Serena Williams anuncia un fármaco antiobesidad: ¿Cuáles son los límites éticos en la pérdida de peso?
La campaña busca contar una historia de meritocracia y superación, pero lo que muestra es que estar delgado no es el resultado de dieta sana y ejercicio


La tenista Serena Williams ha vuelto a ser noticia, no por sus triunfos deportivos, sino por ser la imagen de un medicamento para la pérdida de peso de la marca Ro. Esta farmacéutica comercializa el último análogo de la GLP-1, similar a otros como Ozempic y Wegovy.
La ganadora de 23 títulos de Grand Slam y cuatro oros olímpicos, que incluso ganó el Open de Australia en 2017 estando embarazada de ocho semanas, ha decidido usar un análogo de la GLP-1 para perder peso. Ella afirma que después de la maternidad no había conseguido volver a su peso anterior. Es evidente que la justificación para usar este medicamento sin tener diabetes tipo II es siempre estética y, bajo mi punto de vista, innecesaria.
La empresa Ro quería hacer una campaña que apelase a la superación y que tuviera una historia que contar, y en esta narrativa encajaba muy bien la tenista. Serena es una deportista que lo ha ganado todo, su fuerza de voluntad está más que testada, tiene una alimentación sana y hace ejercicio de manera diaria, y aun así no era delgada. Mediante la figura de Serena, han encontrado a la protagonista perfecta en esta historia de meritocracia y superación, en la que una vez más uno puede conseguir lo que quiera, si te esfuerzas lo suficiente, no de manera natural, pero sí con el uso de medicación. Y es así como, a golpe de pinchazo, Serena es una mujer delgada.
En realidad, lo que muestra esta campaña es que la diversidad corporal existe y que estar delgado no es el resultado de dieta sana y ejercicio, como abogan los mensajes más simplistas. Si no, Serena sería una mujer delgada. Y también muestra que la delgadez y la salud van de la mano: no creo que haya dudas de que Serena era una mujer sana, aunque no tuviera un cuerpo delgado como le gusta al canon estético.
Como mujer, entiendo el deseo de Serena de estar más delgada en una sociedad que juzga de manera cruel cada centímetro de nuestra piel y nos somete a la presión estética. Lo que no comparto es la manera en que lo hace.
Serena ha sido una deportista cuyo cuerpo siempre ha estado en el ojo del huracán. No es la típica tenista delgada, ni una mujer gorda, pero sí más corpulenta de lo que los cánones sugieren y mandan. Además, como mujer negra, la opresión por el tamaño de su cuerpo ha sido aún mayor que la que recibiría una mujer blanca.
El anuncio está hecho de una manera tan naif y superficial que, si no sabes que está anunciando un medicamento, podrías pensar que está vendiendo una máscara de pestañas o un pintalabios, nada que tenga unos efectos secundarios adversos. De hecho, ella ha declarado que no ve ningún problema en la comercialización de este fármaco, vaya por delante que su marido es accionista en la compañía. El uso de medicamentos debe tener un control médico, y quiero recordar que aún no se conocen los efectos a largo plazo más allá de la pérdida de peso en personas sanas. Es decir, en aquellas que no padecen diabetes tipo II, que es para lo que se crearon los análogos de la GLP-1.
Al ser anunciado por una deportista, esto no es nuevo: otros productos comprometidos para la salud han sido promovidos de la misma manera, como Herbalife. Tiene un halo aspiracional, llega a mucha gente y afecta también a niños y adolescentes. No debemos olvidar que los deportistas generalmente cuentan con asesoramiento médico, nutricional y psicológico, del que los ciudadanos de a pie carecemos. Vender un medicamento así es negligente y poco ético. Lo anunciado por deportistas se asocia a vida sana y ejemplaridad, algo que en este anuncio deja mucho que desear.
Las campañas se han proyectado en Times Square, el metro de Nueva York y el US Open, con anuncios televisivos, digitales y en plataformas como TikTok e Instagram lo que ha conseguido un efecto amplificador en un momento social donde la delgadez y la disciplina sobre el cuerpo vuelven a ser una manera de mostrar pertenencia a una clase social.
Esta campaña, bajo mi punto de vista, tiene dos consecuencias. Por un lado, la estandarización de los cuerpos: la delgadez es para todos, lo que elimina la diversidad corporal y los mensajes sobre la aceptación corporal. El cuerpo vuelve a ser un proyecto vital que modelar para encajar en la sociedad. Y, por otro, presenta la medicación como un juego: un pinchazo y ¡chas!, tu nueva vida está ahí. Pero la realidad es que no es accesible para todos; son medicamentos muy caros, no aptos para todas las rentas.
Las diferencias de clase también se reflejan en el tamaño corporal: la delgadez proporcionada por análogos de la GLP-1 solo está al alcance de los bolsillos más pudientes. El tamaño corporal se convierte en estatus; estar delgado es una forma más de mostrar poder y dinero.
La campaña de Serena Williams y Ro no es solo publicidad: es un reflejo de cómo opera la industria de la pérdida de peso y la belleza. Primero nos crean inseguridades corporales y luego nos las venden, en forma de productos o, en este caso, medicamentos, como soluciones rápidas a problemas que no existen. La delgadez no es sinónimo de salud, ni un proyecto vital al que debamos aspirar a cualquier precio. Convertir el cuerpo de las mujeres en mercancía y la medicación en un atajo hacia la aceptación social no solo es peligroso, sino también profundamente injusto.
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