Ir al contenido
_
_
_
_

En Gaza, hasta los muertos se ven desplazados

Los bombardeos israelíes y la ocupación militar de la Franja impiden enterrar a los fallecidos en los cementerios tradicionales. En varios lugares se han habilitado zonas para dar una sepultura a las víctimas, pese al trauma que esto genera entre sus familiares

Gaza

Con las manos sucias de polvo y cemento, Nazmi Abu Lehia termina de sellar la tumba de su padre, Mohammad, en un cementerio improvisado de Al Mawasi, en el sur de la franja de Gaza. El joven de 15 años tomó la decisión de retrasar el entierro un día, con la esperanza de llevar el cuerpo a la parcela familiar. “Quería que descansara junto a mi abuelo y mis tíos”, dice el joven. “Solíamos visitarlos, leíamos el Corán y llevábamos flores. Eso nos daba algo de paz”, agrega.

Pero hoy, el área se encuentra dentro de lo que el ejército israelí designa como “zona roja” o de combate, es decir, demasiado peligrosa para entrar y de la que ha ordenado que los civiles salgan. “Ahora, incluso nuestros muertos están desplazados”, lamenta Abu Lehia.

Su padre, Mohammad, de 42 años, fue tiroteado por el ejército israelí cerca de un punto de distribución de ayuda humanitaria en Rafah, en el sur de la Franja. Cuando recibió la noticia, lo mejor que pudo hacer este chico es encontrar un lugar para él en uno de los nuevos cementerios públicos de Gaza, creados recientemente para dar un lugar medianamente digno a los miles de muertos de esta guerra.

Según cifras del Ministerio de Salud de Gaza, controlado por el movimiento islamista Hamás, Israel ha matado a al menos 57.000 palestinos en la Franja desde el 7 de octubre de 2023 y los heridos superan los 134.000.

Esta guerra no solo ha matado a personas, sino que nos ha separado de nuestro sentido de pertenencia. Es un dolor que solo los habitantes de Gaza entienden
Abu Mohammad, gazatí

En estos meses, imágenes grabadas por ciudadanos han mostrado al mundo cadáveres abandonados en las calles o mordisqueados por los perros, y, según organizaciones humanitarias, centenares de cuerpos no se han podido recuperar hasta hoy de entre las ruinas. Cuando hay oportunidad de despedir a un ser querido, se hace de manera apresurada, como ocurre con Abu Lehia y su familia, que rezan con el zumbido de los drones encima de sus cabezas. “No logramos pronunciar todas las oraciones, solo queremos terminar rápido”, admite el joven.

Normalmente, las familias gazatíes entierran a sus parientes en parcelas donde ya hay otros fallecidos del clan. Es una forma de continuidad espiritual y afectiva. Además, muchas personas dejan instrucciones muy concretas de cómo y dónde desean yacer y sus deseos son sagrados. Pero todo eso se ha roto. Abu Mohammad, tío de Abu Lehia, se dirige a los presentes: “Este será nuestro cementerio ahora. No es lo que queremos, pero es lo que la guerra permite”.

“Desde el comienzo de esta guerra, hemos enterrado a más de 40 parientes fuera del cementerio familiar”, dice Abu Mohammad. “Es algo impensable. Algunos de ellos incluso habían dejado instrucciones sobre dónde querían reposar, pero ahora nada de eso importa”.

Ha habido casos de familias que intentaron acceder a sus cementerios para enterrar a una persona y fueron blanco de ataques, o de otras que escaparon en el último segundo con el cadáver y se resignaron a encontrar otro lugar.

Donar tierra para enterrar muertos

Según la ONU, solo en los últimos tres meses, más de 714.000 habitantes de Gaza, es decir, un tercio de su población, han tenido que desplazarse. La mayoría habían vuelto a sus hogares o lo que quedaba de ellos, tras el alto el fuego decretado en enero, que Israel decidió terminar a mediados de marzo. Muchos no aprovecharon la tregua para regresar, temiendo los riesgos o sabiendo que solo encontrarían ruinas. La ONU estima que un 90% de la población de Gaza se ha desplazado al menos una vez desde octubre de 2023.

Estoy tratando de conseguir más tierras. La gente sigue muriendo y no tiene dónde descansar
Imran Al Astal, gazatí

“Esta guerra no solo ha matado a personas, sino que nos ha separado de nuestro sentido de pertenencia”, añade Abu Mohammad. “Es un dolor que solo los habitantes de Gaza entienden”.

