Los invisibles
Hay libros que uno lleva dentro como una tenia, devorándolo todo, y en esa foto Lezcano, después de veinte años de viajes y de una obsesión contenida, sonríe mirando a la cámara dejándose devorar, al fin, por una pasión infantil


Momento nuclear en Emigrantas, espectáculo de danza que Kirenia Martínez Acosta estrenó hace años. Ocurre cuando Esther Latorre somete a un interrogatorio a David Loira: lo deconstruye en números, lo invita a una tiranía terrible que pasa porque Loira, desnudo, le diga quién es de la forma más abrasiva posible. No mediante su identidad sexual o cultural, sino burocrática: David Loira es el número de su DNI, el número de su pasaporte, el número de la Seguridad Social, su número de teléfono, su número de cuenta. Una foto impactante: la del periodista Arturo Lezcano sonriendo delante de dos ordenadores, decenas de libros y montañas de folios. Hay libros que uno lleva dentro como una tenia, devorándolo todo, y en esa foto Lezcano, después de veinte años de viajes y de una obsesión contenida, sonríe mirando a la cámara dejándose devorar, al fin, por una pasión infantil. El resultado es O país invisible, en gallego y español (Libros del KO), la gran historia de la emigración gallega, un país que hoy tiene casi tres millones de habitantes y que vio salir a dos millones a América entre 1850 y 1960. Hay una célebre imagen que hizo Manuel Ferrol con aquel padre sosteniendo la cabeza de su hijo en la Estación Marítima de A Coruña, llorando a mares. Podría pensarse que ese padre y ese hijo lloran despidiendo a sus familiares. Pero no: lloran porque se quedan. Lezcano habló con aquel niño, Juan Calo Chanquete, que murió el año pasado. “Se publicaron piezas lacrimógenas”, dijo a Eldiario.es. “Pero no sabemos nada: si se marchaba el niño, si se marchaba el padre. De la vida de él tampoco, y condensa la historia de Galicia. ‘Murió el niño de la foto’. ¿Cómo va a morir un niño de 72 años? Estáis creando un Joselito. No quisisteis saber nada de un tipo reventado de trabajar en el Gran Sol, después en Suiza, sin pulmón, fumando lo que no tiene en una taberna de Fisterra”. Un país invisible convierte en más de 600 páginas los números en historias asombrosas y documenta una cicatriz sin la que no se entiende la biografía de ningún gallego, por tanto de nadie.
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