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“Son una epidemia”: la guerra contra los ‘pinkies’ se libra en las redes sociales y en los clubes de caballeros

Calcetín tobillero, ‘pinkie’ o ‘sockette’. Recibe diferentes nombres según sus alturas, pero también el rechazo unánime de los más estetas y, ahora, también es motivo de veto en algunos establecimientos

Ese trozo de tejido desquiciante para algunos: un calcetín tobillero saliéndose de una zapatilla deportiva de un asistente a los desfiles parisinos en 2016.
Marita Alonso

El calcetín no era nada hasta que lo fue todo. De ser una prenda invisible o, en todo caso, negra o blanca (agradézcaselo a Michael Jackson), pasó a ser el centro de un acalorado debate (¿sí o no a los calcetines divertidos? Justin Trudeau fue su gran valedor) e incluso un termómetro capaz de revelar antes que un DNI la edad de quien los lleva, dependiendo, sobre todo, del largo elegido.

Los millennials, dice una teoría establecida en TikTok, son quienes los esconden o emplean pinkies mínimos que no se vean bajo la zapatilla, mientras que la generación Z prefiere subirlos hasta los gemelos. En cualquier caso, lo que importa al histórico Australian Club de Sídney, exclusivo para caballeros, no es la edad de sus miembros –la mayoría supera los 60 años–, sino su cuenta corriente y que los calcetines, que son imprescindibles en el club, cubran siempre el tobillo. Lo contrario, han informado (ellos y The Guardian) será motivo de expulsión.

Y es así cómo se desata una vez más la guerra contra los denostados y controvertidos pinkies, también conocidos, paradójicamente, como calcetines invisibles (obviamente no siempre lo son) o, en inglés, sockettes. El problema de esa invisibilidad es que no es tal: casi siempre acaban viéndose (ese trozo de tejido asomando sobre una zapatilla) y es entonces cuando se alimenta la ira de quienes están en su contra. Cristiano Ronaldo ha presumido de ellos en sus redes sociales en más de una ocasión. Suele recibir críticas, cuando no burlas, por posar por ejemplo en bañador o ropa interior en su casa con los pinkies puestos. ¿Ha dejado de llevarlos? Al contrario: los ha incluido en su propia marca.

Raquel Hammerhoj, fundadora de la firma de accesorios Hammerhoj, tiene clara su postura: es una cuestión de comodidad. “Los calcetines tobilleros son más cómodos, pero solo es oportuno llevarlos cuando la búsqueda de la comodidad está por encima de la tendencia. Si para ti son más cómodos que los calcetines más largos, adelante. Habrá quienes encuentren más confort en los largos, y eso también está bien”, dice.

Pero quien a estas alturas crea que los calcetines no importan, se equivoca. Así lo hace saber Olie Arnold en The Telegraph. “El cajón de tu ropa interior es como el de las ensaladas de tu nevera. En diferentes épocas del año, necesitas rotar los productos para satisfacer tu paladar. Lo mismo ocurre con la elección de calcetines con la llegada del buen tiempo, ya que no todos los tipos ofrecen el mismo sabor”, asegura antes de dar voz a la estilista Sophie Dunn. “El truco de los calcetines invisibles es que sean invisibles”, dice. La estilista Paula Peña coincide: “Aunque en teoría están pensados para que no se vean, su verdadero objetivo es ser funcional. Por eso se genera esa división tan radical: están quienes priorizan la comodidad y los defienden, y quienes los detestan por ser poco estéticos, sobre todo cuando asoman en un look cuidado. Es la versión calcetín del con o sin cebolla”, asegura.

La reina Isabel II con un par de 'pinkies' en India en 1983.

Peña considera que este tipo de calcetín debería estar prohibido en atuendos formales o de eventos especiales, como bodas, graduaciones o cualquier ocasión en la que se lleve zapato de traje o mocasín. “También me parece poco acertado con pantalones tobilleros o shorts: acortan visualmente la pierna y dan sensación de descuido”, matiza.

Domingo Delgado, experto en coaching de imagen, explica a ICON que es una prenda funcional que cobra protagonismo cuando actúa de revulsivo agitando los códigos visuales más clásicos por darle otro tipo de protagonismo. “El tobillo descubierto en un atuendo masculino rompe con las tradiciones. En verano a algunos les parece una herejía de descuido, afectación, frivolidad o moda innecesaria. Para otros se asocia con modernidad, ligereza y cierto aire más cosmopolita. Es algo así como tocar fibras invisibles sobre cómo entendemos la masculinidad, el cuidado personal y la elegancia, conceptos que sin duda están en evolución”, asegura. “Estos calcetines han saltado incluso a looks de fiesta como si fuera una declaración de principios. Sí, voy arreglado pero sigo siendo yo y soy actual, no sigo el protocolo al pie de la letra, lo adapto a mí. Un gesto de rebeldía”.

Justin Trudeau y Jens Stoltenberg: dos hombres, dos estilos de calcetines.

Un vídeo de TikTok del popular podcast de moda masculina Throwing Fits señalaba directamente que este tipo de calcetín es de uso exclusivo de padres. El periodista Jake Woolf va más allá en GQ al asegurar que “arruinarán cualquier look” y que “son una epidemia”. “El único lugar donde funcionan es donde se supone que deben usarse: el gimnasio. Cualquier otro lugar es un no”, dice.

Domingo Delgado opina que “usarlos trasmite un mensaje ambiguo, se percibe como incongruencia, ruido visual o resta autoridad al conjunto en el sentido más clásico del protocolo”. ¿La solución a este problema, para quien lo considere un problema? Usar o bien calcetines altos que tapen todo el tobillo o bien asegurarse de que, si uno se pone unos pinkies invisibles que le den comodidad al pie dentro del calzado sean, efectivamente, invisibles y de ninguna manera se salgan del calzado. Y si puede ser, que incluyan gomas de sujeción en la parte posterior del tobillo. Si hay todavía algo peor que sentir que alguien se ríe de tus calcetines es sentir como los calcetines se caen de tu tobillo, se hunden dentro de tu zapato y te arruinan, ahora sí, el día entero.

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Sobre la firma

Marita Alonso
Redactora especializada en cultura pop y estilo de vida. Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid. 
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