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Charles Fadel, pedagogo: “Las redes sociales compiten por tu atención; la IA va a competir por tus pensamientos”

El sistema educativo debe apostar por “disciplinas críticas”, como la tecnología o las ciencias sociales, para asegurar la adaptabilidad de los estudiantes, asegura este experto

Charles Fadel
Manuel G. Pascual

Charles Fadel es el fundador del Centro para el Rediseño Curricular de la escuela de posgrado de la Universidad de Harvard, donde es profesor visitante. Este estadounidense de 65 años, físico eléctrico de formación y que trabajó diseñando chips y tiene cinco patentes, ha centrado buena parte de su carrera en la pedagogía. Más concretamente, en buscar la forma de rediseñar el sistema educativo para que el empuje de la inteligencia artificial (IA) no lo deje obsoleto.

Acaba de publicar en castellano su último libro, Educación para la era de la inteligencia artificial (editado por la Fundación Santillana junto a la Fundación Telefónica), en el que desarrolla su visión sobre cómo se debería acometer esa transformación. Atiende a EL PAÍS en Madrid, donde impartió una conferencia en el Espacio Fundación Telefónica.

Pregunta. ¿Cómo debe afrontar el sistema educativo la llegada de la IA?

Respuesta. En primer lugar, la educación debe tener en cuenta la diferencia entre cómo enseñamos y qué enseñamos. Para saber cómo enseñamos, por supuesto, hay que averiguar cómo permitir que los estudiantes utilicen la IA de forma inteligente. Pero eso no es lo que discuto en mi libro: yo me centro en qué deberíamos enseñar. La IA está empujando a todo el mundo a un nivel superior de profesionalidad en el que vamos a necesitar un conocimiento más sofisticado y tener competencias como el pensamiento crítico, la creatividad o la curiosidad. Todo esto es difícil de replicar para la IA.

P. Este debate lleva décadas encima de la mesa. El sistema educativo es, en esencia, el mismo que en el siglo XIX: un profesor explica y los alumnos toman notas. ¿Hay que cambiar eso?

R. Sí. Pero eso tiene que ver con el cómo. Obviamente, hay que apostar por el aprendizaje por proyectos, lo que llamamos constructivismo. Pero moverse en esa dirección requiere de mucha infraestructura para ayudar a los profesores, y nadie la facilita. Tampoco se cambia la forma de evaluar, que es lo que marca los objetivos. Hay que cambiar tanto cómo enseñamos, lo que se ve en el aula, como qué enseñamos, lo que será alterado por la IA.

P. ¿Qué se debería estudiar?

R. Nosotros pedimos que se revisen las disciplinas tradicionales. Por ejemplo, en matemáticas enseñamos aritmética, geometría y álgebra, lo cual está bien, pero también deberíamos enseñar mucha más ciencia de datos. Es decir, estadística, probabilidades, algoritmos y matemáticas discretas y computacionales. En literatura, se tendría que dar más peso a la literatura universal, no solo la de un país o un idioma determinado. En historia, lo mismo, mucha más historia universal, y por universal me refiero no solo a la occidental, sino también la oriental, etc. Así es como se modernizan las asignaturas tradicionales. Al hacerlo, esperamos crear tiempo y espacio para disciplinas modernas, las más críticas para la humanidad.

P. ¿Cuáles son esas disciplinas críticas?

R. Primero, tecnología e ingeniería. Todo se está volviendo tecnológico: fintech, nanotech, biotech, etc. En el colegio y el instituto enseñamos matemáticas y ciencias, pero la tecnología y la ingeniería las dejamos para la universidad. ¿Por qué tanta microbiología y nada de biotecnología? En segundo lugar, el emprendimiento. No tenemos idea de qué trabajos habrá en el futuro, pero sí sabemos que se podrá emprender. Y luego, en tercer lugar, las ciencias sociales: psicología, sociología, etc. Porque necesitamos entendernos mucho mejor a nosotros mismos y a los demás. ¿Por qué no enseñamos eso si es tan crítico para el funcionamiento del mundo?

En la escuela primaria, nada de IA ni dispositivos. En secundaria y con cuidado

P. ¿Qué tipo de competencias necesitan adquirir los estudiantes en la era de la IA?

R. Sabemos desde hace años que no solo necesitamos conocimiento, sino saber cómo usarlo. Ahí entran en escena habilidad, creatividad, pensamiento crítico, comunicación, colaboración y saber cómo te involucras y te comportas en el mundo, lo cual exige curiosidad, coraje, resiliencia y ética. Y luego también tienes que aprender a aprender, el meta-aprendizaje. Nadie te enseña todo esto explícitamente. Necesitamos capacitar mucho más a los profesores y proporcionarles sistemas de medición que puedan capturar la evolución en esas competencias. Los exámenes finales no se preocupan por eso. Y, sin embargo, estas son las cosas que importan en la era de la IA, porque las máquinas no pueden hacerlas bien.

Charles Fadel fotografiado en el Espacio Fundación Telefónica en Madrid, el 24 de junio.

P. ¿Deben usar la IA los estudiantes?

R. Sí, la necesitan. Negársela sería como haberle dicho a la gente que no usara Google cuando salió. Pero la diferencia es que el motor de búsqueda solo transmite información pasiva. La IA, en cambio, te ayuda en la cognición, pero al mismo tiempo amenaza con reemplazarla. Hay técnicas para hacer que los estudiantes usen bien la IA. Por ejemplo, digamos que tenemos que escribir un ensayo. Puedes pedirle al estudiante que escriba el ensayo delante de ti con un bolígrafo. Y, luego, que escriba las instrucciones para que lo haga la IA y compare los resultados. ¿Cuál es mejor y por qué? ¿Puede detectar dónde alucina? La buena noticia es que, de este modo, has empujado al estudiante mucho más alto; la mala, que esto lleva más trabajo que una calificación automática.

