Innovar para salvar vidas: el desafío de la hemorragia posparto en el mundo
La pérdida de sangre es la principal causa de las muertes relacionadas con el embarazo. Es urgente que la investigación clínica impulse soluciones para su prevención y tratamiento

Cada día, más de 700 mujeres mueren por motivos relacionados con el embarazo o el parto. La principal causa es la hemorragia posparto, que en 2020 ocasionó el 27% de estos fallecimientos maternos. A pesar de su impacto, esta condición sigue siendo una urgencia invisibilizada en la agenda de salud global.
La hemorragia posparto afecta a entre el 1% y el 10% de las mujeres que dan a luz. Aunque en gran medida es impredecible, existen herramientas eficaces para prevenirla y tratarla. La oxitocina, un medicamento inyectable esencial, ha demostrado una alta eficacia en el manejo de esta condición y contribuido a reducir significativamente la mortalidad asociada en países de ingresos altos.
La oxitocina es una herramienta asequible que suele estar disponible en países de ingresos bajos y medios. Sin embargo, su uso para el manejo de la hemorragia posparto no ha tenido el impacto deseado, y no ha logrado reducir estas muertes en una proporción similar a la lograda en países de ingresos altos. ¿A qué se debe esta diferencia?
Las muertes maternas sean considerablemente más frecuentes en regiones donde el acceso a personal sanitario cualificado es limitado
En primer lugar, la oxitocina requiere una cadena de frío constante para mantener su eficacia, algo difícil de garantizar en contextos con infraestructuras limitadas. Además, la única formulación disponible de este medicamento es la inyectable, lo que hace imprescindible personal capacitado para administrarla. En la práctica, esto limita su uso a centros sanitarios, lo que contribuye a que las muertes maternas sean considerablemente más frecuentes en regiones donde el acceso a personal sanitario cualificado es limitado.
Ante la urgente necesidad de un mejor abordaje de la hemorragia posparto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto a otros actores clave, elaboró un plan estratégico (A Roadmap to Combat Postpartum Haemorrhage 2023-2030) que destaca la investigación como una prioridad. A pesar de ser la principal causa de mortalidad materna, concluyen, esta condición no ha recibido suficiente atención en términos de investigación y desarrollo.
Entre los años 2000 y 2023, se investigaron o comercializaron 29 tratamientos para la hemorragia posparto. Una cifra pequeña si se compara con los 155 para el parto prematuro o los 103 para la preeclampsia/eclampsia durante el mismo periodo. Esta falta de innovación dirigida a la prevención o el tratamiento de la hemorragia posparto resalta la preocupante falta de prioridad que tiene en la investigación en salud materna.
Entre las innovaciones que podrían sustituir a la oxitocina inyectable se encuentran la oxitocina inhalada y la oxitocina sublingual. Ambas formulaciones permiten prescindir de la cadena de frío y son menos exigentes en cuanto a la necesidad de contar con un centro sanitario o personal cualificado para su administración. Aunque se encuentran todavía en una fase temprana de desarrollo, estas alternativas podrían mejorar el acceso a la oxitocina y reducir la mortalidad y la morbilidad asociada a la hemorragia posparto en regiones de recursos limitados y con una tasa elevada de fallecimientos maternos.
Invertir en el desarrollo de productos dirigidos a las poblaciones más vulnerables y asegurar una implementación efectiva en estos contextos es fundamental
Sin embargo, ambas formulaciones se enfrentan a varios desafíos. El principal es el limitado interés de la industria farmacéutica, que no encuentra un mercado relevante para estas alternativas a la oxitocina inyectable en los países de altos ingresos. Además, la baja —y decreciente— tasa de fertilidad en estos países reduce la demanda de tratamientos para complicaciones del parto. Esto provoca que no haya una presión para invertir en desarrollar alternativas que podrían ser más útiles y llegar a más personas en regiones con mayores tasas de fertilidad, pero recursos limitados.
La mortalidad materna sigue siendo un desafío urgente de salud global, especialmente en regiones con recursos limitados y en contextos de crisis o conflicto. Aunque se han logrado avances significativos —entre los años 2000 y 2023 la mortalidad materna se redujo en un 40%—, las cifras actuales siguen siendo alarmantes. Persisten, además, enormes desigualdades según el nivel de vida de los países y, de forma más profunda, según el valor que cada sociedad otorga a la vida y la salud de las mujeres. Mientras que en los países de ingresos bajos la mortalidad materna es de 346 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, en los países de ingresos altos esta tasa es de apenas 10 fallecimientos por cada 100.000. Es una brecha inaceptable en términos de equidad y justicia social.
Es imprescindible que la investigación clínica impulse soluciones innovadoras para la prevención y el tratamiento de la causa más importante de muerte materna, la hemorragia posparto. También es necesario que esta problemática se aborde adecuadamente, con suficientes recursos para lograr el impacto deseado: la reducción de las muertes maternales evitables. Invertir en el desarrollo de productos dirigidos a las poblaciones más vulnerables y asegurar una implementación efectiva en estos contextos es fundamental para generar cambios reales y duraderos. Sin una inversión adecuada, las posibles soluciones seguirán fuera del alcance de quienes más las necesitan.
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