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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se busca mediador para una ‘Patria Boba’ en campaña

La imagen de un presidente que levanta una espada y enarbola una bandera que simboliza el mensaje de “guerra a muerte” es la triste fotografía de un país perdido en su laberinto

Gustavo Petro levanta la espada de Bolívar durante las marchas del día del trabajo en la plaza de Bolívar en Bogotá (Colombia), el 1 de mayo del 2025.

Cuando se desata una campaña política comienza un huracán que se lleva todo por delante. En Colombia, además, se vive la política en modo batalla campal porque nuestro conflicto hace que en el trasfondo de toda controversia emerjan, como telón de fondo, las víctimas, los victimarios, las armas, el peso de la historia lejana y la reciente. Por eso no sobraría tener a mano en algún momento un mediador que nos ayude a pasar el duro trago de una campaña polarizada, caliente y en la que se vale todo.

La imagen de un presidente que levanta una espada y enarbola una bandera que simboliza el mensaje de “guerra a muerte” es la triste fotografía de un país perdido en su laberinto. Colombia ha pasado las últimas décadas de su historia buscando alternativas de paz para enfrentar un conflicto que ha dejado muertos todos los días durante por lo menos sesenta años o más. La paradoja es que mientras se ha logrado desarmar en ese proceso a miles de combatientes (aunque miles más siguen guerreando) el país no avanza en el proceso de reconciliación política necesaria para acabar la violencia. La ecuación es tan simple como difícil de lograr: en una democracia caben distintas maneras de pensar y no hay necesidad de matar o cancelar al que piensa diferente. Se trata de encontrar caminos para tramitar las diferencia.

Y si el presidente polariza y radicaliza, por el lado de la oposición el aporte es más bien poco. No hay propuestas ni alternativas, porque sus líderes se dedican a celebrar y exacerbar los errores de Gobierno y a calentar unos ánimos que no requieren más temperatura. Colombia parece vivir desde hace varios años una etapa de Patria Boba, como aquella que se vivió en los primeros años después del grito de independencia y que llevó a enfrentamientos entre centralistas y federalistas. Aunque ese episodio se mire de otra manera a la luz de nuevas interpretaciones, el nombre nos viene bien para el momento que vivimos en Colombia desde hace años, porque el Gobierno Petro es un síntoma más de esa torpeza política que nos ha llevado a rechazar un plebiscito en torno a la paz, a no atender como se debe los reclamos sociales y a querer resolver problemas estructurales con consignas y mejorales. Los historiadores nos dirán qué pasó en el siglo XIX, pero hoy Patria Boba es lo que hay.

Ver a un presidente que amenaza con una huelga general si no le pasan la consulta popular en el Senado es una situación tan absurda como la idea de denunciar ante la ONU el incumplimiento del acuerdo de paz por parte de un Estado que encabeza el denunciante. Pero a la política le funcionan bien los espectáculos y si funcionan para eso, ahí están. Al final se trata de hacer campaña, se trata de llegar al poder, mantener el poder y todo vale, todo sirve, aunque en el camino el país se desangre como siempre y se despedace de a poquitos.

Matan a decenas de policías en un nuevo plan pistola y estamos en campaña. La corrupción toca a todos los partidos y estamos en campaña. Hay feminicidios todos los días y estamos en campaña. La salud se deteriora y estamos en campaña. El invierno deja vías destrozadas, familias afectadas, cultivos perdidos y estamos en campaña. El ciudadano sobrevive mientras el Gobierno aplica algunas fórmulas que no dejan de ser paños de agua tibia para enfrentar un cáncer. Tampoco se ve la iniciativa de una oposición que tiene muchos asientos en el Congreso y podría marcar una diferencia si quisiera, pero no quiere porque estamos en campaña y es mejor si al Gobierno le va mal, aunque con eso al final a todos nos vaya mal.

Llegados a este punto, reitero, tal vez convendría sentar en una mesa de negociaciones como esas que tanto nos gusta hacer con los armados, a los líderes políticos que nos han llevado a este nivel de estupidez y crispación. Líderes tóxicos envanecidos con su propia imagen. Que vengan la Cruz Roja, la iglesia o los países que saben de mediación a ayudar a desarmar espíritus. Que se ensayen conversaciones, posibles acuerdos, que se discuta entre ellos y que dejen de usar a la gente como carne de cañón y como borregos para meter en rediles políticos.

Este llamado, por supuesto, no es más que un recurso retórico porque a ninguno de los que están en la campaña le interesa acuerdo alguno. Ni al presidente que ha convocado varias veces al gran acuerdo nacional, mientras insulta, descalifica, estigmatiza y saca banderas de guerra. Tampoco les interesa pactar nada a quienes lo atacan o quieren reemplazarlo en la Casa de Nariño porque dicen que no se debe interrumpir al enemigo cuando se equivoca. Mejor no hacer nada, así en el camino el país sufra, los ciudadanos pierdan y los problemas sociales de décadas sigan estancados, porque al final lo que cuenta es que estamos en campaña…y ningún mediador podrá salvarnos.

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