Sheinbaum: los deberes del éxito
Gobernar con un respaldo popular masivo no anula la obligación de buscar el consenso por vías democráticas


En su primera rendición de cuentas como presidenta de México, Claudia Sheinbaum presentó este lunes un panorama alentador: reducción de homicidios, una inflación controlada, indicadores sólidos de crecimiento económico, un presupuesto “histórico” para programas sociales y un clima de inversión favorable. La aprobación ciudadana de en torno al 79 % confirma un respaldo significativo a la mandataria, así como una narrativa eficiente de gobierno. El arranque de su gestión ha mostrado disciplina, claridad de rumbo y una capacidad notable para contener un huracán tan volátil y dañino para las democracias como el presidente de EEUU, Donald Trump. Sin embargo, esa popularidad no debe convertirse en un escudo para la complacencia.
Detrás del brillo persisten desafíos estructurales. La seguridad, a pesar de algunas mejoras, sigue siendo una zona crítica: el crimen organizado continúa representando una amenaza latente que exige soluciones profundas y sostenibles. Las cifras positivas no deben ocultar que la violencia continúa afectando a comunidades enteras. A ello se suma que el capital político de la presidenta, bien empleado hasta ahora, deberá usarse con prudencia de ahora en adelante: ha demostrado buen oficio en la gestión cotidiana, aunque el movimiento que la sostiene, Morena, ha dado suficientes muestras de no ir siempre de la mano de sus proclamas. Gobernar con tanta fuerza popular implica también aceptar la obligación de buscar el consenso por vías democráticas y no meramente mediante la inercia del respaldo masivo. Entretanto, el sistema judicial vive una transformación sin precedentes: México es ahora el único país del mundo donde todos los jueces han sido elegidos por voto popular. La toma de posesión de los nuevos ministros de la Suprema Corte fue presentada como símbolo de democratización del Poder Judicial. Pero esta reforma ha suscitado inquietudes legítimas sobre la independencia de los jueces. Una participación ciudadana muy baja —un 13 % del padrón— pone en entredicho la legitimidad del proceso, pese a que siempre estuvo en el programa electoral de la presidenta, quien deberá asegurarse más que nunca de que el nuevo sistema opere sin convertirse en una extensión del Ejecutivo. Los ciudadanos y los actores institucionales deben exigir un ejercicio más responsable del poder. No se trata de frenar la agenda reformista, sino de que incluya un debate serio, contrapesos sólidos y vigilancia democrática.
Sheinbaum ha capitalizado un momento político excepcional, con inversión, indicadores macroeconómicos estables y una sólida popularidad. Su liderazgo ha sido consistente y transmitido confianza tanto en en el interior como en el exterior. Ahora la sociedad espera que esa energía se traduzca en instituciones democráticas robustas y en justicia efectiva. La legitimidad que otorga el voto y el respaldo social es valiosa, pero es solo el punto de partida para construir una gobernanza realmente plural y duradera.
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