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Viaje al corazón del kush, la droga que arrasa en África occidental

Una letal mezcla de cannabis y opioides sintéticos hasta 25 veces más potentes que el fentanilo provoca decenas de muertos y se convierte en una emergencia de salud pública en países como Liberia o Sierra Leona

Kush droga África occidental
José Naranjo

La habitación huele a sudor y miedo. Una gruesa cadena con candado bloquea la puerta de rejas y en su interior, acostados sobre colchones en el suelo, tres jóvenes dormitan gracias a una mezcla de cansancio y diazepam. Cada poco, la enfermera Saio Keita se acerca a comprobar sus constantes y los jóvenes se revuelven en su duermevela. Ibrahima (nombre ficticio) es uno de ellos. Conectado a un gotero, la observa inexpresivo y aturdido desde algún lugar profundo de su cabeza. Los tres son consumidores de kush, la peligrosa droga de moda en África occidental, compuesta por cannabioides y opioides sintéticos hasta 25 veces más potentes que el fentanilo, que desde su irrupción en esta región hace tres años se ha convertido en una plaga mortal que ha llevado incluso a Liberia y Sierra Leona a declarar la emergencia de salud pública.

Tres pacientes dormitan en colchones en el suelo tras los barrotes de la sala de urgencias del centro Sajed para drogodependientes de Conakry.

Hay que saber bien dónde está para encontrarlo. Tras bajar por una calle de tierra llena de baches y atravesar un pequeño descampado del barrio de Dabompa, en la periferia de Conakry, se llega al centro Sajed para la atención a drogodependientes. Es una de las pocas instituciones que ofrece ayuda a las personas consumidoras de sustancias como el crack, el cannabis o la cocaína en Guinea-Conakry. Sin embargo, en los últimos meses, el kush ha irrumpido con fuerza. “Es muy destructivo y peligroso y estamos viendo cada día sus consecuencias con frecuentes casos que acaban en la muerte”, asegura la doctora Marie Koumbassa, responsable de este espacio. “Los adictos suelen ser personas de los barrios más desfavorecidos. Es la droga de moda”, añade.

El kush surgió en Sierra Leona en 2022, según un reciente informe de la Iniciativa Global contra el Crimen Nacional Organizado, y desde entonces se ha extendido con rapidez por países vecinos como la propia Guinea-Conakry, Liberia, Guinea-Bisáu, Gambia y Senegal, convirtiéndose en un punto de inflexión en el panorama del consumo de drogas en la región. “La escala de su expansión en el mercado y sus efectos letales para la salud pública no tienen parangón”, asegura el citado informe. En Sierra Leona y Liberia han declarado incluso la emergencia nacional de salud pública ante el gran número de fallecidos. “Hay muertes masivas saturando los sistemas funerarios, obligando a cremaciones de emergencia en grupo y provocando que los cuerpos sean abandonados en las calles”, dice el estudio.

“Es muy destructivo y peligroso y estamos viendo cada día sus consecuencias con frecuentes casos que acaban en la muerte”
Marie Koumbassa, médico en el centro Sajed en Conakry

En realidad se trata de una agresiva mezcla de varias sustancias en constante evolución, entre ellas potentes opioides del grupo nitazenes y cannabinoides sintéticos, que se consume fumada al igual que la marihuana o el hachís. “Lo hemos visto combinado con acetona, formol, cannabis, anfetaminas, tramadol o fentanilo y genera una gran dependencia”, revela la doctora Koumbassa. En el centro que dirige, lo primero que hacen con los pacientes es realizar un test de orina para medir su hemoglobina. Los usuarios suelen llegar en plena crisis, así que les administran un combinado de tranquilizantes y vitaminas por vía parental. “Manifiestan cefaleas, vómitos, convulsiones, fiebre y en ocasiones son muy agresivos. Nos vemos obligados a usar métodos de contención”, añade. También recurren a antipsicóticos y ansiolíticos, dependiendo de los casos.

En Kolabouy, un cruce de caminos hacia el norte del país, un grupo de jóvenes fuma kush sin esconderse demasiado. “No hacen nada en todo el día”, asegura Mariama, una vecina, “esta droga les atonta”. Unos días después de haber ingresado en el centro Sajed, Ibrahima se siente recuperado. “Malas decisiones me han traído hasta aquí, he perdido el interés por todo y esto es lo único que me da un respiro. Yo era fumador de crack, pero el kush hace que me olvide por completo de mis problemas, es una trampa mortal porque te hace perder hasta a la familia. Ellos no quieren saber nada de mí. Esta sustancia se adora y se odia a la vez”, explica angustiado.

El último informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC), presentado en Bamako el pasado mes de junio, ya alertaba sobre la irrupción del kush y el enorme daño que provoca, así como sobre la conversión de África occidental en uno de los principales puntos de tránsito de la cocaína hacia Europa y del incremento de su consumo en la región. “La cocaína la toman sobre todo personas de clase media mientras que el kush es más la droga de los pobres”, asegura la doctora Koumbassa. En Dakar, la capital de Senegal, una dosis se puede encontrar en la calle a menos de un euro y los vendedores pululan allí donde se junta la población más joven. Según una encuesta de la propia UNODC y el Gobierno de Guinea-Conakry, un 1% de los estudiantes de entre 15 y 18 años asegura haberlo consumido, convirtiéndose ya en la tercera droga más utilizada tras el cannabis y los inhalantes como el pegamento en esa franja de edad.

Los ingredientes del kush proceden de China, Países Bajos y probablemente el Reino Unido, según la investigación llevada a cabo por Iniciativa Global y llegan hasta Sierra Leona, el principal país productor, a través de servicios de mensajería postal y rutas marítimas. Una investigación liderada por los profesores Michael Lahai y Ahmed Vandy, de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Freetown, llegaba a asegurar que en ocasiones se añade polvo de huesos humanos a la mezcla por su alto contenido en azufre, que potencia sus efectos. Traficantes han sido detenidos por desenterrar cadáveres en cementerios del país. En 2023, el 59% de las personas que ingresaron en el único hospital psiquiátrico con que cuenta el país habían consumido esta droga. Al principio en manos de unos pocos grupos criminales, su elaboración y distribución se ha fragmentado, lo que complica la lucha contra estas redes.

Según una encuesta de la propia UNODC y el Gobierno de Guinea-Conakry, un 1% de los estudiantes de entre 15 y 18 años asegura haberlo consumido, convirtiéndose ya en la tercera droga más utilizada tras el cannabis y los inhalantes como el pegamento en esa franja de edad.

En Conakry, Yamoussa Bangoura, responsable de la psicoterapia del centro Sajed, se queja de la falta de medios en la atención a las personas adictas a esta sustancia. “Desde 2019 hemos tratado a más de 500 pacientes pero nos falta de todo, medicamentos, personal y recursos para ir allí donde está el problema”, comenta. Con capacidad para mantener ingresadas a 16 personas en tres habitaciones, una para mujeres y dos para hombres, cuenta también con un laboratorio, una sala de televisión y una cocina. Reciben fondos de donantes privados, más bien pequeñas cantidades, que les permiten mantener su actividad, pero aspiran a crear dos nuevos establecimientos, uno en Boké y otro en la Guinea Forestal. Por estas dos zonas fronterizas y alejadas de la capital, el kush campa a sus anchas.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).
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