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Los enfermos crónicos de Gaza, víctimas invisibles de la guerra: “Estoy dispuesta hasta a dar a mi hijo en adopción si eso le salva la vida”

Unas 350.000 personas que sufrían algún tipo de dolencia no provocada directamente por la ofensiva israelí no han podido recibir tratamiento debido a los bombardeos, la destrucción de los hospitales y los desplazamientos masivos en la Franja

Niños enfermos Franja de Gaza

Rema Badwan supo que tenía cáncer de mama ocho meses después de que comenzaran los bombardeos israelíes sobre Gaza. El diagnóstico llegó tarde y la enfermedad ya se había extendido a los ganglios y había afectado ligeramente al hígado. “No me dijeron mucho más, ni el estado en el que estaba la enfermedad, ni mis posibilidades de sobrevivir. Solo que tenía que empezar quimioterapia ya”, dice la mujer, de 39 años, debilitada y llorosa en una tienda de campaña en la zona de Al Mawasi, en el sur de la Franja.

Badwan se había notado un bulto en el pecho tres años antes, pero su esposo pensó que exageraba y no quiso que viera a un médico. Finalmente, en junio de 2024, cuando acompañó a una de sus hijas al hospital, decidió hablar con un doctor. “Y ahora todo es infinitamente más complicado. He podido recibir alguna sesión de quimioterapia, pero no exactamente la que necesito, debido a los desplazamientos, a los bombardeos y a que no siempre hay medicamentos”, explica esta palestina, que ha tenido que cambiar de refugio en cuatro ocasiones desde octubre de 2023. “Te inyectan la que hay y eso con suerte. Y tampoco tengo antibióticos, vitaminas y otros suplementos que debería estar tomando”, agrega.

En abril de 2024, el Ministerio de Salud palestino calculó que unas 350.000 personas en Gaza que sufrían alguna enfermedad crónica como diabetes, cáncer y dolencias cardiovasculares, renales y respiratorias, se estaban viendo privadas de los controles médicos y los tratamientos esenciales, debido a la guerra.

“Centenares” habrían fallecido según ONG y fuentes médicas locales, pero la cifra es imposible de calcular, debido a la crisis humanitaria extrema que vive Gaza, con la mayoría de los hospitales destruidos o funcionando a medio gas y con un acceso restringido al territorio para el personal médico y humanitario internacional. Los nombres de estas personas no entran en las estadísticas oficiales de decesos y se acaban convirtiendo en víctimas invisibles de esta guerra.

Desde octubre de 2023 hasta mediados de julio de 2025, fueron evacuados de Gaza 7.460 pacientes, de los que 5.160 eran niños, según la OMS.

Rodeada de insectos, ratas e infecciones

“Hace ya tres meses que no recibo ninguna sesión de quimioterapia. Tuvimos que desplazarnos de nuevo y el hospital más cercano dejó de funcionar. Tampoco puedo hacerme un escáner, porque no hay máquinas disponibles, y no sé realmente cómo estoy”, dice Badwan.

En mayo, la quimioterapia se vio totalmente suspendida en la Franja después de que el hospital Europeo de Gaza se viera obligado a cesar sus actividades tras ser blanco de ataques israelíes. Actualmente, se brindan servicios de quimioterapia en el hospital Nasser, pero insuficientes para atender a toda la población enferma. Según el Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR, por sus siglas en inglés), en Gaza había unos 12.500 pacientes oncológicos antes de que estallara esta guerra.

La radioterapia tampoco está disponible en Gaza desde hace años, ya que Israel, que sometió a la Franja a un bloqueo por tierra, aire y mar desde 2007, consideraba que la máquina que suministra este tratamiento podría tener una doble utilización y ser usada militarmente por grupos como el movimiento islamista Hamás, que gobierna de facto en el territorio.

Hace ya tres meses que no recibo ninguna sesión de quimioterapia. Tampoco puedo hacerme un escáner, porque no hay máquinas disponibles, y no sé realmente cómo estoy
Rema Badwan, paciente oncológica en Gaza

Badwan explica que, en otras ocasiones, tampoco pudo recibir su tratamiento porque estaba muy débil, debido a las pésimas condiciones de higiene en las que vive en su tienda de campaña, en una zona en la que se hacinan decenas de miles de personas. “Sobrevivo rodeada de insectos y ratas y estoy expuesta a todo tipo de infecciones. No como verduras, ni fruta, ni carne. No tenemos dinero para permitirnos las escasas verduras que se venden en los mercados. En el mejor de los casos como carne enlatada, totalmente desaconsejada para enfermos como yo. Mi sistema inmunitario se ha visto muy afectado”, explica la mujer.

Rema Badwan, paciente oncológica gazatí, en la tienda de campaña en la que vive, en Al Mawasi, en el sur de la Franja.

