá y el gobierno de Petro vuelven a sentarse, parten de los acuerdos a los que llegaron en marzo. Allí alcanzaron a hablar de un plan para reforestar “sin armas”. Pero a Petro le quedan apenas 14 meses de Gobierno y las unidades en la Amazonía de esa disidencia ya han dicho que ni van a dejar las armas ni están dispuestos a concentrarse.
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