Las mujeres que sobreviven vendiendo ‘kush’, la droga que hace estragos en Liberia: “Si pudiera, lo dejaría mañana, pero no tengo alternativa”
Expertos advierten de que muchas madres y jóvenes son piezas claves en la cadena de tráfico y venta de este estupefaciente, muy adictivo y cada vez más extendido en África occidental
Evelyn (nombre ficticio) aparece con paso lento y ojos cansados en un bar de Monrovia, la capital de Liberia. Le acompaña una niña de dos años a la que cuida desde que nació y que, según dice, siempre lleva consigo, incluso cuando va a vender kush a uno de los más de 866 guetos de la ciudad. Esta potente droga sintética ―que contiene nitazenos, opioides sintéticos y cannabinoides― apareció por primera vez en Sierra Leona alrededor de 2017 y se ha extendido rápidamente en pocos años por varios países, incluida Liberia, debido a su bajo coste y su alto poder adictivo.
Evelyn es uno de los últimos y más débiles eslabones de la cadena del tráfico. “Empecé a vender cigarrillos de kush en 2020″, cuenta a este periódico la mujer, que hoy tiene 42 años. “Un día, una mujer que ya estaba en el negocio vino y me dijo que ganaría más dinero vendiendo kush que con mi trabajo de entonces. Y así empecé”, recuerda.
Antes, Evelyn vendía agua por las calles de la ciudad. “Pero no ganaba nada y, además, era peligroso”, relata. Las personas —en su mayoría mujeres y niños—que se dedican a esta forma de comercio informal, trabajan de día bajo un sol abrasador y, de noche, se mueven con cautela por las oscuras calzadas apenas iluminadas por los faros de coches y mototaxis. Ahora, Evelyn vende kush desde la “última hora de la tarde” hasta las tres de la mañana. “Luego, a las seis, me levanto para preparar a mis hijos para ir a la escuela”, dice. “Si pudiera, lo dejaría mañana. Pero no tengo alternativa”, agrega.
Dice que, con la venta de kush, puede pagar la matrícula escolar de sus cuatro hijos, darles de comer dos veces al día e incluso ir a la farmacia de vez en cuando. “La pobreza y la falta de trabajo llevan a muchos a vender kush u otras sustancias. Y las mujeres que lo hacen son muchísimas”, explica. En su experiencia, ha visto que, en ocasiones, son las mismas mujeres quienes toman la iniciativa de vender o transportar la droga para ganar un dinero que les permita sostener a sus familias. “Decidimos hacerlo para sobrevivir. Aquí, a menudo, las familias prefieren la educación de los hijos varones, así que para nosotras es difícil conseguir un trabajo cualificado. Yo intenté buscar empleo como [empleada] doméstica, pero fue imposible”, sostiene.
Las mujeres, una pieza clave en el negocio
Christian Ani, coordinador del programa Mejora de la respuesta de África a la Delincuencia Organizada Transnacional (ENACT, por sus siglas en inglés) en el Instituto de Estudios de Seguridad (ISS, por sus siglas en inglés), sostiene que las mujeres en África occidental están asumiendo un papel cada vez más activo en el tráfico de kush, aunque no existan datos precisos al respecto. “La falta de estudios sobre su papel en el tráfico de kush se atribuye principalmente a un prejuicio patriarcal”, explica Ani. “A menudo se piensa que las mujeres son incapaces de llevar a cabo una actividad ilícita. Pero en realidad, son actores clave y su número va en aumento”, sostiene.
Ani añade que muchas de ellas venden kush como una segunda actividad. “El ser subestimadas en este caso las ‘beneficia’ respecto a los hombres, porque consiguen transportarlo a través de las fronteras, pasando desapercibidas en los controles, y venderlo en los mercados de la ciudad, escondiéndolo entre otra mercancía”, afirma el experto.
En Liberia, un país con 5,6 millones de habitantes, un 45% de la población vive bajo pobreza multidimensional ―un indicador que no solo incluye la pobreza monetaria, sino el acceso a servicios, educación, salud, entre otros― y un 8% sufre una inseguridad alimentaria severa, según un reporte del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Además, la brecha de género pasa especial factura a las mujeres. En este país, las mujeres pasan un promedio de 3,4 años en la escuela, frente a los 6,5 años de los hombres. Esta es una de las causas de que el 94% de las mujeres en este país caigan en trabajos informales, tengan menos presencia en sectores productivos y ganen menos, según un análisis del Banco Mundial.
