Sobrecargas de los centros de datos
Los beneficios de este despegue industrial deben ir acompañados de transparencia y precisión sobre sus costes medioambientales


El auge de la inteligencia artificial, el almacenamiento en la nube y los servicios digitales han convertido los centros de datos en infraestructuras clave de la economía del siglo XXI. España, con su desarrollo de energías renovables, infraestructura de fibra óptica y su situación geográfica, se está posicionando como un polo de atracción para los gigantes tecnológicos. La oportunidad económica llega acompañada de interrogantes cruciales sobre el elevado consumo energético de estos centros, su enorme gasto de agua y el impacto que su implantación puede tener en los territorios que los acogen.
El Gobierno acaba de lanzar a audiencia pública un proyecto de real decreto con el objetivo de que las instalaciones faciliten datos sobre su eficiencia, consumo de energía de los equipos, gasto de agua, así como otros datos sobre la incidencia de los centros en el territorio, en especial lo relacionado con el empleo. Sin duda, se trata de una medida urgente ya que en la actualidad existen unos 100 puntos operativos y hay otros 20 proyectados, según un recuento de este periódico. La misma patronal del sector que promete inversiones milmillonarias en España en los próximos años no es capaz de aportar estadísticas sobre el número de centros de datos existentes y los que se prevé construir en los próximos años.
Lo cierto es que, hasta ahora, la falta de transparencia ha marcado la instalación de los centros de datos en España, especialmente en lo relativo al uso de recursos y el impacto socioeconómico de estas instalaciones en los municipios donde se implantan. En algunas localidades, los vecinos se han manifestado contra la llegada de estas instalaciones por el temor a una sobrecarga de recursos. Razones no les faltan. Amazon Web Services, por ejemplo, ya ha solicitado al Gobierno de Aragón una ampliación de la disponibilidad de agua del 48% para los tres centros de datos que tiene en la región debido al aumento de las temperaturas. Una tendencia que como bien recuerdan los científicos va a ir a más y para la que hay que prepararse. El apagón que sufrió la península Ibérica el pasado 28 de abril es una prueba de la presión que puede añadir al sistema eléctrico una red de centros de datos, grandes consumidores de electricidad, por todo el país. Tener datos claros y accesibles sobre estos proyectos permitirá a la ciudadanía y a los territorios evaluar el verdadero coste y los beneficios concretos de estas instalaciones.
La experiencia de otros países debe servir de referencia para los legisladores españoles y anticiparse así a futuros problemas. En Estados Unidos, la red eléctrica en algunos territorios sufre ya la presión de estos centros de datos y en algunos puntos llega incluso a superar la capacidad, tanto que los propios centros han hecho uso de la inteligencia artificial para desplazar cargas cuando hay picos de demanda o se plantean construir minicentrales nucleares junto a sus próximos proyectos para garantizarse el suministro energético. En China, se están empezando a construir centros de datos submarinos para facilitar la refrigeración de los procesadores.
España puede construir un modelo propio para los centros de datos. No basta con atraer empresas; es imprescindible garantizar que el despliegue tecnológico no produzca mayor daño medioambiental ni sobrecargue los recursos existentes. Las inversiones deben ir acompañadas de planes de sostenibilidad y avanzar en lo posible hacia el autoabastecimiento.
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