“Contar las muertes sirve para salvar vidas”: África reclama el control de sus datos de salud tras el cierre de USAID
Millones de certificados de defunciones y registros clínicos desaparecieron en el continente tras la reducción de fondos de la mayor agencia de cooperación estadounidense. Una nueva alianza con la OMS y la UE busca reforzar los sistemas digitales en los países subsaharianos


Cuando Estados Unidos recortó la financiación de su ayuda sanitaria global tras el cierre de USAID, su agencia de cooperación a principios de año, y el mayor donante del mundo, millones de registros de defunciones y datos clínicos desaparecieron casi de la noche a la mañana en varios países africanos, borrando del mapa estadístico a miles de personas. “Llamé a ministros que me dijeron: ‘No tenemos acceso a nuestros propios datos”, denunció en Berlín la semana pasada el doctor Jean Kaseya, director del Centro Africano de Control y Prevención de Enfermedades (Africa CDC), durante el World Health Summit (Cumbre Mundial de la Salud). Muchos hospitales perdieron el acceso a sus propios historiales y los sistemas de vigilancia de epidemias o infecciones quedaron paralizados porque las suscripciones a la nube dejaron de pagarse o porque el personal encargado de registrar y analizar los datos perdió su trabajo, lo que evidenció la vulnerabilidad de depender de recursos externos.
Una nueva alianza entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unión Europea (UE) alcanzada la semana pasada —y financiada con ocho millones de euros— busca revertir ese vacío, reforzando los sistemas digitales de salud en África subsahariana y devolviendo a los países la soberanía que reclaman sobre sus datos sanitarios.
Cada año mueren en el mundo unos 90 millones de personas. De la mitad de ellas, unos 45 millones, no se sabe exactamente las causas, porque sus muertes o el motivo del deceso no figuran en ningún registro oficial. En África subsahariana, la situación es aún más extrema: apenas una de cada 10 muertes se registra oficialmente, según la organización, por lo que el apagón digital provocado tras el cierre de USAID supuso un golpe en una situación ya muy precaria.
La OMS confirma el impacto que provocó la desaparición de los datos sanitarios en África. “En los primeros meses de 2025 detectamos fallos críticos en sistemas de salud de seis regiones, sobre todo en África”, explica Alan Labrique, director de Innovación Digital de la OMS, en conversación con este diario. “Algunos hospitales perdieron el acceso a sus historiales clínicos porque las suscripciones a las plataformas en la nube dejaron de pagarse; otros dejaron de registrar muertes porque el personal técnico fue despedido o el hardware fue retirado. En ciertos países, los sistemas de vigilancia epidemiológica quedaron paralizados durante semanas”, detalla.
Cuando no sabemos quién muere ni por qué, los gobiernos caminan a ciegasMary-Ann Etiebet, directora ejecutiva de Vital Strategies
Ese vacío de información impide comprender las verdaderas dimensiones de los problemas de salud global y sus consecuencias son tangibles. Sin registros fiables de las causas de muerte, los sistemas sanitarios no pueden detectar a tiempo enfermedades emergentes, planificar presupuestos, decidir dónde construir hospitales ni evaluar el impacto de una vacuna o de una crisis climática. “Sin datos fiables, los gobiernos no pueden diseñar políticas efectivas ni dirigir los recursos donde más se necesitan, porque cuando no sabemos quién muere ni por qué, los gobiernos caminan a ciegas”, advierte Mary-Ann Etiebet, directora ejecutiva de Vital Strategies, una organización sin ánimo de lucro que busca reforzar los sistemas de salud pública mundial y que invitó a EL PAÍS a la cumbre de Berlín.
“El dato de la muerte es una fuente de vida”, resume Betsy Fuller, del equipo de salud pública de Bloomberg Philanthropies, que la semana pasada dio un nuevo impulso en el World Health Summit a su iniciativa Data for Health (Datos para la salud), que en la última década ha ayudado a más de 80 países a mejorar sus registros de nacimientos y defunciones. “Por cada dólar invertido en fortalecer los sistemas de datos, los países obtienen 32 en beneficios netos: mejores políticas, sistemas más fuertes y comunidades más sanas”, añade Fuller.
