Velocidad, mucho lujo y fundas de trofeos
Desde 2021, Louis Vuitton fabrica el baúl del galardón del Grand Prix de Mónaco y este año, además, se ha convertido en ‘partner’ de la F1


El ruido es ensordecedor. La gente se protege del sol monegasco con gorras y del zumbido de los motores con tapones en los oídos. Así 78 vueltas, cada una de 3,337 kilómetros. El Grand Prix de Mónaco de Fórmula 1, cita clásica del campeonato, casi centenaria (redondeará el siglo en 2029), combina velocidad, lujo y rostros conocidos. Antes de la carrera, celebrada a finales de mayo, Sofia Vergara, Naomi Campbell, Patrick Dempsey, Kylian Mbappé o Jeff Bezos pasean y se dejan fotografiar por el pit lane, donde cada equipo revisa los últimos detalles. Desde el Paddock Club de Louis Vuitton, Bernard Arnault y su familia observan atentos el desarrollo de la competición, que este año es especial para el empresario, presidente del conglomerado de lujo LVMH: esta temporada, Louis Vuitton se ha convertido en partner oficial de la Fórmula 1 a través de un acuerdo que se extenderá durante 10 años y cuyos efectos ya se ven en el circuito, con el nombre de la marca en pantallas y letreros de la pista.

Todo comenzó en 2021, cuando la firma fundada en 1854 en París creó el primer Trophy Trunk para el GP de Mónaco. Ese baúl, creado con mimo por los artesanos de los talleres de la marca en Asnières, al noroeste de París, está estampado con el monogram de la casa y marcado con una gran letra uve, inicial de Victoria y Vuitton. No se trata del único baúl portatrofeos de la maison (que, entre otros, ha diseñado el del Balón de Oro y la Copa del Mundo de Fútbol, el del Mundial del Rugby o los de Roland Garros y la Copa Davis de tenis), pero sí de uno especial, porque remite a sus inicios. El vínculo entre Vuitton y el automovilismo se forjó a finales del siglo XIX, cuando Georges Vuitton, hijo del fundador que dio nombre a la enseña, decidió comercializar unos portaequipajes a medida llamados Malle Auto para los vehículos a motor, un medio de transporte cada vez más popular, y también el Sac Chauffeur, de forma circular, que podía guardar una rueda de repuesto y los accesorios del conductor, pero también un sombrero, según destacaba la publicidad de la época. Todas estas piezas estaban fabricadas con una lona resistente e impermeable bautizada como Vuittonite y con cuero. Como remate, unos herrajes dorados, diseño que evocan los baúles de trofeos actuales.

En el circuito urbano de Montecarlo, entre banderas ajedrezadas y copas de Möet, se respira el gusto por lo clásico, mezclado con la innovación. “El saber hacer de nuestros artesanos refleja la misma precisión que tienen los ingenieros de la Fórmula 1: la artesanía se une al rendimiento excepcional”, subraya Pietro Beccari, CEO de la firma, que desde 1993 también organiza unas carreras de vehículos históricos llamadas Louis Vuitton Classic Race. Este año, en la competición de Mónaco la victoria no fue para el piloto local Charles Leclerc (Ferrari), el más ovacionado, que quedó segundo, sino para el británico Lando Norris (McLaren). Tras ganar, afirmó que estaba viviendo uno de sus sueños. Para Beccari, que uno de sus baúles proteja el premio también lo es: “Nos sentimos orgullosos de seguir formando parte de la historia y de mantener viva nuestra tradición de acompañar a los campeones”.

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