El cólera no es esencialmente un desafío médico, sino político
Los brotes más graves se registran en África, donde en la mayoría de los casos los conflictos aceleran la propagación de la enfermedad

El último brote de cólera en el Reino Unido fue en 1866; en los Estados Unidos no se ha registrado un brote desde 1911.
Sin embargo, todavía hoy, los brotes de cólera azotan a 32 países, con más de 6.800 muertes notificadas en lo que va del año, cifra que supera ya las 6.000 víctimas mortales del año pasado, que a su vez supuso un incremento del 50% con respecto a 2023.
Los brotes más graves se registran en África, donde en la mayoría de los casos los conflictos aceleran la propagación de la enfermedad y obstaculizan los esfuerzos para controlarla.
El cólera persiste no por falta de conocimientos científicos o soluciones, sino porque los mandatarios no han tomado medidas con la urgencia y el compromiso que la crisis exige.
Un consorcio de más de 50 asociados, encabezados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), responde a esos brotes a través del Grupo Especial Mundial de Lucha contra el Cólera. Es una alianza establecida en 1992 que permite el acceso a suministros esenciales, así como la detección, prevención y tratamiento del cólera, orienta a las comunidades sobre cómo protegerse y establece prioridades mundiales para controlar el cólera de manera sostenible.
Como complemento de la labor del Grupo Especial, en agosto la OMS y los centros para el control y la prevención de enfermedades de África pusieron en marcha un plan continental de preparación y respuesta frente a emergencias por cólera.
El cólera es por antonomasia la enfermedad de la pobreza. Está causado por una bacteria que se ingiere en alimentos o agua contaminados con heces de una persona infectada.
La mejor forma, y la única sostenible, de prevenir la enfermedad es garantizando el acceso a agua potable y saneamiento, razón por la cual el cólera es actualmente una enfermedad prácticamente desconocida en los países que cuentan con esos servicios, pero medra en las comunidades aquejadas por la desigualdad, la pobreza, los conflictos, los desplazamientos y los desastres climáticos.
En las comunidades sin acceso a agua potable y saneamiento, el cólera también puede prevenirse con vacunas seguras y eficaces. Las primeras vacunas inyectables se desarrollaron a fines del siglo XIX y han sido sustituidas por vacunas orales, que llegaron en la década de 1980.
La mejor forma de prevenir la enfermedad es garantizando el acceso a agua potable y saneamiento
Ahora bien, puesto que el cólera se ensaña casi exclusivamente con los países y comunidades más pobres, no atrae la inversión de las empresas que desarrollan las vacunas, para las que ofrece pocas oportunidades de mercado. En estos momentos solamente hay un fabricante que produce vacunas anticoléricas a la escala necesaria para poder realizar campañas de vacunación masiva: EUBiologics, con sede en la República de Corea.
Para gestionar la respuesta a los brotes de cólera, la OMS y otros asociados establecieron en 2013 una reserva mundial de vacuna anticolérica en el marco del Grupo Internacional de Coordinación del Suministro de Vacunas (GIC) con objeto de garantizar un acceso rápido, equitativo y eficaz a las vacunas en emergencias, especialmente en entornos de bajos recursos. Desde entonces, la reserva ha distribuido casi 250 millones de dosis de vacunas a 34 países.
Casi el 75% de esas dosis se han distribuido desde el inicio de 2021 en respuesta a la reaparición mundial del cólera. En lo que va de año, la reserva ha sufragado más de 49 millones de dosis de vacunas, cifra que eclipsa el récord anterior para un solo año.
Dada la creciente frecuencia y gravedad de los brotes, las vacunas de la reserva solo pueden utilizarse para controlarlos, más que para campañas preventivas en zonas con riesgo de cólera.
Aunque la reserva se repone cada semana, la producción no puede atender la demanda, por lo que la reserva se sitúa periódicamente por debajo del umbral recomendado de cinco millones de dosis, las necesarias para responder a brotes en un momento dado.
En respuesta, el GIC suspendió en 2022 el régimen de vacunación ordinario de dos dosis a favor de una sola dosis, para estirar los suministros.
Hoy los brotes de cólera azotan a 32 países, con más de 6.800 muertes notificadas en lo que va del año
Esta decisión se tomó partiendo de la evidencia que muestra que una sola dosis protege contra el cólera, pero que la protección disminuye más deprisa que con el régimen de dos dosis. Por tanto, la vacunación de una dosis es solo una solución temporal para aprovechar al máximo los efectos de los escasos suministros de respuesta a brotes.
La demanda no da señales de menguar, lo que significa que la oferta debe aumentar.
En octubre de 2024, Zambia firmó un memorando de entendimiento con la empresa china JIJIA Medical Technology Company para establecer una planta de producción de vacunas anticoléricas en Lusaka, lo que podría hacer de Zambia el primer país africano que fabrica la vacuna anticolérica.
La producción prevista de vacunas aún requerirá un proceso riguroso de garantía de calidad y ensayos clínicos para confirmar su seguridad y eficacia antes de que las dosis fabricadas a nivel local puedan recibir la aprobación de la OMS y utilizarse en campañas de vacunación masiva.
Si bien incrementar la producción de vacunas en África es esencial para la prevención y respuesta frente a los brotes de esta vieja enfermedad, la única solución a largo plazo es la inversión gubernamental en infraestructuras de agua potable y saneamiento.
Algunas enfermedades no pueden prevenirse por completo, como la enfermedad de alzhéimer y la mayoría de los cánceres.
El cólera no es una de ellas. Puede frenarse. La enfermedad persiste porque persisten la pobreza, la desigualdad, los conflictos y los desplazamientos.
Por tanto, frenar esta enfermedad no es esencialmente un desafío científico, médico o técnico; es un desafío político.
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