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Columna
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Un PSOE zombi

Pedro Sánchez salvó al partido de su desconexión de la sociedad, pero puso su gestión en manos de una élite de presuntos corruptos

El 28 de mayo de 2023 fue la primera vez que el PSOE bajó de los 30 diputados en unas elecciones regionales en Extremadura. La candidatura encabezada por el veterano Guillermo Fernández Vara ganó por algo menos de 7.000 votos al Partido Popular, pero los dos principales partidos obtuvieron los mismos escaños: 28. Aunque de entrada María Guardiola se resistió a pactar con Vox y planteó un tímido pulso a la dirección nacional, la suerte estaba echada.

El acuerdo de los conservadores con los neofranquistas en Valencia, que hizo presidente al mito Carlos Mazón, había normalizado la presencia de Vox en los gobiernos autonómicos y desde entonces las expectativas de Santiago Abascal no han parado de crecer, como señalan sus índices de popularidad. A lo largo de las semanas posteriores a dichas elecciones, el mapa de España se tiñó de azul con el corazón del poder más tintado de nacionalpopulismo que nunca: la mayoría absolutísima de Isabel Díaz Ayuso, que es más bien excepcional comparada con los grandes centros capitalinos de Europa, era la evidencia más clara de cuál es la opción preferente en el lugar donde viven quienes verdaderamente mandan en España.

Ante la pérdida de poder territorial, la reacción de Pedro Sánchez fue audaz: disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones generales avanzadas planteadas como una confrontación entre el bloque progresista y el reaccionario. Inesperadamente la jugada le salió bien, encabritando hasta hoy a los antisanchismos, y pudo ser investido gracias a la construcción de una mayoría negativa en el Congreso. Desde hace dos años el Gobierno de coalición, más que legislar, ha tratado, mal que bien, de seguir desplegando las políticas de izquierdas que impulsó durante la legislatura anterior. Pero en un contexto de desquiciada hostilidad, en tiempos de regresión democrática, su legitimidad de origen se está resquebrajando.

El domingo se celebrarán elecciones en Extremadura. Sobre el papel, la presidenta Guardiola las avanzó al no haber llegado a un acuerdo con Vox para aprobar los presupuestos. Naturalmente en sus cálculos ha influido también la constatación que el PSOE ha sido incapaz de construir una alternativa de gobierno para una comunidad autónoma que había sido un tradicional feudo socialista. El secretario general extremeño, procesado por la Audiencia Provincial de Badajoz y con unas opciones subterráneas de repetir los resultados de las anteriores, es el candidato que debería presentarse como alternativa, pero estamos ante un político que, como escudo frente a sus problemas judiciales, se recolocó como diputado forzando la dimisión de un compañero y obligando a la renuncia de cuatro candidatos a los que correspondía un nombramiento que él necesitaba para ser aforado. Su credibilidad no puede estar más cuestionada.

La principal responsabilidad de esa dejadez recae en la secretaria de organización, que ha estado en manos de un equipo de fieles a un Pedro Sánchez que salvó al partido de su desconexión de la sociedad, sin duda, pero que, tras su victoria en las primarias, lo puso en manos de una elite de presuntos chorizos. Eso explica que hoy, como fuerza vertebradora del estado, por desgracia, el PSOE sea un partido zombi.

No ocurre solo allí. El caso más decepcionante es el de la Comunidad Valenciana tras la tragedia; veremos Aragón, y en Andalucía no se ha capitalizado la crisis de los cribajes. Pero el de Extremadura es el más revelador porque es el más cutre. La designación de Miguel Ángel Gallardo como candidato a la presidencia es el ejemplo más alarmante de los problemas que sufre un partido sistémico fruto de un desempoderamiento que no ha sido abordado de manera crítica desde ese domingo 28 de mayo de 2023.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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