Iker Jiménez en el Chester: Orgullo de ser facha y el negocio del miedo
No todo fueron fantasmadas en el programa de Risto, también hubo tiempo para que Raquel Orantes, hija de Ana Orantes, ofreciese un testimonio mucho más aterrador que el que jamás se ha escuchado en el plató de ‘Horizonte’ o ‘Cuarto milenio’


No voy a decir que aplaudí entusiasmada cuando me sugirieron la posibilidad de escribir sobre la visita de Iker Jiménez a Viajando con Chester; de hecho, valoré escaquearme, pero tal vez por sobreexposición a la chimenea vaticana me sentí beatífica. “Salvaos vosotros”, murmuré para mí misma, y pensando en el bienestar emocional de mis compañeros de la sección de televisión —a los que a esas horas imaginé disfrutando del último capítulo de The Last of Us, enfrascados en alguna lectura apasionante o simplemente haciendo lo que el cuerpo pide a las 11 de la noche: dormir—, decidí no apartar de mí ese cáliz. A veces ver la tele es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. No todo fue abnegación por mi parte; reconozco que siento cierta fascinación por los que exudan autoconfianza. Frente a tanto afectado por el síndrome del impostor, resulta refrescante contemplar a tipos tan encantados de conocerse como Iker y Risto. El presentador de Cuarto milenio incluso habló de sí mismo en tercera persona; hay personas que no defraudan nunca.
Mi mundo se tambaleó levemente cuando Risto utilizó la presentación del programa para lanzar una soflama contra los que pretenden “vivir de los fantasmas” y los que “desean que vivas con miedo”. Teniendo en cuenta que el primer invitado de la noche era literalmente alguien que vive de los fantasmas, pensé que tal vez había un cambio de última hora o, mejor, iba a ser un programa donde se desmontaría el imperio del terror de chichinabo de Jiménez y Porter. En su cara y en su propia cadena. A ver si este cáliz iba a ser mucho menos amargo de lo que esperaba. Nada más lejos de la realidad. Lo que siguió a la monserga inicial fue un masaje con agua de rosas de Damasco. Una entrevista rutinaria en la que no se dijo nada que no sepamos ya y donde repitió, le ha cogido el gusto, lo orgulloso que está de que lo tilden de “facha”. Él puntualizó que lo que no será nunca es comunista “porque conoce gente que ha vivido el comunismo”. Normal, en España lo que es prácticamente imposible es conocer a alguien que haya vivido el fascismo. A veces puedo escuchar cómo ese sofá pide a gritos un Lorazepam.
Habrá quien se cuestione por qué hay que dar aún más voz a un comunicador que dispone no de uno, sino de dos programas desde los que pontificar y un nutrido grupo de colaboradores y contertulios que le siguen hasta mucho más allá de los límites del sentido común, pero lo cierto es que, a pesar de su poder mediático, lo que no puede hacer es entrevistarse a sí mismo y lo de la pasada noche es lo más cerca que va a estar nunca. Aunque el asunto ha tenido mucha menos gracia que Ángel Garó autoentrevistándose en Sábado Deluxe. Una de las características de la gente encantada de conocerse es su falta de sentido del humor.

Que la entrevista fuese en Cuatro, su cadena, ya presagiaba que aquello sería como jugar en casa y frente al filial. Sirvió, por ejemplo, para reforzar la idea de que el comunicador había sido el primero en ver venir los efectos de la covid, aunque es mera estadística: si cada semana vaticinas el apocalipsis, algún día tienes que acertar. Mucho más nutrida es la lista de catastróficas desdichas anunciadas por sus programas de las que no hemos tenido noticia. Recuerdo por pintoresco el día que compartió plató con un Pikachu gigante para alertarnos de las intenciones ocultas de Pokémon Go. La muerte vendrá y tendrá ojos de Charmander.
Sí hubo cierto tono de reproche a su tratamiento de la dana, tampoco excesivo, a pesar de que sus bulos provocaron la espantada de algunos anunciantes. Minucias, Iker no se achanta ni aunque lo enfrenten a sus mentiras o expongan la falta de escrúpulos de sus colaboradores. Todo tiene justificación para él, hasta que, a pesar de las advertencias de las autoridades que pedían que no se colapsasen los accesos a la zona afectada, se lanzase a la carretera con el intrépido Ángel Gaitán, lo más parecido a un personaje de El Jueves que ha dado la televisión reciente, para llevar a Valencia lo único que no necesitaban: desinformación, crispación y demagogia.
No todo fueron fantasmas y fantasmadas en la segunda entrega de Viajando con Chester. También hubo tiempo para que la hija de Ana Orantes ofreciese un testimonio mucho más aterrador que el que jamás se ha escuchado en Horizonte o Cuarto milenio. Sin embargo, Iker sabrá por qué, no es frecuente que la violencia de género se mencione en sus espacios: a pesar de que su número de víctimas es muy superior al del Chupacabras o al de Charmander. Gracias al temple de Raquel Orantes, mi trabajo fue menos duro y Risto, mucho mejor entrevistador. Compruébenlo, pueden saltarse la hagiografía de Iker Jiménez; ese cáliz ya me lo he bebido yo.
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