Las lecciones del pasado que no aprendimos
La violencia que hemos querido sacar de la política desde las peores épocas del narcoterrorismo regresa peor y más peligrosa

En momentos en que escucho a María Claudia Tarazona decir que Miguel Uribe Turbay está luchando por su vida, y cuando la Fundación Santa Fe dice que su pronóstico es reservado, recuerdo a ese joven por quien siempre he sentido afecto y respeto, y a quien conozco de forma cercana hace más de una década.
Miguel Uribe fue uno de puntales de mi campaña a la alcaldía de Bogotá en 2015, como director del Partido Liberal allí. No gané, ganó Peñalosa. En una primera reunión que tuve con el ya alcalde electo, me preguntó a quién hubiera nombrado secretario de Gobierno de haber ganado. Le respondí que a Miguel Uribe, quien venía de ser presidente del Concejo de Bogotá. Peñalosa lo nombró en el cargo y Miguel demostró sus habilidades en un cargo ejecutivo y de mucha importancia en una ciudad con más de ocho millones de habitantes.
Joven capaz, como quedó claro entonces y en su campaña a la alcaldía de 2019, recientemente se ha mostrado más altivo. Como senador desde 2022, venía denunciando desde la oposición del Centro Democrático la corrupción del Gobierno. Se podía estar o no de acuerdo con su forma de hacer esas críticas, pero es innegable que estaba siempre lleno de fuerza en sus posiciones.
Una cara cada vez más visible en la política colombiana, Miguel apenas iniciaba su campaña electoral cuando sufrió el horrible atentado de este sábado. Esa violencia que hemos querido sacar de la política desde las peores épocas del narcoterrorismo, que hace más de tres décadas se desató con varios magnicidios, bombas y secuestros, ahora revive. Esa violencia que logramos superar con el acto de paz que fue la Constitución de 1991 y con una lucha tenaz por recuperar el monopolio de la fuerza en manos del Estado, que costó la muerte y la sangre de miles de colombianos, ahora revive.
Me atrevo a decir que regresa peor y más peligrosa que entonces, porque ahora está alimentada por la polarización que surge desde el propio Gobierno de Gustavo Petro en su desaforado discurso de odio de clases. También porque la criminalidad está desbordada y se siente amparada en la impunidad de las múltiples mesas de la política de paz total, que hoy están quebradas. Cuando un joven de 15 años dispara a otro colombiano, escasos 20 años mayor, demuestra que como sociedad no aprendimos las lecciones del pasado. Eso es lo que ha pasado este sábado.
En el más reciente capítulo de mi pódcast La voz de Pardo, recuerdo el asesinato de la mamá de Miguel, Diana Turbay, en manos de Los Extraditables que capitaneaba Pablo Escobar. Esa muerte dejó a Miguel huérfano de madre cuando tan solo tenía cuatro años de edad. También rememoro los años sombríos en que luchamos contra el peor criminal y me pregunto si habrá en el presidente Petro alguna reflexión para que asuma por fin su cargo con dignidad. Es en momentos así cuando una nación reconoce el talante de sus líderes.
*Rafael Pardo fue ministro de Defensa de Colombia entre 1991 y 1994 con el presidente César Gaviria y ministro de Trabajo entre 2011 y 2014 con Juan Manuel Santos.
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