Sara Irène Eyangoh, microbióloga camerunesa: “Cuando solo dependemos de fondos externos, también lo hacemos de la agenda externa”
La directora científica del Centro Pasteur de Camerún, referente en investigación biomédica en África Central, se muestra preocupada por los recortes de la ayuda internacional e insta a que los países africanos busquen soluciones de mitigación internas


Cuando era pequeña, la microbióloga camerunesa Sara Irène Eyangoh (Libamba, 55 años), se veía a sí misma de adulta vestida con una bata blanca, aunque en ese momento aún no era capaz de definir cuál sería su profesión, ni era consciente de que esa visión infantil acabaría siendo profética. Más de cuatro décadas después, es la directora científica del Centro Pasteur de Camerún, institución de referencia en investigación biomédica en África Central, donde está al frente de actividades de vigilancia epidemiológica, diagnóstico y formación en torno a enfermedades infecciosas. Desde 2019 coordina la Skin NTD LABNET, una red de la OMS que agrupa a 13 laboratorios de diagnóstico en nueve países africanos y que trabaja para estandarizar los protocolos.
Gran parte de su trayectoria se ha centrado en enfermedades tropicales desatendidas (ETD) como la úlcera de Buruli, la leishmaniasis cutánea, el micetoma, la lepra o el pian. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, más de mil millones de personas padecen ETD en el mundo, una lista de enfermedades que son predominantemente endémicas en áreas rurales empobrecidas del continente africano. “Reciben poca atención porque no son visibles, afectan a comunidades vulnerables y remotas. Y si no las veo, ¿cómo voy a combatirlas?”, se pregunta la investigadora en una entrevista con EL PAÍS a principios de mayo en Bilbao, donde viajó para recoger un galardón a su trayectoria profesional en los Premios de la Fundación Anesvad 2025.
Una larga carrera investigadora en la que ha hecho frente al reto diario de trabajar con recursos limitados. “Porque puedo entrar en una sala, hablar y que tú no me tengas en consideración por ser mujer, pero eso no es un problema; es una barrera, una desigualdad. Pero el verdadero problema para mí es intentar desarrollar capacidades, apoyar a la comunidad, implementar herramientas de diagnóstico sin financiación suficiente, porque toda esta actividad depende principalmente de fondos externos”, explica.
Por eso, para la microbióloga, los recientes recortes de financiación por parte de países del Norte Global “son realmente preocupantes”, ya que muchos países africanos “dependen en gran medida de esa financiación externa” en la lucha contra las ETD. “Para todo —explica— no solo para el diagnóstico o los medicamentos, sino también para la vigilancia y la prevención”. Aunque reconoce la dificultad, la científica subraya la necesidad de un cambio estructural: “No es fácil, pero creo que tenemos que transformar el equilibrio de poder”. “Los africanos deberían despertar y pedir a sus países que encuentren soluciones innovadoras internas. Creo que, si realmente queremos mitigar [el impacto de los recortes], tenemos que centrarnos en la comunidad, en buscar medidas sobre el terreno, en lugar de esperar a que llegue el dinero”, mantiene.
Para Eyangoh, esta transformación es urgente, sobre todo porque, “cuando solo dependemos de fondos externos, también dependemos de la agenda externa”, en lugar de trabajar “en las necesidades de las personas realmente afectadas”. La microbióloga critica la óptica vertical aún presente en algunas intervenciones sobre el terreno. “Seguimos trabajando con un enfoque descendente. Llegamos a una comunidad el lunes por la mañana y preguntamos: “¿Está usted aquí hoy por la mañana disponible para escuchar mi sensibilización?”. Cuando igual prefieren que vengamos el lunes por la noche”, ejemplifica.

La doctora también destaca el papel esencial que desempeñan las mujeres en estas comunidades afectadas por las ETD, al ser ellas “las principales cuidadoras sobre el terreno”. Según explica, su participación activa es clave en la prevención: “Si se las forma y sensibiliza, ellas se ocuparán”.
Sin embargo, advierte del riesgo de que estas mujeres sean excluidas de los esfuerzos de prevención y tratamiento si no se abordan las desigualdades de género. La científica lo ejemplifica así: “Hace un par de semanas, leí un artículo muy interesante en el que una mujer decía que no nos dábamos cuenta de que también podíamos llevar botas, porque cuando los financiadores venían, traían esas botas grandes de plástico, de talla 43 o 45, siempre para los hombres. Pero las mujeres son las que van principalmente a los campos y necesitan protección. Si les dices [a una comunidad] que tienen que protegerse del entorno para evitar, por ejemplo, la úlcera de Buruli, también tienes que proteger a sus mujeres”.
