El caso Huma Abedin: cómo reescribir tu vida después del escándalo sexual de tu marido
Después de una década condicionada por la humillación pública, Huma Abedin ha resurgido con una de las bodas más comentadas del año. Una cita que simboliza el camino de redención de la mujer que supo resurgir de las cenizas con la ayuda de confidentes como Hillary Clinton o Anna Wintour


Doce años y toda una vida han pasado entre las dos imágenes que definen la figura de Huma Abedin. En la primera, tomada en el verano de 2013, esta asesora política hija de inmigrantes —que pasó de becaria en la Casa Blanca a convertirse en mano derecha de Hillary Clinton— apenas logra levantar la mirada del suelo mientras su marido trata de dar explicaciones frente a la prensa. Anthony Weiner, aspirante a la alcaldía de Nueva York, volvía a pedir perdón tras la enésima filtración de fotos y vídeos de carácter sexual, la mayoría dirigidos a mujeres jóvenes, algunas menores. “Nuestro matrimonio, como muchos otros, ha tenido sus altibajos. Perdonar a Anthony ha requerido mucho trabajo y un montón de terapia”, declaraba ella entonces, consternada, defendiendo que su esposo intentaba ser el mejor hombre posible. Tres años más tarde, agotada de ejercer de Alicia Florrick (protagonista de The Good Wife) en la vida real y tras una nueva remesa de mensajes inapropiados, anunció que se separaba definitivamente del congresista.
Este verano, sin embargo, todo es distinto para ella. Vestida con un diseño marfil de Givenchy inspirado en Audrey Hepburn —y luego en un Erdem a medida, y en un Oscar de la Renta, y en un Marchesa para la fiesta—, la consultora de 48 años ha dado el ‘sí, quiero’ a Alex Soros, hijo del magnate y filántropo George Soros, en la que ya es una de las bodas del año.

El enlace supone mucho más que una cita del calendario social: representa el cierre simbólico de una etapa marcada por el escarnio y el silencio. La ceremonia, celebrada en los Hamptons, reunió a la élite del progresismo estadounidense: Hillary Clinton, Anna Wintour, Kamala Harris, Jennifer Lawrence o Jimmy Fallon estuvieron entre los invitados. Abedin, mujer de currículo intachable, celebraba su renacer particular tras haber visto cómo su prometedora carrera quedaba condicionada durante años por el escándalo ajeno. En medio de todo aquello, siempre mantuvo el tipo. No ofreció un espectáculo mediático pese a que medios como el New York Post la calificaron como “cornuda furiosa”. Calló. Protegió a su hijo. Y siguió trabajando.
“Me rompieron el corazón, lo arrastraron, lo pisotearon, me humillaron. Con el tiempo, me di cuenta de que estaba atravesando un trauma extremo (…) Viví con vergüenza, en la vergüenza, durante muchísimo tiempo”, reconocía en una entrevista con The Cut. Su caso alcanzó una dimensión nacional en 2016, cuando a solo once días de las elecciones presidenciales, el FBI incautó el portátil de Weiner mientras investigaba mensajes dirigidos a una menor. Aquel dispositivo contenía correos electrónicos intercambiados entre Clinton y Abedin durante sus años en el Departamento de Estado. El director del FBI, el polémico James Comey, decidió reabrir una investigación sobre Clinton. No se halló nada incriminatorio, pero Donald Trump aprovechó el episodio para tildar de “criminal” a su rival. Muchos analistas coinciden en que ese movimiento fue decisivo en la derrota demócrata. En su libro de memorias, Both/And: A Life in Many Worlds, lo recuerda con claridad: “Le dije, ‘Anthony, si ella pierde estas elecciones, será por tu culpa y por la mía’. Esa noche escribí una frase en mi cuaderno: ‘No sé cómo voy a sobrevivir a esto. Dios mío, ayúdame’”.

Abedin, hija de un intelectual musulmán indio y una académica pakistaní, nacida en Michigan pero que vivió su infancia en Arabia Saudí, consiguió sobrevivir. Lo hizo, sobre todo, gracias a la red de mujeres que no la dejaron caer cuando su rostro se convirtió en sinónimo de humillación pública. Clinton, su mayor valedora, se negó a dejarla sola. El mismo día que Abedin entró como becaria en la Casa Blanca, el presidente Bill Clinton testificaba ante el gran jurado por el caso Lewinsky. Tal vez por eso, Hillary la protegió desde el principio y la definió como su “segunda hija”. Estuvo junto a ella como primera dama, senadora, secretaria de Estado y candidata presidencial. Fue parte esencial de su círculo profesional –al que bautizó como Hillaryland–, una hermandad de mujeres que comparten cicatrices y se sostienen entre sí. “La amistad es mi terapia”, ha dicho Abedin, que tiene grabado a fuego el consejo que marcó su carrera. “Si vas a subir por la escalera de las oportunidades, no vas a pisar los dedos de las mujeres que están unos peldaños por debajo. Vas a extenderles la mano y ayudarlas a subir también”, le ilustró Clinton.

Otra figura crucial fue Anna Wintour. La directora global de Vogue se mantuvo a su lado tras el escándalo, la acompañó al cine, a partidos de tenis o a cenas de acceso privilegiado, y le ofreció respaldo público cuando era objeto de burla nacional. En 2022 incluso se rumoreó que había sido la celestina entre Abedin y el actor Bradley Cooper, con quien mantuvo un breve romance. En una reciente entrevista con la revista mencionada, reveló que Wintour, Clinton y su suegra, Susan Soros, fueron las principales responsables de su boda: “Sacaron sus agendas y sugirieron la fecha. Fue surrealista verlas tan pendientes de que el día fuera perfecto para nuestras familias y amistades”.
Abedin conoció a Alex Soros, por entonces disoluto heredero, en 2021, durante una cena organizada por amigos comunes en Nueva York, y empezaron a salir poco después. Aunque mantuvieron la relación con discreción durante los primeros meses, dos años después oficializaron su compromiso con un anillo valorado en 1,3 millones de dólares. Alex Soros, politólogo de formación y actual presidente de la Open Society Foundations —la misma red filantrópica fundada por su padre—, ha seguido la estela progresista del apellido, aunque con un perfil algo más visible en redes sociales y actos públicos. Juntos han cultivado una relación alejada del ruido mediático, centrada en su trabajo –es comentarista política en la televisión estadounidense y conferenciante– y en su hijo. A pesar de haber vuelto a pasar por el altar, Huma ya no es “la esposa de”.
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