Los planes trumpistas de desmantelar la FEMA se topan con las inundaciones de Texas
La Administración Trump pasa de criticar a la agencia federal de gestión de emergencias a proponer rehacerla, mientras otros apuntan a los recortes ya hechos como contribuyentes a la tragedia


La defensa por parte del presidente Donald Trump de la reacción federal a las catastróficas inundaciones que devastaron Texas el pasado 4 de julio ha sido continua, efusiva y, para quienes se acuerden de sus respuestas ante desastres naturales en el pasado, tal vez, sorpresiva. “Los admiro y los considero héroes”, les dijo a los funcionarios que lo guiaron en su visita al condado de Kerr, la zona cero de las inundaciones que ha dejado por ahora 134 muertos y 101 desaparecidos. Ese mismo día aprobó la extensión de la declaración de desastre mayor a otros ocho condados texanos, para que pudiesen recibir ayudas federales directas para recuperarse y reconstruir.
Apenas unas semanas atrás, el futuro de la agencia federal encargada de la respuesta a las emergencias naturales (FEMA, por sus siglas en inglés) y, por tanto, de esas ayudas federales, parecía acabado. Su director, Cameron Hamilton, había sido despedido en mayo. De hecho, desde que Trump regresó a la Casa Blanca, alrededor de un cuarto de la plantilla de la agencia había perdido su trabajo. El desmantelamiento se estaba haciendo sin disimulo. La directora del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), Kristi Noem, de quien depende la entidad, deletreó el plan en marzo en una frase sin matices: “Vamos a eliminar la FEMA”. Ahora, ante cuestionamientos a los recortes como posibles contribuyentes a la tragedia en Texas, la Administración Trump ha comenzado a recular.
El domingo, en una entrevista en la NBC, Noem matizaba su discurso: “Creo que el presidente reconoce que la FEMA no debería existir en la manera en que siempre lo ha hecho. Debe ser redesplegada de una nueva forma, y eso es lo que hemos hecho”. Unos días antes, Russell Vought, el director de la pequeña pero poderosa Oficina de Administración y Presupuestos, además de defensor radical de los recortes en el Gobierno federal y de una estrategia de tierra quemada más agresiva incluso que la de Elon Musk, hacía lo suyo. “Queremos que la FEMA funcione bien”, le decía a la prensa.

La agencia federal creada en 1979 por el expresidente Jimmy Carter llevaba tiempo en la mira del movimiento MAGA del presidente, pero se puso más firmemente en la diana el año pasado, después de que el huracán Helene se adentrara cientos de kilómetros tierra adentro y devastara grandes zonas de Carolina del Norte. En ese momento, en octubre y a solo semanas de las elecciones presidenciales, Trump no se mordió la lengua y acusó sin fundamento al Gobierno de Joe Biden de instrumentalizar la FEMA para afectar deliberadamente al Estado republicano. Además, avivó el bulo de que la agencia daba miles de millones de dólares a inmigrantes indocumentados, aunque la FEMA sí apoyó en la gestión de la crisis migratoria en zonas que solicitaron ese apoyo federal.
Una vez volvió a la Casa Blanca, apenas días después de que las llamas de unos incendios que ardieron días y noches enteras aplanaron barrios completos de Los Ángeles, Trump redobló su posición: la FEMA debería desmantelarse y los Estados individuales asumir los costos de las emergencias que sucedan en sus territorios. El plazo no oficial era el final de este año, pero las lluvias de Texas, un Estado decididamente republicano, han supuesto un baño de agua fría.
La respuesta de una FEMA ya diezmada ha suscitado muchas preguntas, tanto por la falta de previsión como por la lentitud de la respuesta. De acuerdo a la CNN, los equipos de búsqueda y rescate urbano se tardaron 72 horas en ser desplegados por una nueva política que exige que cualquier actuación que supere los 100.000 dólares debe ser aprobada personalmente por Noem. Esta orden ha sido criticada por desarmar por completo la capacidad de reacción rápida ante una emergencia imprevista, la razón de ser de la agencia.
En Texas, cuando el río Guadalupe crecido sumergió varias poblaciones, la FEMA no pudo pre posicionar equipos de búsqueda y rescate. Normalmente, habrían puesto en marcha a estos equipos cuanto antes para que comenzaran sus labores apenas fuese seguro hacerlo. Noem solo autorizó estos equipos el lunes, tres días después de las inundaciones. Antes de eso, fueron las fuerzas estatales y voluntarios civiles quienes llevaron a cabo la búsqueda.
Asimismo, por esa misma política, en los días siguientes a la inundación, la FEMA no atendió más de dos tercios de las llamadas de personas damnificadas que buscaban apoyo del Gobierno, de acuerdo al New York Times. La agencia terminó el contrato con varios call-centers el 5 de julio, por lo que de un día para otro, cientos de operadores dejaron de trabajar para la FEMA. Según las cifras internas citadas por el diario estadounidense, ese 5 de julio se contestaron el 99% de las 3.000 llamadas entrantes, al día siguiente el porcentaje bajó al 34.8, 846 de 2.363, y el lunes, cuando las consultas se dispararon, apenas se atendieron el 15.9%, o 2.613 de 16.419.

Esta semana, dos senadores demócratas han solicitado una investigación a las medidas y recortes implementados por Noem en relación a la FEMA para determinar si tuvieron algo que ver con la respuesta a las catastróficas inundaciones en Texas. Ruben Gallego de Arizona y Richard Blumenthal de Connecticut mencionan explícitamente la nueva política que requiere la firma de Noem para aprobar cualquier gasto mayor a 100.000 dólares. “El pueblo estadounidense merece respuestas y, lo que es más importante, merece que se rindan cuentas. Aunque todavía estamos esperando a que se conozcan todos los hechos, lo que está claro es que la FEMA debe ser capaz de responder a las catástrofes de inmediato [...] Un sistema de respuesta a catástrofes que deba esperar a la firma de un funcionario es inaceptable y está diseñado para fracasar”, dice la carta que pide la investigación.
Noem, a contrapié, se ha defendido vehementemente de las acusaciones que han surgido de las investigaciones y reportes de diferentes medios en los últimos días. El DHS ha asegurado, sin mostrar evidencias concretas, que el despliegue fue inmediato y que todas las llamadas fueron atendidas. Y la suerte de la FEMA, hasta hace tan poco condenada a desaparecer, ha pasado a un segundo plano.
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