Con ese tipo de desigualdades en mente, Eyangoh cofundó en 2024 la iniciativa Women in Neglected Tropical Diseases (WINs), “creada para abordar la desigualdad de género existente en estas ETD y también las barreras comunitarias que impiden una buena intervención e implementación”. Por ahora, esta iniciativa se centra en Camerún y busca financiación, pero la científica confía que en el futuro se pueda ampliar a otros países del continente. “Camerún es conocido como “África en miniatura”, por su diversidad geográfica. Así que, si hacemos un estudio piloto allí, puede ser fácil lograr un protocolo que luego se escale y se utilice en otros países, y que al final tengamos mujeres involucradas en enfermedades tropicales desatendidas en Nigeria, por ejemplo”, explica.
Como científicos también nos corresponde a nosotros encontrar la motivación para decir, ‘voy a contribuir a mi país y me voy a quedar’Sara Irène Eyangoh, microbióloga camerunesa
Otro de los retos estructurales que enfrenta la ciencia en el continente africano es la fuga de cerebros. Según datos de la Unesco, solo el 1% de la investigación científica mundial se produce en África. Y África Subsahariana solo cuenta con 94 investigadores por millón de habitantes, frente al promedio mundial de 1.353. Eyangoh es una de las científicas que, tras finalizar su doctorado en Francia, decidió regresar a Camerún. “Nunca me imaginé trabajando fuera de mi país”, afirma. Además, confiesa que su primera experiencia en Europa, donde llegó para estudiar un máster especializado en enfermedades infecciosas tropicales, no fue del todo buena. “Siempre ha sido así: como persona negra, he tenido que demostrar. También soy mujer, y en mi entorno eso también implica que tengo que demostrar. Y siendo mujer y negra dentro de un sistema blanco, tenía que hacerlo el doble”, recuerda.
“En algunas ocasiones, la gente me pregunta por qué sigo trabajando en Camerún, por qué no me voy a la OMS [en Ginebra], por ejemplo. Y a veces no soy capaz de explicar por qué me quedo”, comienza a decir. “Me quedo porque me encanta lo que hago”, — continúa, tras una breve pausa— “porque no lo hago por el sueldo. Esa es la verdad. Creo que trabajando en Pasteur tengo buenas condiciones, pero el salario sigue siendo bajo”. Pese a las limitaciones, se siente “muy orgullosa” de su contribución a la ciencia en Camerún. Por eso, la microbióloga hace un llamamiento a sus colegas de profesión: “Como científicos también nos corresponde a nosotros encontrar la motivación para decir, ‘voy a contribuir a mi país y me voy a quedar’. “Trabajaré para mi comunidad, superaré los retos y los convertiré en oportunidades”, añade. Eyangoh recuerda el consejo que le dio la científica Françoise Barré-Sinoussi, profesora en el Instituto Pasteur en París, premio Nobel y referente en la lucha contra el VIH/Sida: ‘Sara, si no tienes dinero, eso significa que no tienes ideas. Encuentra una idea y lo tendrás’.
Creo que, si realmente queremos mitigar [el impacto de los recortes], tenemos que centrarnos en la comunidad, en buscar medidas sobre el terreno, en lugar de esperar a que llegue el dineroSara Irène Eyangoh, microbióloga camerunesa
Respecto a los cambios necesarios para mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de las ETD en África, Eyangoh considera que la prioridad para el próximo año, especialmente ante el contexto de recortes financieros, debe de ser la integración de intervenciones, un objetivo incluido dentro de la hoja de ruta de la OMS para eliminar el sufrimiento causado por estas enfermedades para 2030. “¿Cómo puede esta llamada a la integración y coordinación hacerse realidad?”, se pregunta.
“Podemos compartir diagnósticos, participar en formaciones, armonizar lo que hacemos, crear estrategias transversales”, enumera, para acto seguido, volver a incidir en que, en la práctica, esta integración choca con otra realidad. “Pero lo que hemos visto sobre el terreno es la agenda de los financiadores. Sigue siendo un programa vertical”. Eyangoh ejemplifica esta fragmentación con una situación que se vive en las poblaciones: “Yo llego allí y observo que una ONG dice: ‘estoy trabajando en la esquistosomiasis genital’. Y tú ves a niños con sarna, otras personas con úlcera de Buruli o con lepra... y esa organización solo busca esquistosomiasis genital”. Frente a estos compartimentos estancos, la microbióloga camerunesa aboga por un enfoque más colaborativo y que adapte la manera en la que se capacita a las personas para conseguir así que haya equipos reportando los datos conjuntamente. “Si no, vamos a seguir gastando los pocos fondos que tenemos duplicando las mismas actividades”, concluye.
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