El cementerio donde esta familia celebra el entierro no existió hasta marzo de 2024, cuando Imran al Astal, palestino de 80 años que vive en Al Mawasi, donó una parcela de tierra de un dunam (1.000 metros cuadrados) después de presenciar cómo las familias se veían obligadas a enterrar a sus seres queridos en las calles. Llamó a sus hijos, que trabajan en la construcción, para que le ayudaran a cavar y construir tumbas. “Vi a gente cargando cadáveres y sin ningún lugar donde enterrarlos. Estaban listos para cavar en los callejones. Hice lo que pude”, explica.

Hoy, el lugar es uno de los cementerios de emergencia de Gaza, muchos de ellos en zonas agrícolas o terrenos baldíos. Pero el terreno se está quedando pequeño. “Está casi lleno. Estoy tratando de conseguir más tierras. La gente sigue muriendo y no tiene dónde descansar”, dice Al Astal.

Al Mawasi también está cada día más poblada por vivos. En este momento, unas 425.000 personas viven en esta zona de unos nueve kilómetros cuadrados, frente a los 115.000 de hace tres meses, debido a las órdenes de desplazamiento lanzadas por Israel y a las operaciones militares en las dos grandes ciudades del sur, Rafah y Jan Yunis. La ONU calcula que más del 80% de los 365 kilómetros cuadrados de la Franja son hoy zonas en las que no se puede vivir, debido a que son áreas militares o a que el ejército israelí ha ordenado el desplazamiento de los civiles.

Cerca del hospital Nasser, en la ciudad de Jan Yunis, hay otro cementerio recién creado. Se le conoce como el “cementerio argelino” porque una organización de caridad de ese país financió la construcción de más de 1.200 tumbas. La mayoría de los enterrados allí procedían de la ciudad de Rafah, que ahora está totalmente bajo control militar israelí, o de zonas de Jan Yunis devastadas o despobladas a la fuerza.

En el cementerio argelino, habilitado gracias a donantes de ese país, hay unas 1.200 tumbas, la mayoría de gazatíes desplazados a los que Israel mató lejos de sus casas.

Yacer entre extraños

Para las familias, el trauma de enterrar a un ser querido en un lugar desconocido ahonda el sentimiento de desplazamiento. “Mi hijo Abdulrahman ahora yace entre extraños”, dice Mohammad al Faqaawi, cuyo hijo de 15 años también perdió la vida cuando esperaba recibir ayuda humanitaria cerca de Rafah. “Nuestro cementerio familiar está a solo dos kilómetros de distancia, pero es una zona roja. No podía correr el riesgo”, explica el padre de familia.

Su voz se quiebra cuando termina de cubrir su tumba con arena. “Su hermana, Hanan, fue asesinada el año pasado. Fue enterrada en nuestro antiguo cementerio. Pero cuando los israelíes entraron en Rafah, su cuerpo desapareció. Nunca la encontré”, solloza.

El psicólogo gazatí Said al Kahlout explica que elegir y cuidar el lugar donde se entierra a un ser querido ayuda a pasar el duelo y a preservar la memoria. “En Gaza, no solo enterramos a nuestros muertos, sino que los anclamos. Pero ahora, la gente está enterrando a sus hijos en parcelas sin marcar, en lugares a los que tal vez nunca puedan regresar”, detalla.

En Gaza, no solo enterramos a nuestros muertos, sino que los anclamos. Pero ahora, la gente está enterrando a sus hijos en parcelas sin marcar, en lugares a los que tal vez nunca puedan regresar
Said Al Kahlout, psicólogo palestino

Al Kahlout perdió recientemente a su madre, cuyo último deseo fue ser enterrada junto a su padre, que murió hace dos décadas. Pese al peligro, él y sus hermanos cumplieron su voluntad. “Nos la jugamos, porque sabíamos lo importante que era para ella y para nosotros”, explica.

Pero muchos, la mayoría, no tienen opción, porque las tumbas familiares están demasiado lejos. “He hablado con hombres que lloran no solo por la pérdida de un hijo, sino porque no pudieron enterrarlos como debían”, recuerda. “También hay familias que han pagado mucho dinero solo para recuperar cuerpos de edificios derrumbados y darles un entierro adecuado”, añade. “Incluso en medio de la guerra, esto importa”.

En el cementerio argelino, donde hileras de tumbas recién creadas se extienden sobre el suelo arenoso, las familias deambulan de parcela en parcela, tratando de recordar dónde fue enterrado su hijo o su madre, porque muchas tumbas carecen de nombres o lápidas. “No sé si seré capaz de encontrar de nuevo este lugar”, admite Al Faqaawi.

En Al Mawasi, Abu Lehia coloca una pequeña flor sobre la tumba de su padre y se sacude el polvo y la arena de las manos. A su alrededor, otros hacen algo parecido. “Si volvemos a casa un día, me llevaré a mi padre conmigo”, promete.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_