Ir al contenido
_
_
_
_
Serie
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Los sin nombre’: un ‘thriller’ sobrenatural para desconectar en verano

La serie que estrena Movistar+ esta semana no supera a la película de Balagueró, pero tiene un par de aspectos reseñables

Milena Smit y Rodrigo de la Serna en una escena de 'Los sin nombre'.
Juan Carlos Galindo

Los primeros 10 minutos de Los sin nombre, la serie que estrena Movistar+ el jueves 26, marcan bien el tono: un accidente, una resurrección, una niña milagro, atmósferas tenues, lluvia y misterio. Los creadores Pau Freixas y Pol Cortecans sabían con qué material jugaban: hay una buena y atmosférica película dirigida por Jaume Balagueró (1999) y un libro (de Ramsey Campbell) en el que se basan ambas historias audiovisuales, pero ellos jugaban a ir más allá, no tendría sentido otra cosa.

Ángela, una niña con un extraño poder, desaparece después de revivir a una mujer y que se viera por televisión (no hay problemas con los destripes, les estoy contando el primer cuarto de hora). Un policía maldito, Javier Salazar (Rodrigo de la Serna), se obsesiona con el caso. Su caída en los infiernos del insomnio, la adicción y la culpa están bien narrados, pero no hay que olvidar que, en última instancia, Los sin nombre no es una serie policial. O no solo. Y por eso se le pueden perdonar ciertas cosas (un dato clave se obtiene de una farmacia que guarda los registros de vídeo de sus clientes durante años, un expolicía que guarda en su casa cajas llenas de archivos de casos antiguos, un preso que se entrevista con la madre de su víctima sin un mísero agente en la habitación, etc.), pero entonces tiene que tener algo más. ¿Es el caso?

Claudia, la madre (Miren Ibarguren clavando cada mirada de ojos abiertos, muy abiertos) cree firmemente que su hija Ángela está viva: ha recibido una llamada en la que una voz que podría ser la suya dice: “Mamá, soy yo, Ángela. ¡Por favor, ven a buscarme!“. Esta llamada rompe con el intento de esta madre traumatizada de rehacer su vida, por mucho que hayan pasado siete años y vuelva a estar embarazada. Nadie la comprende, lucha contra los elementos con el único apoyo del resto de perdedores de la historia y ese es el hilo del que tira la narración.

Una resurrección en directo desatará el infierno para Claudia y su hija.

Mariposas venenosas, tatuajes místicos, rituales, sectas, periodistas más implicados de lo que les gustaría (muy bien Milena Smit, que asume parte de la investigación en un momento crítico) y otros elementos clásicos del thriller se entremezclan en la historia. Salazar, el policía, es argentino y tiene una gran mochila a cuestas, como todo buen antihéroe caído en desgracia. “No te vas a quitar toda esa mierda de encima buscando a una niña muerta”, le dice una antigua compañera. Él lo sabe, pero sigue adelante.

Con independencia de la parte fantástica, para la que los responsables de la serie crean el envoltorio necesario que le da verosimilitud, la historia tiene excesos propios de los thrillers de hoy (más lejos, más increíble, más emocionante es el lema que los guía) pero se ve bien toda seguida, y eso es un mérito de sus creadores. Por ejemplo, están muy bien manejados los meandros de toda investigación, y más en una con estos elementos sobrenaturales, la dosificación de la información es buena y el espectador empieza a ver la magnitud del asunto en el quinto capítulo. La banda sonora, sin embargo, no funciona: demasiado presente, subraya demasiado y con una fuerza innecesaria, sobre todo de la parte vocal, lo que hace que pierda el efecto.

Madre e hija tienen una relación que va a marcar la serie.

Los productos así se juegan el veredicto final en la última carta, la sorpresa, el triple salto mortal del último capítulo. Este está lleno de requiebros y no llega a ser un final abierto clásico, pero la sensación de intranquilidad, miedo, del final, esa escena en el coche cuando todo ha acabado está muy conseguida.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Galindo
Es responsable de la sección de Pantallas y, además, escribe sobre libros en Cultura y Babelia y el blog Elemental. Lleva en EL PAÍS desde 2008. Como autor, ha publicado las novelas negras 'Hontoria' y ‘Muerte privada’ (Salamandra).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_