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Laura Sarabia contra Armando Benedetti: la guerra intestina que desgarra el gabinete de Gustavo Petro

La canciller de Colombia amplía sus denuncias contra el ministro del Interior

Laura Sarabia durante una rueda de prensa este miércoles, en Bogotá (Colombia).
Santiago Torrado

Los escándalos no amainan en el Gobierno de Gustavo Petro. Los dos colaboradores que han sido más cercanos al presidente de Colombia libran una guerra sin tregua en el interior del gabinete. La nueva canciller, Laura Sarabia, ha ampliado sus denuncias contra el flamante ministro del Interior, Armando Benedetti. A primera hora de la mañana de este miércoles, en una rueda de prensa de la ministra de Exteriores en el Palacio de San Carlos, la sede de la Cancillería, en las carpetas que sostenían sus abogados se asomaban frases explícitas y legibles como “caso penal contra Armando Benedetti”, “violencia contra la mujer” y “enriquecimiento ilícito”. Toda una puesta en escena que precedió una nueva declaración de Sarabia ante la Fiscalía, a donde ya había acudido hace dos semanas para entregar pruebas en una investigación sobre supuestas irregularidades en la financiación de la campaña de Petro en 2022, en la que ambos funcionarios cumplieron un destacado papel, particularmente Benedetti como su jefe de debate.

“Petro me enseñó a no callar ante la injusticia”, declaró Sarabia a los periodistas, sin revelar detalles de las pruebas. “La defensa del buen nombre no es un acto de vanidad, es un acto de justicia. Estar y ser parte del Gobierno no significa que deba abandonar la defensa de mis derechos ni que haya renunciado a ejercerlos”, aseguró la joven jefa de la diplomacia colombiana, de 31 años, que en teoría había convocado a la prensa para discutir sobre la presidencia pro tempore de Colombia en la Alianza del Pacífico. Cuando le preguntaron más tarde a Benedetti, de 57, sobre las carpetas, se limitó a responder: “¿Quién es Laura?”. Después, se tapó la boca con la mano en un gesto histriónico convertido en la postal de la enésima batalla interna en el llamado Gobierno del cambio.

La relación entre los dos alfiles de Petro comenzó hace años, con un Benedetti senador como jefe de Sarabia, como se ha asegurado de recordar el propio ministro del Interior. “Desde que dejó de ser mi secretaria, no me importa lo que ella diga o haga”, declaró recientemente. Muchos de sus más allegados la definen como una relación radioactiva. Después de la campaña que llevó a Petro al poder, el presidente le dio a ella un puesto de máxima confianza junto a su despacho y a él, un experimentado congresista que se consideraba clave en esa victoria, lo envió primero como embajador en Caracas, un cargo que aceptó a regañadientes, y después en Roma ante la FAO. Benedetti siempre se sintió exiliado. Se creía con derecho a una posición más importante en Bogotá. Denunciado por su esposa por violencia de género –después se retractó–, también acumula procesos judiciales abiertos en la justicia, aunque nunca ha sido condenado.

Ese arranque del Gobierno envenenó la relación entre dos funcionarios particularmente resistidos desde la izquierda, en la que nunca militaron. Desde entonces, han librado una batalla brutal, por varias entregas, que ha generado un rosario de escándalos públicos. Incluso cuando había distancia de por medio, se conocieron audios en los que Benedetti gritaba e insultaba a Sarabia. Hoy no es del todo claro cuál de los dos es la mano derecha de Petro, aunque después de unos cuantos enroques Benedetti parece ganar la partida, a pesar de haber sido el detonante de la crisis de gabinete que no termina de saldarse.

En su día, el presidente echó a Benedetti de la embajada luego de que la revista Semana publicó unos audios en los que insinuaba que había ingresado financiación ilegal en la campaña, pero decidió repescarlo en este 2025, después de que aseguró haberse rehabilitado de las adicciones a las que achaca sus salidas en falso. Ese regreso, en un primer momento como jefe de Despacho, generó una conmoción política. En el caótico Consejo de Ministros televisado de comienzos de febrero, que dejó en evidencia las fracturas, varios funcionarios ventilaron sus reparos, mientras él escuchaba como una esfinge. “Como feminista y como mujer, yo no me puedo sentar en esta mesa de gabinete, de nuestro proyecto progresista, con Armando Benedetti”, llegó a decir ante las cámaras la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, que acabó por presentar su renuncia. Petro redobló su respaldo al premiarlo con el Ministerio del Interior, mientras que a Sarabia ha llegado a corregirla en público.

También el excanciller Álvaro Leyva, que la semana pasada señaló públicamente a Petro de tener un problema de adicción a las drogas que afecta su forma de gobernar, arremetió contra Benedetti y Sarabia en esa carta plagada de insinuaciones que retrata a un presidente que no habla con sus ministros y tiene un círculo de confianza muy reducido. “Desvincule a quienes han abusado de usted, que se han aprovechado de su complejísima situación y que le han hecho y continúan haciéndole terrible daño”, le dice Leyva a Petro en su misiva. Por lo pronto, Benedetti es uno de los estrategas de la consulta popular con la que Petro quiere revivir la reforma laboral hundida por el Congreso, motivo de las movilizaciones masivas de este Primero de Mayo, el Día del Trabajo. Sarabia, la encargada de lidiar con los Estados Unidos de Donald Trump, el socio más importante de Colombia. Y ambos se sientan en la mesa de gabinete del proyecto progresista de Gustavo Petro.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.
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