Se estima que en los últimos tres años han sido miles las muertes causadas por el kush en África Occidental
“Hay muchas mujeres en el gueto”, reconoce Evelyn. “Me hubiera gustado estudiar medicina y cuidar a la gente, pero no tuve la oportunidad. No quiero hacer daño a los demás, aunque ellos digan que se sienten bien cuando fuman”, dice, con la cabeza baja. “Ellos”, explica Evelyn, son los más de 20 consumidores diarios que acuden a ella para comprar cigarrillos de kush a 100 dólares liberianos cada uno (unos 0,43 euros). Entre sus clientes hay hombres y mujeres sin trabajo, de entre 15 y 30 años, e, incluso, menores de edad. Los hombres, para seguir fumando, roban teléfonos o revenden la chatarra que recogen en los vertederos al aire libre que hay en Monrovia.
“Las mujeres a menudo se prostituyen incluso por el coste de un solo cigarrillo”, cuenta Evelyn. “En el gueto, las veo ir detrás de un muro con un hombre, volver a mí y darme el dinero recién recibido pidiéndome el kush. Nunca quiero ese dinero y a veces intento disuadirles de que lo dejen, pero es imposible. Una vez que empiezas a fumar, es muy difícil salir”.
Una emergencia sanitaria en Liberia
Evelyn dice que ha visto a varios jóvenes morir a causa del kush, incluso después de haber fumado un solo cigarrillo. “¿Las ambulancias? Ni siquiera vienen si estás al borde de la muerte. No tienen tiempo para los drogadictos”, explica. “Quien fuma sabe los riesgos que corre, pero sigue consumiendo porque le hace olvidar por unos instantes cómo es su vida. Muchos son personas traumatizadas por la violencia y las pérdidas sufridas por la guerra”, dice. Ella también perdió mucho durante las guerras civiles que entre 1989 y 2003 causaron unas 250.000 muertes en su país. Entre estos fallecidos se encuentran sus padres, asesinados durante el conflicto. Una investigación de Christian Ani publicada en ENACT confirma que, en Liberia, “la cultura de las bandas y el abuso de sustancias está marcada por el legado de las guerras civiles y el prolongado fracaso del Estado en el país tras el conflicto”.
Se estima que en los últimos tres años han sido miles las muertes causadas por el kush en África Occidental. Desde 2021, esta droga se ha extendido por otros países de la región, como Guinea, Gambia, Guinea Bisáu y Senegal. El problema ha alcanzado tal dimensión que, en 2024, los gobiernos de Sierra Leona y Liberia declararon la emergencia sanitaria por los altos niveles de consumo.
Este año, el Gobierno liberiano, en su presupuesto, tiene previsto destinar 800.000 dólares estadounidenses (693.706 euros) para combatir la epidemia de kush, pero Evelyn no tiene muchas esperanzas al respecto. “El dinero para los ciudadanos nunca va a donde debería ir”, comenta. “Además, aquí hay centros de rehabilitación, pero cuestan muchísimo, entre 500 y 600 dólares estadounidenses (entre 433 y 520 euros) por seis meses de terapia. Los que han ido, vuelven a los guetos a consumir droga”, explica.
Después de ese primer encuentro en el bar, el teléfono de Evelyn permanece apagado durante días. A la semana, una amiga suya avisa de que la han arrestado.
Dos semanas después, Evelyn cuenta, ya desde su casa, qué fue lo que ocurrió. Relata que pasó una noche en la celda, que la obligaron a entregar todo el dinero que tenía, que la abofetearon y la golpearon con un palo en la espalda, las piernas y la cabeza. Asegura que suele ocurrir al menos una vez por semana, ya que desde que el presidente de Liberia Joseph Boakai asumió el cargo en 2023, las redadas de la Agencia Antidrogas de Liberia (LDEA, por sus siglas en inglés) se han vuelto más frecuentes.
“Un grupo de agentes viene, me abofetea, me sube al coche y me lleva a la oficina central. Allí me dicen que les dé tanto el kush como todo el dinero que tengo encima si no quiero acabar en el tribunal. Saben que les doy todo sin rechistar porque no tengo dinero para defenderme legalmente”, detalla. Según denuncia, en algunas ocasiones, las agentes mujeres incluso le han introducido los dedos en el canal vaginal para “comprobar si escondía el kush también ahí”. Ahora, Evelyn tiene miedo de volver al gueto. “No sé qué haré”, comenta mientras le arregla el pelo a su niña.
Al menos una vez a la semana un grupo de agentes viene a mí, me abofetea, me sube al coche y me lleva a la oficina central. Allí me dicen que les dé tanto el kush como todo el dinero que tengo encima si no quiero acabar en el tribunalEvelyn, vendedora de 'kush'
“A ellas les pegan y con algunos hombres hacen negocios”, acusa su hermano.
Según Ani, la corrupción, en países como Liberia, está extendida “que afecta a todos los niveles de la sociedad, también por la impunidad judicial generalizada”. “Además, en ciertos contextos, los agentes suelen estar mal pagados por el Gobierno, así que buscan lucrarse por otro lado”, afirma. Liberia ocupa el puesto 135 (sobre un total de 180) en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparency, una coalición global contra la corrupción.
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