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RED DE REDES
Columna
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Cruzada contra la ignorancia

El 21,3% de los españoles creen que los años de la dictadura fueron “buenos” o “muy buenos”. El historiador Julián Casanova combate en las redes el negacionismo, pero está muy solo

Natalia Junquera

Elegir a quienes gobiernan y criticarlos cuando te parezca o que te los impongan durante casi 40 años; dar un beso en la calle a tu pareja o que te envíen a la cárcel o al manicomio por homosexual, es decir, por “vago”, “maleante” y “peligroso”; ver películas, leer libros y periódicos sin censura o recibir únicamente contenidos mutilados por unas autoridades a las que les aterroriza cualquier cosa que haga pensar; divorciarte de tu maltratador o aguantar a su lado porque una comisaria moral llamada Elena Francis te ha recomendado que te pongas guapa para tu agresor —“Sea valiente, no descuide un solo instante su arreglo personal. Y cuando él llegue a casa, esté dispuesta a complacerlo en cuanto le pida...”—; que las noticias hablen de juicios con garantías y condenas de cárcel a quienes las merecen o que pedir libertad sea motivo suficiente para acabar preso o ejecutado frente a una tapia; condenar el asesinato, a los 38 años, de uno de los mejores poetas de todos los tiempos, Federico García Lorca, o aceptar que su ejecución nos privara de todos los versos que le quedaban por escribir porque “algo habría hecho”... Uno pensaría que si se les preguntase a los ciudadanos hoy qué preferirían de todas esas opciones, el 100% escogería las primeras. Sin embargo, el último barómetro del CIS ha arrojado un porcentaje sorprendente de españoles que opta por las segundas: un 21,3% cree que la dictadura franquista fue un periodo “bueno” o “muy bueno” para el país.

Tienen trabajo los sociólogos, los antropólogos, los politólogos, incluso quizá también los parapsicólogos, para explicar la querencia de un 21,3% de la población por la represión y la oscuridad. Para analizar por qué al 61% de los votantes de Vox les parece “peor” o “mucho peor” el actual régimen democrático que la dictadura franquista, esos expertos pueden remitirse a los discursos de los diputados de la extrema derecha que, desde los escaños que les han concedido unas elecciones libres, afirman que este es “el peor Gobierno en 80 años” —literalmente, un “con Franco vivíamos mejor”— y que se jactan en el hemiciclo de que, “gracias a las redes sociales, muchos jóvenes están descubriendo que la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura, sino de progreso y reconciliación”. Para buscar una explicación al 35,4% de los votantes del PP que opinan que el franquismo fue “bueno” para España —4,5 puntos porcentuales más de los que creen que fue “malo”—, pueden explayarse sobre la estrategia del partido de Alberto Núñez Feijóo de imitar al competidor por la derecha: sus causas —el miedo a perder apoyo electoral— y sus consecuencias —someterse al ideario de Vox en cuestiones como el aborto, la inmigración o las políticas de memoria no ha aumentado la estimación de voto del PP, sino la de Vox—. Y, como ocurre con los problemas que alcanzan cierta magnitud, probablemente todos esos especialistas acaben apuntando en la misma dirección: la educación.

En el colectivo de quienes —después, naturalmente, de los represaliados por el franquismo—, tienen más motivos para sentirse ofendidos por esos porcentajes, los historiadores, algunos ya han tomado medidas. La encuesta no les pilla por sorpresa. Llevan años observando la expansión del virus del negacionismo, alertando de la influencia mediática y política de autores que replican tesis franquistas ante una sociedad que no ha sido suficientemente vacunada en la escuela. Algunos, como Julián Casanova, han emprendido su propia cruzada contra la ignorancia, incluida la más terca, la del sectarismo, armados con datos y fechas. El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, quien el pasado febrero publicó una biografía de Franco, utiliza su cuenta de X (@casanovaHistory) para divulgar conocimiento y explicar, con rigor y un estilo ameno, “la dictadura en diez tuits” o “todo lo que debes saber sobre la Guerra Civil en siete vídeos”. Es una forma de contrarrestar, en democracia, 40 años de propaganda —“Aparecía en el NO-DO como caudillo militar, conductor del pueblo, deportista y abuelo venerable. Entre 1943 y 1975, los españoles pudieron verle en 375 ocasiones en actos propagandísticos; en 215 como jefe de Estado, y en 154 inaugurando pantanos y obras públicas”— y de proteger a los más jóvenes del bombardeo de desinformación que reciben en redes sociales como la propia X. Pero está muy solo, y los interesados en que el país viva entre tinieblas hacen demasiado ruido.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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