Los amigos “SINPÁticos”, o por qué los superricos pagan menos impuestos que el ciudadano común
Las grandes fortunas y las multinacionales pagan un tipo efectivo de tributos muy inferior al ciudadano medio. Hacen un “sinpa” al resto, al tiempo que se siguen beneficiando de los servicios públicos y de contratas millonarias

En estas fiestas, el amigo invisible vuelve a reunir a familias, colegas de trabajo y amistades. El funcionamiento es tan sencillo como justo: cada persona hace un regalo y, a cambio, recibe otro. Nadie queda fuera, nadie recibe más de lo que pone. En la vida real, celebramos una suerte de amigo invisible cada día. Pagamos impuestos según nuestros ingresos y hacemos uso de los servicios públicos según nuestras necesidades. A pesar de su enorme complejidad en cifras, porcentajes, modalidades, territorios, en realidad el fundamento es igual de sencillo, damos algo a cambio de recibir unos “regalos”, en este caso absolutamente necesarios para nuestro día a día, en particular para los más desfavorecidos.
Sin embargo, hay una minoría que elude su responsabilidad y participa de una forma muy particular de este amigo invisible y que desde la Plataforma de Justicia Fiscal hemos denominado "SINPÁticos“. Son esos y esas que disfrutan sin límites de los regalos comunes —infraestructuras, sanidad, educación, seguridad, transportes—, pero cuando llega el turno de aportar, inventan mil y un trucos para no poner lo que les toca. Son las grandes empresas multinacionales y las inmensas fortunas personales que, gracias a una compleja ingeniería tributaria, guaridas fiscales y engaños sobre dónde generan de verdad sus beneficios, encuentran una grieta para no pagar su parte. Pero ese no pagar la cuenta no lo hacen en ningún establecimiento concreto, sino que nos lo dejan a deber al resto, impidiendo que nuestros servicios públicos mejoren y que el reparto de las cargas comunes sea más justo.
En 2024, España perdió cerca de 9.400 millones de euros por culpa del abuso fiscal de las multinacionales y los grandes patrimonios
Algunos datos para calibrar este gigantesco sinpa. En 2024, España perdió cerca de 9.400 millones de euros por culpa del abuso fiscal de las multinacionales y los grandes patrimonios, según los cálculos de la plataforma Tax Justice Network. Es cerca del 0,7% del PIB ―que es, de hecho, el porcentaje objetivo a destinar a la Ayuda Oficial al Desarrollo― y casi lo más preocupante, se trata de una cifra en claro aumento. Así, aprovechando cualquier grieta tributaria, estos superricos nacionales y extranjeros logran pagar un tipo efectivo sobre sus beneficios que oscila entre un 5% y un 7%. Muy, pero que muy lejos del de todo trabajador, autónomo o pyme.
Quizás lo más descorazonador de esta situación es que en la mayoría de ocasiones esta evasión de capitales se hace de forma totalmente legal. Es decir, es el propio sistema, permitiendo la existencia de refugios fiscales y de esa “contabilidad creativa”, el que permite que los que más tienen del grupo sean los que siempre se olvidan de hacer el bizum después de pasar el finde en la casa rural.
No es cierto que los superricos no utilicen los servicios públicos. Puede que tengan seguros médicos privados y manden a sus hijos e hijas a escuelas elitistas, pero las grandes empresas obtienen beneficios gracias a profesionales formados en la educación pública y atendidos por la sanidad comunitaria, operan con seguridad jurídica y policial, envían mercancías por carreteras, puertos y aeropuertos, deben buena parte de sus ingresos a contratos públicos. Por tanto su éxito empresarial está construido, en buena parte, sobre la base de esos regalos comunes que hemos pagado entre todos.
El impuesto global
Este “escaqueo” es uno de los motivos que está detrás de una desigualdad que no para de crecer. Por ejemplo, en el último año en España, ocho personas han entrado en el club de los que poseen más de 1.000 millones de dólares. Ya son 32. Y su riqueza acumulada ha crecido en más de un 20%, un porcentaje muy superior que el del otro 0,9999% de la población. A nivel global, la tendencia es similar, y el número de estos superricos no para de crecer.
Varios países, entre ellos España y Brasil, están impulsando que las grandes fortunas paguen cada año al menos el 2% de su patrimonio
Sin embargo, por primera vez en décadas la idea de un impuesto global a estos milmillonarios empieza a tomar cuerpo. Varios países, entre ellos España y Brasil, están impulsando que estas grandes fortunas paguen cada año al menos el 2% de su patrimonio. La medida puede parecer escasa, pero desde luego sería un primer paso para que estos superricos aporten un poco más a los servicios públicos de todo el mundo. Hospitales, colegios, carreteras, atención a la dependencia, lucha contra el cambio climático, viviendas. Resulta casi imposible imaginar la cantidad de “regalos” que podríamos disfrutar la población del planeta.
Más allá de los números, está en juego la misma idea de democracia, de sociedad que funciona con ese acuerdo básico que se basa en derechos y obligaciones, en ese todos damos porque luego todos recibimos. Sigamos jugando a ese amigo invisible colectivo, pero vamos a intentar que de una vez todas se respeten las reglas, y que no sean precisamente los más ricos del grupo quienes se presenten a la fiesta sin aportar nada. Es el momento de decirle a esos sinpáticos que no estamos dispuestos a quedarnos sin esos regalos colectivos que nos cambian la vida, y a veces simplemente nos la salvan.
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