Magali Lara, artista: “Me siento muy agradecida por la loca que fui”
La ganadora de la Medalla de las Bellas Artes presenta ‘Stitched to the body’, su primera exhibición individual en Nueva York


Para Magali Lara, que en el 2024 le concedieran la Medalla a las Bellas Artes de México, fue una gran sorpresa porque siempre ha llevado su carrera artística de una forma independiente y libre. Pero sus cincuenta años de trayectoria y una obra monumental que explora la femineidad, la identidad y la otredad desde un enfoque multidisciplinar han dejado una huella profunda en el arte contemporáneo.
Hasta el 23 de agosto puede verse en la galería ISLAA (Institute for Studies on Latin American Art) de Nueva York Stitched to the body, una exposición que recoge su trabajo desde 1977 hasta 1995 y explora la tensión entre el espacio interior y el exterior, lo público y lo privado.
Pregunta. Hábleme de la tensión entre escritura y dibujo en su obra
Respuesta. Crecí como artista en los 70, en una época en la que el pensamiento poético estaba muy bien considerado. Estuve casada con un poeta y tengo muchas amigas poetas, así que estaba muy inmersa en la poesía. En un momento dado de mi vida creí que iba a ser escritora, pero en la adolescencia tuve una crisis con el lenguaje. Mi familia era tradicional y de provincias y yo fui a una escuela de monjas, así que lo que yo quería decir no estaba permitido. Por eso incorporé el dibujo a mi obra. Para mí el dibujo y la escritura son siamesas: comparten corazón y algunos órganos vitales pero tienen brazos distintos. La imagen dice algo y el texto lo apoya o lo contradice, se encarga de la puntuación, que es la clave del significado. La puntuación es dificilísima, porque puede cambiar tremendamente el sentido de las piezas y eso me interesó muchísimo.
P. Su obra abarca el dibujo, el grabado, lo digital, la cerámica y la animación, ¿con qué se siente más cómoda ahora para expresarse?
R. Ahora trabajo mucho dibujo y pintura. Estoy en un momento más narrativo, tengo ganas de contar cosas con color, con atmósfera, con clima. Estamos en un momento horroroso, difícil, oscuro, que nos obliga a cuestionarnos las ideas en las que creíamos hace unos años y que se han ido al traste. Hay que reconfigurar esa melancolía y buscar formas de buscar la belleza y la conexión, porque si no, se vuelve todo muy apocalíptico. Quedarse deprimido es muy cómodo y no soluciona nada.
P. En el 2024 le dieron la Medalla a las Bellas Artes de México
R. La medalla de bellas artes fue sorprendente porque siempre tuve una carrera muy independiente. En los años ochenta me iba muy bien, pero enviudé, luego fui madre soltera y me fui de la ciudad, así que exploré el arte siempre de una forma distinta, más fuera del circuito. Siempre tuve reconocimiento pero no estaba en un lugar muy oficial. Ser maestra me interesaba mucho. Hace poco me empezaron a dar premios, me aceptaron en la academia y preparamos una retrospectiva en el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo), que ha sido un sueño. Empieza además, de forma inversa, con el trabajo más reciente, lo cual es muy interesante porque en las retrospectivas de personas de mi edad parece que el final no interesa.
P. ¿Qué podemos ver en su primera exhibición individual en Nueva York?
R. ISLAA hizo una especie de resumen muy bien pensado de mi obra dividido en tres salas: los 70, los 80 y los 90. Mi serie de Frida Kahlo me recuerda a mis veinte años, cuando estaba aprendiendo a enamorarme, y mis elecciones de entonces. Hay una parte de mí que sigue siendo esa chica a la que le gustaba arriesgar. Me siento muy agradecida a la loca que fui, era peleona y Frida somos todas: porque ninguna mujer debe ser definida por su dolor, su placer, su cuerpo o su belleza, es una combinación, nuestra identidad es una multitud. Muchas chicas jóvenes me escriben porque se sienten identificadas con mi trabajo y eso es muy conmovedor, aunque es extraño ocupar este sitio, darme cuenta de las edades, haberme convertido en una señora grande. Pero lo interesante de Stitched to the body, la exhibición, es que explica muy bien lo que estoy haciendo ahora: la idea del color y el salto a una composición más libre, más simbólica.

P. En uno de sus dibujos puede leerse “Llevo mi destino cosido al cuerpo, luego lo lavo”, ¿puede explicarnos esa frase?
R. Me gustan los cuartos de baño porque ahí es donde aparece lo abyecto del cuerpo. El cuerpo de las mujeres siempre está pensado como algo sucio, que no se puede oler y el cuarto de baño tiene que ver con ese intercambio entre suciedad y limpieza. Pero también con apoderarse de lo que está escondido, que es una parte vital de uno mismo que dice dónde estás, cómo estás, qué se supone que eres. Pero uno va al baño y se lava, como un traje que uno se quita o se pone.
P. Después de cincuenta años de trabajo, ¿qué siente al volver la vista atrás?
R. Cuando comencé a trabajar como artista las preguntas de las feministas eran otras, había un deseo de poder tener una voz que pudiera dar cuenta de nuestra experiencia y deseos. Esta sensación de posibilidad, de autonomía, respeto y diferenciación ha ido cambiando con el tiempo, pero de ninguna manera se ha resuelto. Vivo en un lugar donde el cuerpo de las mujeres jóvenes es muy vulnerable, y me duele, me entristece y me preocupa. He sido maestra muchos años y ver el trabajo de las mujeres más jóvenes es un recordatorio de que necesitamos una genealogía del arte de las mujeres para tener un conocimiento de nuestras experiencias vitales. En cuanto a mí, estoy en una edad en que necesito revisar mi propia historia, posibilitar otras versiones de mí misma. Ya no puedo hacer sola los murales de carbón que se exponen en México, por limitaciones físicas de la edad, pero me han ayudado tres artistas jóvenes y me gustan estas colaboraciones inesperadas, incluir la energía de otras personas en mi trabajo.
P. Usted también ha contribuido a romper con esa idea de que ser madre puede ser fatal para la carrera artística.
R. La maternidad era desafiante para las artistas de mi época porque existía el prejuicio de que si tenías un hijo te volvías una pintora de niños, como le sucedió a la alumna de Frida Kahlo, Fanny Rabel. Además era un momento donde se luchaba por la liberación sexual, por el erotismo. Por entonces una madre tenía que ser madre a tiempo completo, había muchos prejuicios, y además, yo no tenía marido, así que sufría la mirada reprobatoria de otras mamás. Pero por otro lado, encontré personas que entendieron que mi estilo de vida era diferente. Crié a mi hijo rodeada de otras mujeres artistas, como la poeta María Baranda. y me pareció un lugar extraordinario porque se aprende muchísimo y hay una gran conexión con la parte ecológica, orgánica. La maternidad para mí fue un viaje al cuerpo femenino como parte de la naturaleza, una exploración gozosa de compartir el misterio de dar vida.
P. ¿Qué es lo que le queda por contar?
R. Me gustaría mucho indagar en lo monstruoso.
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