Ir al contenido
_
_
_
_
La brújula europea
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni cochinillos ni leones: herbívoros tenaces

Los ultras socios de Putin y Trump exhiben creciente influencia, pero la UE da un paso de peso con un nuevo endeudamiento común

La Unión Europea ha aprobado la erogación de un nuevo préstamo de 90.000 millones de euros a Ucrania que insufla un crucial chute de oxígeno a Kiev, cubriendo más o menos dos tercios de su estabilidad financiera durante dos años a intereses cero y sin tener que devolver mientras haya guerra y Rusia no repare los daños. Es un claro mensaje de que los europeos están dispuestos a sostener a su socio ante la embestida del Kremlin, a seguir adelante pese a la espantada de la Casa Blanca, y lo hacen evitando los riesgos que sin duda entrañaba la opción del uso de los activos rusos congelados. La decisión además representa un paso notable hacia la normalización del endeudamiento común, que se repite, aunque con un formato diferente, después de la experiencia pandémica. Todo ello no es un resultado menor.

Ahora bien, conviene no confundirse. Si usted se pregunta quienes lideraron la oposición al uso de los activos rusos, la respuesta es: el ultra belga Bart de Wever, respaldado por la ultra italiana Giorgia Meloni y con la bendición del ultra húngaro Viktor Orbán. Donald Trump no quería que se aprobase. Y Vladímir Putin, por supuesto, tampoco. Había un consenso mayoritario sobre ese uso en los complejos términos diseñados por los expertos de la Comisión, y este se ha desplomado ante la numantina resistencia belga, que para dar su visto bueno requería garantías de un orden tan hiperbólico que la complicación devino luciferina. Esto dio pie a Meloni —que ya quería matar el plan, no por escrúpulos técnicos sino para complacer a Trump— para colocar la estocada. En ese punto, Enmmanuel Macron tampoco lo vio claro y cuajó el desistimiento de un grupo abrumado por la complicación del asunto.

Si usted además se pregunta quienes sostendrán el préstamo acordado, no encontrará entre ellos a Hungría, República Checa y Eslovaquia, el fortín ultra filorruso en el corazón de Europa.

Sobre todo, si usted se pregunta si esos 90.000 millones son suficientes para aplicar verdadera presión sobre Putin y alterar su cálculo, empujándole a aceptar una solución pactada razonable que no sea una capitulación de Ucrania, la respuesta es no. Ese dinero, con toda probabilidad, mantiene viva la capacidad de Kiev de sostener su defensa, pero no altera el curso del conflicto. Solo cuando tenga claro que seguir agrediendo significa empeorar su situación, Putin aceptará parar. Lo pactado en Bruselas tiene a Kiev de pie, pero se queda corto para frenar a Moscú.

El contexto es que el mundo ha entrado en un paradigma diferente. Los carnívoros están desatados. Putin agrede sin contemplaciones. Tal vez más peligroso aún para la UE sea el trumpismo, que no oculta que quiere destruirla, y con una enorme capacidad de penetración. Ante este nuevo paradigma, hay que ir repensando mecanismos, reflejos, relaciones. Por supuesto, hay que ponderar siempre los riesgos. Pero también el significado de no asumirlos. Los riesgos de no tomar riesgos. El riesgo de seguir siendo herbívoro. No somos cochinillos, desde luego, como nos insultó Putin; ni tampoco leones. Somos herbívoros de masa mediana, con muchos límites y más miedos. Esto es lo que somos y ha quedado a la muestra ayer.

Estas reflexiones no deben conducir a una descalificación de lo pactado en Bruselas. Es un paso de todas formas importante. Consigue dinero para Kiev. Además, los activos rusos han sido inmovilizados de forma indefinida, lo que representa una buena carta sobre la mesa negociadora a la cual los carnívoros no nos quieren sentados. Berlín, que capitaneaba la opción de uso de los activos rusos, ha perdido, pero ha demostrado responsabilidad y compromiso con Kiev aceptando una opción que no quería. Eso también es una buena señal. Tirar de los fondos rusos habría tenido la virtud de mostrar músculos a unas bestias que no entienden otro mensaje, asestar un golpe al agresor, pero sin duda entrañaba riesgos y consecuencias negativas que alivia no asumir.

Lo que realmente no es bueno es que crece influencia de los ultras. Lo ocurrido no es una victoria rotunda para ellos —la realidad es más compleja— pero su capacidad de condicionamiento es indiscutiblemente preocupante. Putin avanza poco en el frente ucranio, pero sus socios y los de Trump avanzan dentro de la UE.

El aplazamiento del pacto comercial con Mercosur es otro síntoma. Francia mantiene su empecinamiento, un error histórico que viene de lejos por calculillos nacionales. Pero no habría podido frenar el asunto sin el apoyo de Meloni, de nuevo decisiva (Orbán también en contra). Aquí también se ve cuánto marcan el paso los ultras, aprovechando habilidosamente intereses nacionales, dudas, complicaciones institucionales, geometrías inestables, alianzas ocasionales con otros. Saben amargas las decisiones forzadas por ellos. Aun así, es posible que ese pacto quede refrendado pronto.

En definitiva, hemos visto los espasmos de una UE en dolorosa evolución. Le cuesta liberarse de lógicas de otro tiempo, mientras el nuevo tiempo exige otras, entre ellas, sin duda, un refuerzo de los lazos con países democráticos latinoamericanos y una ampliación de sus canales de libre comercio; o ser más muscular en un mundo de carnívoros desatados.

Pero, como en una estatua de Bernini, en las extremidades aparece algo diferente. Algo que huele a ese federalismo pragmático del que habla Draghi, las cooperaciones reforzadas que han invocado Enrico Letta, Josep Borrell y otros en un reciente artículo, o Javier Solana en un acto celebrado en Madrid el jueves. Eso es el endeudamiento pactado en la cumbre. Pagarán 24. Hay que buscar maneras de hacerle pagar un precio político a los tres. Mientras tanto, seguimos siendo herbívoros, pero mostramos tozudez y voluntad de adquirir peso, que es algo. Si no queremos ser carnívoros, necesitamos ser herbívoros de un tamaño suficiente para que los carnívoros nos dejen en paz. De momento no lo tenemos, y es por eso que hay que pensar de forma diferente. La disposición a endeudarse juntos y pese a que tres no quieren lo es, y eso es el vaso medio lleno. Las grietas trumputinescas que se nos abren dentro son la horrenda mitad vacía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS. Autor de la columna ‘La Brújula Europea’, que se publica los sábados, y del boletín ‘Apuntes de Geopolítica’. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Autor del ensayo ‘La era de la revancha’ (Anagrama). Es máster en Periodismo y en Derecho de la UE
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_