Actuaciones con precisión
Conocer con precisión por qué muere la población salva vidas, coinciden los expertos consultados. En Bangladés, por ejemplo, “los registros de defunciones permitieron descubrir que el cáncer de cuello uterino era la segunda causa de muerte entre mujeres en Daca”, explica Chloe Harvey, experta en estadística de la Comisión Económica y Social de la ONU para Asia y el Pacífico, en una conversación con periodistas. “Gracias a esa información, el Gobierno priorizó la vacunación contra el virus del papiloma humano y en un año se inmunizaron 1,2 millones de niñas”, explica.
Zambia es uno de los países que más ha avanzado en el registro de defunciones en África subsahariana. En 2015 solo se registraba el 24% de las muertes. Hoy el porcentaje supera el 40%. “Es un salto enorme y tiene un impacto real”, señala a este diario Paul Zulu, director de prevención y preparación del Instituto Nacional de Salud Pública de Zambia. La digitalización ha permitido integrar los certificados médicos de defunción en un sistema electrónico, el SmartCare, conectado con el registro nacional. “Antes los datos tardaban meses en llegar; ahora los tenemos en una semana. Podemos identificar en qué zonas están muriendo más personas, de qué edad y por qué causa”.
Los registros de defunciones permitieron descubrir que el cáncer de cuello uterino era la segunda causa de muerte entre mujeres en DacaChloe Harvey, experta de la Comisión Económica y Social de la ONU para Asia y el Pacífico
Ese conocimiento se traduce en decisiones concretas. Durante los recientes brotes de cólera que ha sufrido el país, las autoridades utilizaron los datos de defunciones para mapear los “puntos calientes” y enviar allí equipos médicos y centros de rehidratación oral y desarrollar programas específicos de agua y saneamiento. “En lugar de repartir fondos a ciegas, sabemos dónde están los riesgos y actuamos con precisión. Contar las muertes sirve, literalmente, para salvar vidas”, afirmó Zulu.
El país también ha formado a más de 5.000 médicos en certificación médica de causa de muerte. “Sin personal capacitado, los datos no sirven”, explica Zulu. Y añade: “El Gobierno paga los salarios; los donantes ayudan con la tecnología. Así aseguramos sostenibilidad”.
Autopsias verbales
En las Islas Salomón, un país de cerca de mil islas dispersas en el Pacífico, el desafío era aún mayor que en Zambia. “El 80% de las muertes ocurrían en comunidades sin acceso a hospitales. Ni siquiera existía un sistema organizado para recoger esos datos”, recuerda Hafiz Chowdhury, asesor técnico de la Fundación para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). En 2016, con apoyo técnico y financiero internacional, el país comenzó a aplicar “autopsias verbales”, una suerte de entrevistas estructuradas a familiares o vecinos para determinar la causa probable de fallecimiento.
El cambio ha sido radical. Los datos revelaron, según Chowdhury, que, a diferencia de lo que se creía, las enfermedades no transmisibles, como diabetes o cardiopatías, ya causaban casi la mitad de las muertes, aunque las infecciosas seguían representando un 40%. “Antes dependíamos de modelos teóricos; ahora tenemos datos reales”, explica el experto. Esa información ha permitido rediseñar las prioridades del sistema sanitario y reforzar tanto la atención hospitalaria como la vigilancia comunitaria. “Las comunidades entienden que registrar una muerte puede evitar otra. Es un cambio cultural”, resume. En paralelo, el país ha desarrollado un sistema digital que conecta los registros sanitarios con la oficina civil.
Labrique insiste por ello en la importancia de la “soberanía digital”. “No se trata solo de perder datos: es perder memoria sanitaria, capacidad de respuesta y soberanía. Si un país no controla su infraestructura digital, está a merced de quien la financia”, explica a este diario. Por eso, insiste, “las inversiones deben ir a construir sistemas nacionales, con servidores locales, personal formado y legislación propia sobre privacidad y uso de los datos. Sin una infraestructura digital esencial, resiliente y gestionada localmente, los países quedan literalmente a oscuras”.
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