Mercè Rocaspana, coordinadora médica de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), explica que desde el inicio de esta guerra la ONG quiso concentrarse en apoyar los servicios de salud primaria. “Porque intuimos que la mayoría de los recursos se iban a concentrar en las víctimas directas del conflicto y el resto pasarían a un peligroso segundo plano”, afirma. En este momento, MSF tiene cinco centros de atención primaria en la Franja. Solo MSF España, que gestiona dos de esos puntos, ha contabilizado mensualmente 3.000 consultas de diabéticos, 2.500 relacionadas con la hipertensión y unas 1.000 de pacientes con problemas respiratorios crónicos.

Pero el bloqueo de la ayuda humanitaria y la falta de suministros obliga a tomar decisiones dolorosas, como “por ejemplo atender solo a pacientes ya diagnosticados para que al menos ellos sigan recibiendo el tratamiento”, dice Rocaspana.

“Solo quiero que viva”

Murad Jarghun tiene 11 años, pero su cuerpo diminuto hundido en una vieja silla de ruedas y su mirada desvalida hacen pensar en un niño mucho más pequeño. Ha tenido problemas de salud desde que era un bebé. Primero pensaron que era una simple proteinuria, exceso de proteínas en la orina, pero luego se vio que tenía una enfermedad renal poco común y de origen genético. Pese al bloqueo israelí en vigor sobre Gaza desde 2007, consiguió permisos para ser examinado en hospitales fuera de la Franja, como Jerusalén, Túnez y Libia, donde los doctores concluyeron que necesitaría tratamientos diarios y cuidado de por vida.

El déficit de calcio que sufre el pequeño le ha provocado una osteoporosis grave y ya ha sufrido varias fracturas. En octubre de 2023, días antes de que empezara esta guerra, se rompió la pierna derecha. Los bombardeos no cesaban, su operación se retrasó y, cuando finalmente se realizó, no salió bien y hubo que retirar la prótesis que le habían colocado. El pequeño tampoco está tomando unas pastillas de fósforo, esenciales para la fortaleza de su esqueleto, que su familia ya no encuentra en Gaza, y su condición empeora cada día, agravada además por la mala alimentación.

“Murad no camina, ya no puede ir al baño solo, no puede cambiar de posición cuando duerme. Necesita ayuda para todo”, dice Hala, su madre. “Me siento enfermo y muy débil. Necesito comida, necesito una vida mejor”, susurra el pequeño.

Pido al mundo que se compadezca de enfermos como él y logremos evacuarlo
Madre de niño gazatí con enfermedad renal aguda

Su familia ha tenido que cambiar de lugar seis veces y desde hace dos meses está en una tienda de campaña en el sur de la Franja. “La última ha sido la huida más dura. Somos 40 personas para un precario baño y Murad muchas veces no puede esperar, así que le pongo un pañal, pero tampoco se encuentran o son demasiado caros”, lamenta su madre.

Otro problema son los insectos, que están por todas partes, y el calor, al que el niño es muy sensible. “Antes soñaba con que Murad estudiara en la universidad porque es muy inteligente. Ahora solo quiero que salga adelante. Estoy dispuesta hasta a dar a mi hijo en adopción si eso le salva la vida, si otra familia le puede dar comida y cariño”, solloza su madre. “Pido al mundo que se compadezca de enfermos como él y logremos sacarlo de aquí”, agrega.

Desde octubre de 2023 hasta mediados de julio de 2025, fueron evacuados de Gaza 7.460 pacientes, de los que 5.160 eran niños, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre ellos había heridos de guerra, pero también más de 600 pacientes oncológicos y más de 400 con enfermedades congénitas y cardiovasculares. En este momento, 14.000 pacientes en estado crítico deberían ser evacuados, según Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, que instó a la comunidad internacional a recibir enfermos de Gaza. En estos días, por ejemplo, 13 niños y un adulto enfermos fueron acogidos por el Gobierno español.

En los últimos días, Israel ha permitido de nuevo la entrada en la Franja de camiones con suministros médicos después de semanas de bloqueo. MSF ha recibido, por ejemplo, 12 toneladas de medicinas y material, “Son vitales, pero nada comparado con las 200 toneladas que tenemos esperando al otro lado de la frontera”, matiza Rocaspana.

A finales de junio, la OMS también pudo hacer entrar en Gaza su primer cargamento desde marzo: nueve camiones con suministros médicos esenciales que son, en palabras de Luca Pigozzi, coordinador del equipo médico de emergencia de la entidad en Gaza, “una gota en el océano de necesidades”.

ONG palestinas y extranjeras califican esta situación de castigo colectivo a la población civil de Gaza y estiman que estas políticas israelíes pisotean los pilares de la ley humanitaria internacional, que protege los derechos de heridos y enfermos en tiempos de guerra.

“Los pacientes oncológicos seguimos sufriendo, estamos exhaustos y el mundo no hace nada. No tengo ni presente, no me atrevo a imaginar mi futuro. Tal vez no me mate el cáncer, pero sí el hambre o un bombardeo israelí”, concluye Rema Badwan, desde su ajada tienda de campaña en el sur de Gaza.

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