Ir al contenido
_
_
_
_
COLUMNA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nadie apaga el incendio de la vivienda

La desproporción entre la subida de los salarios y la subida del alquiler es la curva más previsible de la economía española

La actriz Àgata Roca, en el montaje de 'L'imperatiu categòric', en el Teatre Lliure de Barcelona.
Jordi Amat

“Ya me ha llegado el burofax”, le dice desesperada la profesora de Filosofía a la puerta de su vecino. No a él, a quien no conoce, sino a la puerta. El vecino en cuestión, que tiene la música a todo volumen, no responde. Ella, especialista en Kant, no era la protagonista habitual de la ficción contemporánea. Está 100 metros más adelante del medio del camino de la vida, sola a los 50, gana una miseria como profesora asociada y, sí, ha recibido el burofax: tiene una semana para dejar el piso donde ha residido durante 15 años, tic tac, tic tac, y necesita buscar otro lugar para vivir con un sueldo que solo le permitirá pagar, y con suerte, y gracias, un cuchitril, porque apenas hay oferta y nos los quitan de las manos. Este es el planteamiento inicial de El imperativo categórico, la obra de Victoria Spunzberg que acaba de ganar un merecidísimo Premio Nacional de Literatura Dramática y pronto se representará en el Teatro de La Abadía. Se estrenó el año pasado en catalán, porque esta es la lengua literaria de la dramaturga argentina, y lo petó. Spunzberg la escribió mientras buscaba piso. Un día, al constatar la distancia entre lo que veía en las fotografías de los portales inmobiliarios y lo que luego le ensañaban los comerciales, decidió que los grabaría con el teléfono para registrar ese lenguaje de oferta, demanda y barbarie, y reconvertirlo en una sucesión de escenas grotescas. Esas escenas kafkianas de la obra son cada vez más una cotidianidad realista. Ella trabaja y no tiene dónde vivir mientras le cantan las virtudes de un loft molón que es una ratonera. En esta vida precaria, a través de ella, vemos cómo empieza a prender la llama.

La vida en nuestras ciudades que recrea El imperativo categórico no es una novedad ni dice nada que no sepamos, pero la desesperación creciente encarnada en la protagonista acaba por convertirla a ojos del espectador en “una avisadora del fuego”, para decirlo con la expresión de Walter Benjamin que cita en la clase con la que arranca la obra. “Han vendido todo el edificio a un fondo buitre… Y ahora piden una burrada. Sí, para los de aquí es una burrada…”, le dice la profesora a la puerta muda del vecino extranjero que está de paso. “Las casas se compran más rápido que nunca”, decía un titular del periódico de este año. “Los extranjeros compran más casas que nunca”, informaba otro del portal Idealista. “El precio de la vivienda de segunda mano rompe todos los récords y supera los niveles de la burbuja inmobiliaria”, pudimos leer este viernes. No debe de haber negocio más rentable, mercado más espídico.

Se compra todo lo que está en venta y cada vez más caro, no se construye para cumplir con la demanda, las leyes no resuelven el problema y el alquiler, al que querrían recurrir jóvenes o familias con ingresos medios, se va disparando. También lo supimos hace pocos días porque nos lo contó Luis Paz Villa tras analizar el último Informe inmobiliario de Fotocasa sobre el alquiler: “La media nacional pulverizó su récord en junio, tras apuntar los 14,38 euros por metro cuadrado al mes, con una subida interanual de 14%”. Nunca había sido tan difícil alquilar porque la desproporción entre la subida de los salarios y la subida del alquiler es la curva más previsible de la economía española. Parece una dinámica sin fin. A más información sobre lo desbocado de los precios, más resignación desazonada del principal problema político que carcome la cohesión social. Y ese incendio también nos amenaza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_