P. Hay estudiantes que están limitando el uso de ChatGPT para no mermar su creatividad.

R. El hecho de que se puedan aprobar asignaturas usando herramientas de IA generativa pone de manifiesto lo deficientes que son los sistemas de evaluación. Si una IA puede superar exámenes de licenciatura en Medicina o Derecho, eso significa que en su mayoría eran de memorización. Si quieres que los estudiantes piensen, necesitas pruebas diferentes.

P. Hasta que eso cambie, un estudiante, si no le pillan, puede aprobar muchas asignaturas con poquísimo esfuerzo.

R. Eso es contraproducente. Es un poco como decir: “Voy a tener cero memoria porque puedo encontrarlo todo en internet”, o “no voy a aprender las tablas de multiplicar porque tengo una calculadora en el móvil”. Necesitas un cierto bagaje para poder funcionar. Es solo que el tipo de bagaje está cambiando. Cuando usas herramientas de IA en labores de investigación, terminas con un muy buen resumen de la opinión general. Pero, como las IA son un motor estadístico, solo te dan el centro de la distribución. Descartan todo lo que no aparece con frecuencia. Y, sin embargo, eso es lo que quieres para tu ensayo: las ideas inusuales que la IA elimina. Ahí es donde tienes que tener cuidado con cómo la usas. Puede funcionar para una síntesis de nivel de licenciatura. Pero si quieres nivel de máster o de doctorado, tienes que buscar en otro lugar.

P. ¿En qué etapas de la educación se debería usar la IA?

R. Estoy completamente en contra del uso temprano de la IA. Creo que los padres están haciendo algo terrible si permiten que sus hijos empiecen demasiado pronto con las herramientas digitales. Los niños pequeños necesitan entender lo concreto y luego hacer la transición a lo abstracto, así es como funciona el cerebro. Empiezas con cinco manzanas físicas. Luego pasas a un nivel de abstracción de un número cinco, y luego de cinco a X, de X a F(x), etc. En la escuela primaria, nada de IA ni dispositivos. La IA, como las pantallas, deben introducirse en secundaria y con cuidado para que los estudiantes tengan tiempo de desarrollar sus propias capacidades y no se vuelvan demasiado dependientes.

Si una IA puede superar exámenes de licenciatura es que son deficientes

P. El uso actual de la IA recuerda al de las primeras redes sociales, cuando todo el mundo compartía alegremente sus fotos y datos personales. Dos décadas después, sabemos que están diseñadas para causar adicción. ¿Cree que pasará algo parecido con la IA?

R. Totalmente. Las nuevas tecnologías siempre son emocionantes, así que puedo entender por qué la gente querría jugar con ellas. Pero hay demasiada presión de la industria para obtener enormes rendimientos muy rápido. Así que, de la misma manera que las redes sociales son completamente antiéticas en cómo intentan atraparnos, está claro que la IA hará lo mismo. Las redes sociales compiten por tu atención; la IA va a competir por tu cognición. La IA es muy peligrosa porque puede manipular tus pensamientos. Las redes sociales, en cierto modo, también, pero la IA puede ir más allá. Imagina que se usa en un sistema educativo y algún agente extranjero decide inyectar ciertos contenidos. Se habla poco de si es seguro usar la IA de terceros países. ¿Hemos comprobado realmente su código fuente abierto? ¿Hay cosas ocultas? La gente presta atención a las grandes cosas visibles, como los drones o los robots con forma de perro. Pero lo que es más peligroso, en mi opinión, son las consecuencias insidiosas, no intencionadas y aparentemente poco relevantes de la tecnología, pero que luego cambian el mundo.

P. ¿Por ejemplo?

R. Cuando creamos los SMS, nadie pensó que iban a ser importantes, porque en ese momento todo el mundo llamaba por teléfono. Luego descubrimos que la gente en realidad prefiere enviar mensajes de texto. Ese es un primer efecto. Segundo efecto: ahora pueden cancelarte una cita en el último minuto, porque ya no tienen que interactuar contigo y sentirse avergonzados. Tercer efecto: Twitter, una herramienta con la que puedes socavar democracias con mensajes de 140 caracteres escritos desde tu sofá. Perdimos completamente el tren con las redes sociales, las dejamos desmadrarse. Ahora, al menos, la gente está prestando más atención a la IA.

P. ¿Hasta qué punto cree que se implementarán los cambios que usted propone en los próximos años?

R. Si dejamos los sistemas educativos a su propio ritmo, no lo harán. Por el lado de la tecnología, tienes cambios exponenciales; por el de la educación, cambios lentos. Quienes tienen el poder de implementar esos cambios ni siquiera se dan cuenta de que están congelando el sistema. Si se consigue desbloquear ese primer obstáculo, el de la voluntad política, el segundo será revisar todas las cosas de las que hablamos.

P. ¿Qué tal le suenan sus ideas al profesorado?

R. En general, los profesores no tienen voz sobre lo que se enseña, sino sobre cómo se enseña. Su tarea es desplegar el plan correctamente, no decidir qué se estudia. Lo único que nos mantendrá a la vanguardia en la era de la IA es el hecho de que somos adaptables, contextuales. Pero eso tiene que entrenarse en los estudiantes.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.
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